Hubo una época en la que Venezuela se convertía en una fiesta regional para el teatro. Desde 1973 se realizaba el Festival Internacional de Teatro de Caracas, que congregaba a compañías como las del Berliner Ensemble, el Teatro de Arte de Moscú, Els Joglars, Comediants, La Fura dels Baus, Malayerba o Timbre 4, además de las nacionales Grupo Actoral 80, Skena o Rajatabla.
Por Humberto Sánchez Amaya / Infobae
Sin embargo, en los años recientes el festival se dejó de realizar: los vaivenes de la tragedia sociopolítica dificultan una logística tan exigente con invitados foráneos. Y a pesar de las adversidades, el teatro ha continuado en Venezuela, un país con una hiperinflación creciente, que en 2019 fue de 9.585%, mientras que en el pandémico 2020 sumó 2.959,8%, de acuerdo a cifras del Banco Central de Venezuela.
Para algunos, el teatro en el país es un ejemplo de resiliencia y resistencia en adversidades cada vez más crecientes. No solo son las contrariedades económicas sino también la delincuencia, el colapso de los servicios y la emigración, que han mellado al sector cultural. Aun así, la gente del teatro se mantuvo en medio de la impetuosa marejada, con funciones cada fin de semana en distintos lugares.
Y entonces llegó el COVID-19. El confinamiento pausó las actividades de los centros culturales. Artistas y demás trabajadores de la cultura buscaron diversas maneras de mantenerse activos entre la incertidumbre.
Las redes sociales se convirtieron en un catálogo de presentaciones de cantantes, humoristas, actores y demás. Los live de Instagram o las transmisiones por Zoom se volvieron escenarios.
Desde el año pasado, la Asociación Cultural Humboldt empezó a ofrecer en su canal de YouTube obras grabadas. Recientemente la oferta se amplió con piezas más ajustadas al dinamismo que exige una pantalla de computadora o de celular, con movimientos de cámaras y planos que hacen amena la visualización.
Macbeth, de William Shakespeare, fue la primera obra en la plataforma. Suma más de 13.800 reproducciones desde abril de 2020; hasta este momento es la más vista. Ahora también se sumaron títulos como Los escapes de Buster Keaton, de Sam Shepard; Como una mariposa, de María Antonieta Flores; Jean Harlow, de Elisa Lerner, y hace poco Las mil noches y una noche y Odiseo y Penélope, de Mario Vargas Llosa, quien por un año cedió los derechos a la institución gracias a la mediación de la organización Cedice.
“Nuestra misión es brindar una oferta cultural que sea buena y sostenible económicamente”, explicó a Infobae Federico Pacanins dramaturgo y director, responsable de varias puestas en escena en la Asociación Cultural Humboldt. “Eso se logra atendiendo al capital de la fundación así como a los benefactores de siempre. Hemos creído en el patrocinio y no tanto en las ventas que se puedan obtener por taquilla. Demostramos que seguimos vivos a pesar de la pandemia”.
En cambio, otras instituciones, como el Trasnocho Cultural y el Centro Cultural BOD, también se activaron desde mediados de 2020 para ofrecer en streaming tanto películas como obras de teatro con un modelo de negocio que cobra entrada: una modalidad que también apuesta al público venezolano en el exterior.
Que es potencialmente enorme: la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela indica que, al 5 de marzo de 2021, hay 5.577.077 venezolanos en el extranjero, casi el 20% de la población nacional. La plataforma, una iniciativa impulsada por Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones, contabilizó a los ciudadanos que emigraron por vías regulares o que han establecido algún contacto con autoridad migratoria: en la realidad, podrían ser muchos más.
La Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela indica que, al 5 de marzo de 2021, hay 5.577.077 venezolanos en el extranjero, casi el 20% de la población nacional.
Como una terapia grupal
A finales de enero de 2021 el gobierno autorizó que las salas de cine y teatro, así como otros espacios culturales de Venezuela, reabrieran sus puertas al público. Cada institución tomó las medidas de seguridad pertinentes, como la obligatoriedad del uso del tapabocas y la disminución del aforo en las salas. Por ahora el permiso para operar sólo está permitido en las “semanas flexibles” del modelo oficial 7+7, por el cual durante una semana hay cuarentena radical y a la siguiente se contempla mayor amplitud. Pero a pesar de esa operatividad relativa, las ofertas en línea continúan y hasta hay quienes apuestan a que continuarán una vez superada la pandemia.
Los actores Mimí Lazo y Luis Fernández tienen más de 30 años en el ideario cultural venezolano. Han participado en decenas de telenovelas, películas y obras de teatro. Actualmente viven en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, donde impulsan su proyecto de adaptar piezas teatrales a Zoom. En la página mimilazo.net se encuentran títulos como El aplauso va por dentro o A 2,50 la cubalibre, que pueden tener un costo de entre USD 7 y 9 por boleto. A finales de 2020 estimaron un promedio de 20.000 visitas a la página en tres meses de funcionamiento, con una base de 10.000 suscriptores y un promedio de 150 personas por función.
En la sala de la casa poseen hasta cuatro sets diferentes para cada una de las obras que interpretan; ambos resaltan que ha sido una experiencia con un alcance mayor al esperado, pues han logrado conectar con venezolanos en ciudades como Budapest o Sidney. “Luis acaba de terminar una obra, y se pasó más tiempo hablando con las personas que el que empleó para la función. Creo que eso es más importante que el aplauso”, detalló la actriz, quien comparó ese intercambio de opiniones con una terapia grupal. En una ocasión los asistentes permanecieron conectados hasta las 2 de la madrugada.
Mimí Lazo incluso lo ve como una posibilidad para los venezolanos que se mantienen en el país, donde antes de la pandemia la inseguridad hacía que las actividades culturales sucedieran cada vez más temprano. Por ejemplo, los viernes y sábado una función de teatro suele comenzar entre 7 las siete y las 8 de la noche, y los domingos suelen ser en la tarde.
La conexión está lenta
El público en el exterior tiene mayores ventajas para disfrutar la oferta sin inconvenientes técnicos. En cambio, en Venezuela la modalidad online tiene un antagonista: la conexión a internet, que la estatal Cantv controla en un 66,42% del mercado de servicio tradicional. En febrero de 2021 el país ocupó el lugar 148 del ranking de velocidad global de banda ancha fija que elabora Speedtest Global Index sobre 175 países. Venezuela tiene un promedio de 13,25 Mbps en esa modalidad; en la categoría móvil, está en el puesto 138 con 6,78 Mbps.
Es normal que la conexión sea no sólo extremadamente lenta sino que se caiga durante horas o días; incluso en zonas de Caracas el servicio fijo falta desde hace por lo menos seis meses. Hay quienes recurren a compañías que ofrecen un módem portátil, con planes mensuales equivalentes a USD 0,75 por 1GB y la posibilidad de recarga, pero esa cifra es inalcanzable para muchos. Un profesor del sector público recibe un sueldo base (en bolívares) equiparable a menos de USD 2 mensuales.
También están las fallas eléctricas. La reciente edición de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, publicada por la Universidad Católica Andrés Bello, subrayó que en 2019 en 90% de los hogares hubo alguna interrupción del servicio eléctrico, bien sea diariamente por varias horas, alguna vez por semana o una vez por mes.
Ante ese panorama, varios centros culturales dan 24, 48 ó 72 horas a aquellos que compren boletos para ver una obra online.
También los productores y actores tienen que buscar las maneras de solventar cualquier contrariedad. Como la actriz Greisy Mena, protagonista de Jean Harlow (parte de la oferta en YouTube de la Asociación Cultural Humboldt), que vive en Caracas: “Cuando trabajas una pieza en streaming con un internet tan lento, debes manejar variables como el delay”, contó, “así como prever qué hacer si se queda congelada la imagen de un compañero, o se corta su conexión. Desde los ensayos manejamos esas posibilidades”.
Para evitar los efectos del delay, no esperan que el compañero termine su texto, por ejemplo: apenas esté por terminar sus líneas, el otro actor debe comenzar su parlamento para lograr mayor dinamismo. “Uno siente que se monta en el diálogo del compañero, pero tecnológicamente no se nota”.
Afortunadamente ni a ella ni a ningún colega se les ha caído la conexión en las obras que han presentado. Pero como espectadora sí ha sido testigo. “Recuerdo que a una de las actrices le ocurrió y los demás del elenco empezaron a improvisar mientras ella lograba conectarse. Me di cuenta porque la improvisación empezó a desvirtuar la situación. No sé si los otros espectadores se percataron. Son retos que escapan de las manos del director o los actores. Por eso lo llamo ‘el San Internet’”.
Pero ¿es teatro?
Desde Los Ángeles, Luis Fernández hizo una acotación que sirve como punto de partida para otra discusión. Si bien celebra la oportunidad que brinda Zoom de llegar a un público disperso, aclaró: “No lo llamo teatro. Es una experiencia que vemos como la punta del iceberg de algo que estamos descubriendo”.
Greisy Mena es enfática cuando recuerda que el teatro es el que se hace frente a un público en un solo espacio. “La pandemia nos ha puesto en las puertas de un nuevo género que todavía no está definido. No pienso que sea teatro online ni videoteatro. Estamos ante una nueva forma de expresión artística que llegó para quedarse”.
Uno de los retos es decodificar las maneras de expresarse frente a una cámara, que muchas veces es apenas la del teléfono. “Tenemos que partir de cómo es la expresividad escénica en este nuevo formato, cómo manejar las características físicas del dispositivo que usas. El año pasado hice una pieza llamada Las mujeres de la casa: el reto era ubicarse de acuerdo a la cámara de celular, todas las acciones eran en cuadros chiquitos. Necesitaba una luz precisa, que no encontraba en ningún lugar de la casa. Entonces mi esposo me dijo que probara detrás de la nevera. Así hallé la iluminación ideal”.
La actriz explica que con Jean Harlow sí hubo un tratamiento más vinculado al cine, don distintos planos y movimientos de cámara. Actualmente ensaya El Benemérito y la Pávlova, que se hará al servicio de la cámara pero manteniendo la teatralidad correspondiente.
Para Federico Pacanins es inoficiosa la discusión sobre si esto que ha surgido es teatro o no. “La crítica pone las etiquetas, no el mundo del creador. Hay teatro presencial con la experiencia única de ver al hombre enfrentando por el hombre. Es el concepto clásico. Pero existen también grabaciones teatrales, mixturas, que se pueden llamar videoteatro o teleteatro. Nadie está descubriendo el agua tibia. Acá en Venezuela se hizo hace mucho tiempo”, dijo en referencia a las adaptaciones de clásicos hechas para televisión.
“De pronto se abandonó ese lenguaje y ahora se retomó debido a la necesidad de un público encerrado por la pandemia. Además, recordemos que la famosa película Dogville tenía mucho de teatralidad en su puesta en escena. ¿Por eso no es válida? El mundo de las artes está en manos del creador”, agregó el director.
Seducción via WhatsApp
En medio del confinamiento, en países como Argentina se empezó a popularizar Amor de cuarentena, una propuesta que tiene en Whatsapp su principal canal de comunicación. Se trata de un texto de Santiago Loza en el que un grupo de actores interpreta a una ex pareja que en medio del encierro decide escribirle a un viejo amor. El público elige a uno de los personajes disponibles, y durante dos semanas recibe notas de voz y demás mensajes como si fuera el destinatario de ese nostálgico ser que recuerda el amor pasado.
En Venezuela la propuesta se recreó desde octubre de 2020, bajo la dirección de Rafael Barazarte y la producción de Alejandra Nali, con un elenco conformado por Kiara, Alexandra Braun, Daniela Kosán, Sócrates Serrano y Rafael Romero. “Son capítulos en los que el ex trata de reconquistar a la otra persona. Pero no lo hace con fotos íntimas ni nada de eso, sino con relatos cotidianos o un comentario sobre cómo un detalle le hizo recordar el pasado”, detalló Barazarte.
Al público le costó entender cómo se podría adaptar la experiencia teatral al Whatsapp, reconoció. “Pero una vez que captaron la idea, hasta salían llorando. Hay gente que cerró ciclos con Amor de cuarentena”.
Las principales compras de la versión venezolana provenían de Estados Unidos, seguido de España y por último, de la propia Venezuela. Ahora el proyecto es crear una aplicación que congregue las versiones de la obra en distintos países. También preparan la adaptación de otra pieza, Audioguía para que vuelvas, también por Whatsapp.
Barazarte es también el director de Animal político, disponible por un precio de USD 3 en la página del Trasnocho Cultural. “La primera semana que estuvo disponible se vendieron 20 entradas. Al mes, llegamos a vender 35. Pero el siguiente, solo fueron 5. Pero por Zoom en una sola función se conectaron 80 personas: eso habla del interés por ver algo que saben que está ocurriendo en el momento”, afirmó quien también es jefe de prensa del Trasnocho Cultural, que actualmente opera en semanas flexibles con 40% de su capacidad en salas.
Lecciones aprendidas
El Grupo Rajatabla —una de las compañías teatrales más importantes de Venezuela, fundada por inquietos creadores, entre ellos el argentino Carlos Giménez— cumplió 50 años el 28 de febrero. Para celebrarlo, aprovecharon que Nicolás Maduro permitió reabrir centros culturales y el 5 de marzo abrieron sus puertas con Ubú, a las puertas del cielo, bajo la dirección de Marisol Martínez. En la sala ya no caben 110 personas: por las medidas de bioseguridad, dispusieron nada más que 50 asientos.
De ahora en adelante empezarán a grabar todas las obras que exhiban, contó: Oficina Nº 1 y Magnus e hijos son, en principio, los planes para el resto del año. “Queremos volver a montar Señor presidente, pero necesitamos mentores. Es un elenco grande, con música en vivo”.
Anakarina Fajardo descubrió un sentido particular en el live de Instagram, que es efímero. La actriz y bailarina integra el equipo de la Asociación Cultural Humboldt, para la que ensaya El Benemérito y la Pávlova, escrita y dirigida por Federico Pacanins, pero desde que comenzó la cuarentena encontró en el live una manera de hacer catarsis y conjurar la incertidumbre.
“Cursaba un diplomado de artes escénicas, que tenía una materia sobre el cuerpo y la escena. Cuando pasamos a modalidad digital, hubo asignaciones para tomarnos fotos con posiciones corporales que significaran cosas de nuestras vida”, evocó. “Después de una de las tareas quise improvisar, puse una de las canciones de El fantasma de la ópera. Lo que sentí fue tan bonito: un paréntesis en medio del encierro. Me conecté con el cuerpo y las canciones que me fascinan”.
Desde entonces ha realizado este ejercicio con frecuencia en su cuenta, con distintas canciones de diversas obras, y también ha compartido extractos de monólogos que ensaya. Luego de la pandemia piensa mantener esta dinámica: “Es muy distinto lo que se vive frente a un público y lo que se experimenta en la privacidad de la casa. De la cuarentena rescato este espacio íntimo y privado que creé en el encierro. No me gustaría dejarlo ir”.
Concluyó: “En general, estas transmisiones por streaming son un esfuerzo importante, además de natural por el instinto de supervivencia. No es teatro, pero hay que continuar adaptándose y permanecer activos, pero estar conscientes de lo que estamos haciendo realmente”.