Díaz-Canel: del punto y seguido, al punto y final, por Tania Costa

Díaz-Canel: del punto y seguido, al punto y final, por Tania Costa

Miguel Díaz-Canel ha debido ver los ánimos muy por el suelo en su Consejo de Ministros para que hayan trascendido en el Granma las palabras con las que ha intentado levantar la moral a su gente. “No es momento de estar apesadumbrados y agobiados”, dijo a los suyos, según recoge hoy el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.

Hacen bien sus ministros en estar apesadumbrados y agobiados. El discurso triunfalista del sucesor de Raúl Castro y del zar de la economía Marino Murillo no convence. La Tarea Ordenamiento ha empezado con muy mal pie y hablar de lo que está pasando minimizándolo y resumiéndolo en “complejidades” es hacerse trampas jugando al solitario.

Claro que los ministros cubanos tienen motivos para estar apesadumbrados y agobiados. Es más, si no lo estuvieran ahora sería muy mala señal. La cosa está fea y por más que Díaz-Canel eche la culpa a los directivos de empresas estatales y a la falta de información de las administraciones a los trabajadores, la Tarea Ordenamiento está siendo un desastre.





Murillo había avisado. Devaluar una moneda, sacar otra de circulación; subir sueldos sin aumentar la productividad; incrementar pensiones y disparar los precios no se había hecho nunca, de golpe, en ninguna parte del mundo, pero Díaz-Canel se cree que él es el más listo de Cuba: Superman tropical.

El fracaso de la Tarea Ordenamiento es una señal más de la incompetencia del Gobierno cubano, que llevaba diez años preparando la unificación monetaria. Han postergado durante una década el gran salto al vacío de la economía y ahora, que están en caída libre dejan solo al hombre de la continuidad gritando desde el aire que van a salir de ésta como han salido de otras peores.

Díaz-Canel espera llegar al fondo del abismo con vida. “A los revolucionarios nos impulsan a crecernos y a superar los problemas como nos ha enseñado la Revolución en su historia”, dice apelando a un discurso amarillento, que huele a siglo pasado.

¿Qué solución espera forzar ahora? ¿El éxodo del Mariel? ¿La crisis de los balseros? Resulta que ya no se puede. El enemigo externo se cansó de solucionar nuestros problemas. ¿Y ahora qué?

Díaz-Canel quiere convencer a los suyos de que ordenarán el desorden de la economía cubana “con dedicación, inteligencia y trabajo intenso”. No digo que el hombre no se esfuerce. No tengo argumentos para creer que no trabaja, pero sí los tengo para pensar que nada de lo que hace tiene efectos positivos en la vida de la gente.

Decir a estas alturas que los únicos problemas que tiene Cuba en estos momentos son la Tarea Ordenamiento, la crisis de la Covid y la escasez de alimentos es como anunciar a la familia de una persona en estado de coma, que sufre metástasis, está desnutrida y es positivo en coronavirus.

Después de 62 años de burocracia y corrupción, Díaz-Canel cree que es posible borrar de un plumazo esas dos lacras que laceran la sociedad cubana. Cree también que ser eficientes es cuestión de poner un cartel a la entrada de una empresa. Cree, además, que sus ministros le creen.

Ellos saben que navegan en un barco capitaneado por una persona cuyo liderazgo es cuestionado por todos, con una imagen machacada por sus torpezas y que cree que continuidad es sinónimo de repetir errores.

El problema de Díaz-Canel es que no se siente responsable de ninguno de los problemas que están hundiendo su Gobierno. La Tarea Ordenamiento va mal por culpa de directivos de empresas; el coronavirus se desató por culpa de “indisciplinas de los viajeros extranjeros y sus familiares” (¿se refiere a emigrantes cubanos?) y no hay alimentos por culpa de la producción ineficiente.

Él no tiene culpa de nada. Es más, se erige en el salvador. “Sabemos qué hay que hacer para solucionar el problema”, dice y todos sabemos que miente.

Díaz-Canel no tiene ni idea de cómo sacar al país de la crisis en la que está metido. La solución más fácil es liberar las fuerzas productivas. No estamos hablando de levantar unas cuantas prohibiciones absurdas al emprendimiento privado. Estamos hablando de sacarle a la tierra toda la riqueza que puede darnos sin necesidad de topar precios, decomisar producciones ni atosigar con normas a los emprendedores.

La situación de Cuba no se arreglará en la Gaceta Oficial. Los precios seguirán subiendo y la inconformidad irá a más. Pero Díaz-Canel y los suyos nos necesitan pobres. No les molesta la riqueza sino lo que podamos pensar, creer y defender cuando ya no tengamos que preocuparnos por hacer una cola para comprar pollo congelado.

Los ministros cubanos hacen bien en estar apesadumbrados y agobiados. Díaz-Canel, lejos de ser el punto y seguido al que aspiraba Raúl Castro, va camino de convertirse en un punto y final. Ya ni los suyos le compran su estado de euforia.


Este artículo se publicó originalmente en CiberCuba el 6 de febrero de 2021