Albert Boadella, Iñaki Arteta, Zoé Valdés, Borja Sémper dan su particular adiós al ex líder de Podemos y ex vicepresidente segundo del Gobierno. “No es un personaje con profundidad dramático, sino de simple sainete, algo como un entremés del «Retablo de las Maravillas» de Cervantes”, analizan.
Por ALBERT BOADELLA, IÑAKI ARTETA, ZOÉ VALDÉS, BORJA SÉMPER / larazon.es
Albert Boadella: Sin profundidad dramática, puro sainete
Pablo Iglesias no me ha sorprendido nunca. Me ha parecido un fenómeno lógico de nuestro tiempo y esa impostura política que también hemos visto en otros partidos, aunque, en su caso, el fraude llega a aspectos personales pocas veces alcanzados en España. Pero, en realidad, lo que siempre me ha asombrado son los seguidores que ha tenido, cómo fueron detrás de él cuando era evidente que en su gesticulación y gimoteos no había nada. Me recuerda a un viejo timo español, el tocomocho: la gente sabía que era un engaño; por la radio y la televisión se hablaba de él, de los trucos empleados para picar, pero, aún estando advertidos, todavía había incautos que mordían el anzuelo.
Hay en esa persistencia a ser engañados algo que se me escapa, por lo que, más que él, me interesa ese seguimiento sectario de su persona, de la que había cada vez había más pruebas de ser una impostura política y personal, esa fe ciega en no hacer caso a la evidencia de los hechos. Ya no sólo se trata de sus ideas políticas y la defensa de dictaduras aberrantes, sino hechos tan groseros como nombrar a su mujer ministra –el primer caso en nuestra historia–, comprarse un chalet cuando acusó de «casta» a quien pudiera hacerlo aún pagándolo con el esfuerzo de su trabajo; o ese disponer de una niñera –nada que objetar– supuestamente contratada como asesora de su mujer. No estamos hablando de «Macbeth», sino del timo de tocomocho, farsa que tardó en olvidarse, aunque persiste en versión ideológica, que debe gustar más.
Es cierto que su impostura no ha sido muy sutil, sino más bien tosca, aunque lo envuelva con un histrionismo intelectual, con muestras de algún conocimiento político, aunque no deja de ser uno más de esos ególatras insignificantes. No es un personaje con profundidad dramático, sino de simple sainete, algo como un entremés del «Retablo de las Maravillas» de Cervantes.
Iñaki Arteta: Todo en ÉL es pura ficción
Hay personas que enseguida transparentan su forma de ser. O mejor dicho, su estilo personal. Máxime cuando se empeñan en prodigarse en discursos y discursitos que, además de dejar un rastro indeleble, aportan más información de la necesaria para su retrato. Hay personajes de películas que tras los primeros minutos de su aparición ya se han descubierto por completo; todo lo que ocurra después es una repetición exasperante sin matices de interés.
El prematuro jubilado de la política teatral ha llenado Youtube de vídeos en los que lo mismo decía en una herriko taberna que «ETA y la izquierda vasca fueron los primeros que se dieron cuenta desde el principio de que el régimen del 78 era una continuación del franquismo», como que «cualquier demócrata debe preguntarse si no sería razonable que los presos de ETA no deberían ir saliendo de las cárceles…», o que «sin hombres como Otegi, no habría paz». Con opiniones así su situación frente a la realidad política de este país, queda nítidamente expuesta.
No sé por qué al pensar en ÉL me ha venido la imagen de Javier Arzallus. Tan retorcidos ambos en sus análisis, esa celebración continua del cinismo, esas modulaciones tan sacerdotales al hablar en público… esa terminología para hablar de dolor, de paz, conflicto, democracia,… ese estilo tan vasco de tomarse las cosas de ETA mezclando vanalidad y miseria moral.
Comparte con los nacionalistas de todos los pelos esa ilusión tan vívida de experimentar momentos históricos a cada poco. Y ellos siempre de «protas». Excesivo. Lo que ha tenido, en su meteórica carrera, es suerte con los directores de casting de esta comedia de altura que es la política española actual.
Todo en ÉL es pura ficción. Yo, de buscarle un papel apropiado a su altura sería el de ideólogo del hampa, de ahí no pasaría.
Zoé Valdés: Hasta nunca, «coletas rata»
Debo de dar la razón a la Presidente Ayuso, “lo peor de la política española” se acaba de largar (aunque algo queda, falta Sánchez), tal como lo apremió ella misma mediante la moción de censura al sacarlo del gobierno, y tal como lo hizo Rocío Monasterio de VOX al darle su merecido allí donde él pensaba que tenía todo el terreno regado de orégano (radio Ser-vil) con un contundente: “Levántese y lárguese” que todavía resuena como música celestial en mis oídos.
Pablo Iglesias, el más castoso de la casta, y también el más casposo marxista; con arduo parecido, muy trabajado, entre el Raúl Castro de los fusilamientos y el Fidel Castro habla cáscaras, se marcha por fin al carajete. Más que marxista, machista-leninista, un traba-mujeres que tal parecía que se inspiraba de las trampas dignas de un Barba Azul al estilo Perrault (féminas en el closet incluido), aunque devenido un brutal Barbarroja, en el tono terrorista de aquel otro comandante castrista que terminó como todos, con su auto empotrado en un árbol, después de que Castro supiera que estaba escribiendo un libro donde cantaba las cuarenta y más p’allá (criminal y chivato, como lo son casi todos).
Pablo Iglesias, mentiroso compulsivo, una vergüenza, un ultraje a la historia y la cultura de España, un roedor de la dignidad que precisamente no se quitaba esa palabra de su sucia boca borrándole su significado verdadero; por cierto, qué manera de tener destrozados los dientes y malas las encías estos ñangaretas (comunistas en cubano). Mucho papití (alarde) de boca para fuera, pero un pavor al dentista que se chorrean.
Pues al menos, durante dos años, tendremos fuera de la política a este miserable, aunque según dicen metido en las comunicaciones, manipulando la información y la educación. Porque esta gentuza lo que es irse no se largan jamás de una vez y por todas. Haría falta que detrás de él cogieran vereda también y bien lejos unos cuantos, entre ellos el otro Pablo, el Echenique, directo y sin escala hacia su Argentina natal; allí donde ahora mandan los suyos, a puro golpe de hoz y martillo, enriqueciéndose a costa de la pobreza del pueblo, desmoronando la libertad y la democracia, que es lo único que saben hacer.
Hasta nunca, Pablo Iglesias, Coletas Rata, como te ha rebautizado el sabio pueblo de a pie, qué no diera ahora mismo por ser uno de esos mariachis que han ido a engalanarte con lo mejor de la música mexicana, esa que “las dice donde las dice, güey…”… Hasta nunca, reitero, y no como masculló tu comandante Che Qué Tara chisporroteado en caca encima de los enfangados pantalones verde olivo cuando lo atraparon allá en La Higuera: “… valgo más vivo que muerto…” Pues, al final ni uno ni lo otro.
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