“Había fiestas, sí, pero tampoco era un jolgorio todos los días”, asegura Gabriel Buono en diálogo exclusivo con Teleshow. Si alguien conoce cómo fueron los años más difíciles de Diego Maradona, ese es su ex asistente personal. Él fue testigo de su ocaso profesional, de sus tristezas y de sus debilidades. Y sabe mejor que nadie qué fue lo que pasó en Cuba durante los dos períodos que pasó allí tratando de recuperarse de sus adicciones. Es por eso que, con la autoridad que le otorga el hecho de haber compartido ese período con él, asegura que el astro tuvo dos amores en la isla caribeña que fueron Mavys y Adonay, pero confirma que no tuvo hijos con ninguna de las dos.
Por infobae.com
—¿Cómo llegaste a la vida de Diego?
—Lo conocí en el año ´91, cuando él estaba con un problema de dopping que lo había inhabilitado para jugar, en su casa de Libertador y Correa. A mí me contactó Guillermo Cóppola, porque le teníamos que renovar el pasaporte y la cédula de identidad, y me dijo que me iba a llamar Claudia Villafañe para que le hiciera esos trámites.
—¿Por qué a vos?
—Porque yo conocía gente en centro de documentación de la policía. Igual, en esa época yo ya estaba vinculado al fútbol, porque trabajaba con Daniel Brindisi en Independiente. Y, después, me crucé varias veces con Diego cuando él era técnico de Racing. Pero en el ´98 empecé a trabajar, directamente, con él.
—¿Cuál era tu función?
—Era asistente de los dos: de Guillermo y de Diego. Cuando se va Enrique Torres, que era un secretario que tenía Cóppola, me quedo con él. Y después, en el 2000, traigo a trabajar a Sergio Garmendia, que en 2018 se pelea con Diego y se pone a trabajar a escondidas para Matías Morla.
—Cuando vos empezaste a trabajar con Diego, él tenía un serio problema de adicción…
—Sí. El estaba muy encerrado, vivía en hoteles. Cuando fue el episodio de Punta del Este del 2000 yo no estaba con él. Le había llevado los autos, pero después me había vuelto a Buenos Aires. Así que cuando Diego llegó al Fleming yo me fui a buscar los coches, los traje. Y Ahí hicimos la primera escala de internación en Cuba, adonde fue acompañado por Guillermo, Claudia y sus hijas.
—Pero él ya estaba separado en ese momento…
—Y, la cosa estaba mal… Sí: no vivían en la misma casa. Ya ahí no estaban juntos.
—¿Diego estaba con Laura Cibilla?
—Sí, en el 2000 ya la conocía, pero ella no viajó a Punta del Este.
—¿A Cuba sí?
—Viajó, pero no estuvo mucho. Porque ahí es dónde se termina esa relación de Diego con Laura.
—¿Por qué se termina?
—Se pelearon. Pero no porque hubiera otra persona, fue una cuestión de pareja…
—¿Y él hijo de Laura?
—Para mí no es de él. Yo le pedí a Diego que fuera a la tercera audiencia de filiación porque, si no, le iban a dar el apellido igual. Y el ADN dio negativo.
—¿Lo pueden haber falseado?
—Si yo pensara que hubo algo raro, yo mismo le diría a Laura que se lo haga de nuevo. Para mí, no es hijo de Diego.
—¿Con qué otras mujeres estuvo Maradona en Cuba?
—Primero con una chica que se llamaba Mavys, que estuvo un tiempo largo con él e incluso vino a Buenos Aires para el partido homenaje de Diego del 2001. Y después llegó Adonay.
—¿Ellas fueron novias?
—Novias oficiales. Bueno, para nosotros oficiales…(se ríe)
—¿Alguna tuvo hijos con Diego?
—No: ninguna quedó embarazada.
—Adonay había contado que perdió un embarazo gemelar…
—¡Ni me enteré de eso! Mirá: yo viajé en el 2005 a Cuba, cuando había salido publicado que estaba esperando un hijo de Diego, y le hicimos un test de embarazo que dio negativo.
—¿Y Mavys?
—En la segunda internación que tuvo Diego en el CESAM, en el 2004, vino Mavys a saludarlo. Estuvieron hablando un largo rato en el parque. Ella estaba muy bien y en ningún momento nos dijo: “Tengo un hijo”.
—¿Diego se enamoró de estas chicas?
—Eran compañías…No era fácil Cuba.
—¿Por qué no era fácil?
—Porque nosotros no estábamos en una mansión frente al mar. La Pradera era una clínica. Y en la Habana está el Malecón, pero para ir a la playa tenés que hacer más de doscientos kilómetros hasta Varadero. Así que íbamos cuando Diego quería jugar al golf. Y digo que era difícil porque su vida pasaba adentro de una habitación o de la casa.
—¿No podía circular?
—No. Y, cuando yo iba, mi vida también era adentro. Salíamos nada más que para hacer alguna compra.
—¿Diego logró dejar las drogas en esa etapa?
—Para mí, no. Al principio, cuando estuvieron Claudia y las hijas, sí. Pero cuando se fue la familia volvió a lo mismo.
—¿Por qué?
—Porque tenía una adicción…
—Se suponía que estando en una clínica de rehabilitación él no tendría que tener acceso a la droga, ¿o no?
—La realidad es que no tenés acceso cuando vos tenés ganas de recuperarte. Porque capaz que en la clínica no tenés acceso, pero la vas a buscar afuera. Y él tenía esos permisos para salir.
—¿Diego iba a buscar la droga por la isla o algún amigo se la llevaba?
—¡No! Mirá: la gente que es adicta tiene un código que el que no está en esa no conoce. Pero se da cuenta quién puede vender o dónde la puede conseguir. Y Diego se daba cuanta quien le podía dar lo que él estaba buscando.
—¿Qué hay de cierto de estas fiestas que se hacían en La Pradera, de las que incluso han circulado fotos en las que se lo ve a Maradona con chicas muy jovencitas que podrían llegar a ser menores?
—Yo no te puedo decir que fueran menores. Pero no por defenderlo a él. Una persona que está en adicción, sea de droga o alcohol, no se da cuenta de algunas cosas. Cuando trae a alguien o le traen a alguien, no le pide el documento. Y en el año 2000, menos. Hoy sí esto está muy marcado y uno sabe que no es joda. Pero en esa época no. E, incluso, una piba de 16 años podía decir que tenía 18. Aparte, la mayoría de las personas que podían estar en ese momento con Diego estaban en el mismo problema que él.
—¿Los que lo acompañaban en Cuba también eran adictos?
—Sí. Y capaz que las chicas también.
—¿Eran habituales estas fiestas sexuales de las que tanto se habla?
—No. ¡Tampoco era un jolgorio como algunos piensan! No era todos los días, era de vez en cuando…
—¿Y qué podés decir de los hijos que según dijo Matías Morla, Diego tendría en Cuba?
—¡Eso es un disparate total!
—¿Un invento de quién?
—De Morla.
—¿Para qué?
—Para hacer daño…
—¿A quién?
—A la familia y al propio Diego, dejarlo mal parado. Porque él hacía años que venía golpeado porque no reconocía a los hijos. Y, de esta forma, dejaba mal parado de nuevo al que él decía que era su amigo.
—Pero Morla dijo esto cuando Maradona estaba vivo. ¿Por qué él nunca salió a desmentirlo?
—Porque Diego no lo escuchaba.
—¿No se enteró de lo que decía su apoderado?
—No. Se enteró mucho tiempo después y dijo: “Yo no se nada de que tenga hijos en Cuba”. Pero, aparentemente, cuando Morla salía en televisión la orden era cambiarle de canal a Diego para que no lo viera.
—¿La orden de quién?
—De Morla a la gente que trabajaba con él en ese momento. Porque a Diego no le gustaba que nosotros habláramos con la prensa.
—Pero su abogado salió a hablar de Claudia, de Dalma y de Gianinna e, incluso, se presentó en Intrusos con las hermanas de Maradona…
—Sí, fue re contra armado ese programa.
—¿Por quién?
—Por Morla.
—¿En combinación con las hermanas?
—Y…
—¿Morla las usó a las hermanas?
—Para mí, las usó.
—¿Y Diego no se enteró?
—No. Estoy seguro de que nunca vio ese programa. La bronca que podía tener Diego con Claudia tenía que ver más con un despecho. Él la quería. Y sufría por el hecho de que ella estuviera en pareja.
—¿Nunca superó la tapa de Paparazzi con Jorge Taiana, el novio de Villafañe, y su nieto, Benjamín?
—No. Yo ya no estaba para esa época con Diego, pero estoy seguro de que fue un golpe al pecho. Le hicieron ver una realidad que no aportaba, porque le hicieron un daño.
—A él le molestó enterarse que tanto Claudia como sus hijas le habían mentido al negarle esa relación…
—Sí, pero hay que estar en el lugar de las hijas también.
—¿Te consta que Diego lo hubiera mandado a perseguir o amenazar a Taiana?
—Amenazar no creo…
—¿Perseguir?
—Pudo ser…Él tenía esas cositas de “averiguame”, “fijate”. Pero más que eso no. Ahora, capaz que si investigabas y le decías lo que él no quería escuchar, hasta ahí llegaba la cosa.
—¿No quería ver la verdad?
—No.
—Volvamos a Cuba: ¿La primera internación no sirvió?
—No. Después, cuando lo llevamos al CESAM sí, porque era una clínica en la que se respetó todo y a Diego le hizo muy bien. En el 2004 él estuvo internado en la Suizo Argentina y de ahí fuimos a un centro de Castelar, dónde estuvo un tiempito guardado solo. Los primeros quince días no vio a nadie. Fue duro, pero salió de la abstinencia. Y como él no quería seguir acá, el mejor camino era ir a Cuba. Lo que pasa es que el pensó que iba a ir a La Pradera…
—¿Y?
—Y nosotros sabíamos que en La Pradera iba a volver a pasar lo mismo que la primera vez.
—Cuando decís nosotros, ¿a quiénes te referís?
—Las hermanas, Alfredo Cahe y yo, que éramos los que estábamos al lado de él. Las hijas eran menores de edad. Y con Claudia estaban mal las cosas.
—Ella ya había presentado el divorcio para esa fecha…
—Sí. Por eso es que las hermanas podían tomar decisiones. Y fue lo mejor que pudimos hacer, porque con el tiempo se vieron los logros.
—¿Después de esa internación Diego no volvió a caer en las drogas?
—No. Ahí fuimos a Colombia, dónde se hizo el by pass gástrico porque había llegado a pesar ciento veinte kilos. Hasta ese momento jugaba al golf, porque no podía jugar al fútbol. Pero volvió a la cancha y, en el 2005, hizo La noche del Diez y estaba bien. Pero después cayó en la adicción al alcohol. Los profesionales dicen que, normalmente, el adicto cuando sale de una adicción se mete en otra. Y bueno, él terminó en esa. Pero se complicó cuando, sin querer, empezó a mezclar el alcohol con los fármacos.
—¿Qué tipo de fármacos?
—Él tenía problemas de insomnio. Y, por ahí, estaba tomando un champagne y después se quería ir a dormir o estaba nervioso, así que se tomaba una pastilla. Pero la ansiedad lo llevaba a no esperar el tiempo necesario como para que actuara. Entonces, capaz que a la media hora se tomaba otra. Y, cuando eso hacía efecto, lo volteaba. ¡Pero él no se daba cuenta!
—¿Y los que estaban con él no lo veían?
—¡Sí! Por eso terminamos con otra internación acá, en el Sanatorio Güemes, en el 2007. Pero nosotros hacíamos cosas para que Diego esté bien. Y ahí Verónica Ojeda, que ya estaba conviviendo con él en una casa que alquilaban en Ezeiza, colaboró bastante.
—¿En qué?
—Ayudó a internarlo. La decisión se tomó con Cahe a la cabeza. Y lo llevamos a la fuerza porque necesitábamos que él pudiera salir de esa adicción. Por eso me duele todo esto que pasó, porque se podría haber evitado…
—¿Con una internación compulsiva?
—Sí. Lo que pasa es que acá está la gente que quiere defender lo indefendible. Porque dicen que las hijas firmaron la externación y lo llevaron a Tigre. Pero si hay un profesional que te dice: “Tu papá se nos va de las manos, no acepta al médico, no quiere vernos y no sabemos si toma la medicación”, es otra cosa. Si el médico te presenta ese cuadro y recomienda hacer una internación judicial, vos le estás dando otro panorama al familiar.
—¿Pensás que Leopoldo Luque hizo esto adrede?
—Yo no lo conozco, pero creo que lo hizo de tonto.
—¿De tonto?
—Sí. Pero también digo que si vos creíste de buena fe que lo podías manejar y a las 24 o 48 horas te das cuenta de que no, tenés que revertir la situación. El familiar lo que necesita es que el médico le plantee la realidad. ¿Por qué no había una ambulancia? “Porque Diego no quería”. ¿Y a vos te importa lo que quiere el paciente en ese momento?
—Tal vez le faltaba una persona al lado como cuando estabas vos…
—¿Sabés qué necesitaba Diego? Una persona que lo quisiera.
—¿La familia?
—Sí, pero no la tenía al lado.
—¿El entorno no lo quería?
—¡No!
—¿Quiénes estaban? Morla, su cuñado Maxi Pomargo…
—Estuvo un mes o dos Johny, el sobrino, hasta que lo echaron. Pero Diego no tenía una persona que lo quiera. Y él necesitaba cariño. Capaz que esta gente lo hizo de irresponsable. Le quedó muy grande estar al lado de alguien así. Usaron el tiempo en ganar dinero y no en ver qué era lo mejor para él.
—¿Por qué te separaste vos de Diego?
—Me separaron. Yo hice a gestión para llevarlo a la selección en el 2008 y Diego, ahí, no tuvo un acto de gratitud conmigo.
—¿Qué tipo de acto?
—Económico. Igual, yo la dejé pasar. Porque a mí me dio mucha alegría verlo feliz de ser el DT de la selección. Pero después quedó afuera porque no colaboró con Julio Grondona que quería sacar a una persona del cuerpo técnico.
—¿A quién?
—A Alejandro Mancuso. Julio no quería que él estuviera más. Y Diego, fiel a su estilo, lo salió a bancar. Así que Grondona tomó la decisión de no renovarle más el contrato en la selección. Si no, él hubiera sido el técnico del mundial de Brasil, en el 2014.
—¿Y cómo caíste vos en esto?
—Diego quería seguir dirigiendo. Entonces, me trae una propuesta Cristian Traverso, un ex jugador de Boca, para dirigir en Dubai. Estábamos en España cuando yo se lo comenté. Y empezamos a negociar, hasta que se logra cerrar un contrato por dos años en el Al Wasl a partir del 2011. Pero la idea era que íbamos a trabajar todos juntos ahí.
—¿No fue así?
—Empezaron los egos. Cada uno buscó sus beneficios. Y a mí me alejaron de Diego, tanto que perdí comunicación con él.
—¿Quiénes te alejaron?
—En ese momento estaban Claudia como administradora y Verónica como pareja. Y no hicieron mucho como para que yo me juntara con Diego. Así que esperé sin tener forma de comunicarme con él. Hasta que los abogados me dijeron que tenía un límite para presentar una demanda considerándome despedido y yo la presenté. Pero nunca pensé que íbamos a llegar adonde llegamos. Tengo audios de Maradona diciéndome que quería arreglar lo mío. Pero su abogado nunca vino con una propuesta concreta.
—¿De qué abogado hablamos?
—Ahí ya había entrado Morla. Diego quería llegar a un arreglo, pero él le decía que tenía que aguantar. Porque lo más probable era que Maradona quisiera que yo siguiera trabajando con él.
—¿Y Morla no quería?
—Obvio que no. Porque si no iba a tener el mismo problema que tuvieron los anteriores.
—¿Qué problema?
—Que yo jugaba para Diego, no para ellos.
—¿Entonces nunca llegaste a pelearte con Maradona?
—No, jamás. Si me hubiera peleado no me hubiera atendido más el teléfono…
—¿Vos podías comunicarte con él en el último tiempo?
—Sí, pero me costaba un montón porque le cambiaban el número a cada rato.
—¿Quiénes se lo cambiaban?
—Morla y su gente.
—¿Para qué?
—Para que no se pudiera comunicar con nadie.
—¿Y Diego no se daba cuenta?
—No.
—¿Por qué?
—Por lo que venimos diciendo: porque a Diego lo tenían dormido. Le cambiaban el chip del celular. Y, cuando se armaba lío, se lo pasaban a las hijas. Porque ellas eran las primeras que se daban cuenta de que le habían cambiado el teléfono al padre. Y tenías que conseguirlo otra vez. Así nos pasaba a todos: a los amigos, a los jugadores del ‘86 y a toda la gente que quería saludarlo bien. Acá no es cómo dicen algunos periodistas….
—¿Que lo cambiaba porque todos lo llamaban para pedirle dinero?
—¡Mentira! Si a Diego le hubieran pedido plata como dicen los que defienden a la última administración, no hubiese perdido tanto dinero como el que van a perder en esta sucesión. El no sabía de muchísimas cosas que tenía. Pero con el tiempo nos vamos a enterar de todo.
—Vos que estuviste junto a él durante tantos años, ¿fue feliz Diego?
—No.
—¿Nunca?
—Tuvo momentos. Cuando ganó el mundial, por ejemplo. Yo creo que cuando estaba adentro de una cancha de fútbol, rodeado de futbolistas, era feliz.
—¿Y con las mujeres?
—También, tuvo momentos de felicidad. Momentos.
—¿Es verdad que sufría por no ver a sus hijas y que durante años no pudo reconocer a Junior y a Jana porque estaba presionado?
—Yo creo que él, lo que quiso hacer lo hizo. Y cuando los quiso conocer a sus hijos, lo hizo. Buscó sus formas, sus estrategias de acuerdo a lo que él pensaba. Muchas veces no lo ayudaban en las decisiones.
—¿Por qué murió tan solo?
—Fue por causa de la gente que lo administró, que lo alejó de todos.
—¿Cuándo hablaste con él por última vez?
—Un mes y medio antes de que se muriera.
—¿Y qué te dijo en ese momento?
—Ya no estaba bien. Tiempo antes había hablado y habíamos quedado en que nos íbamos a juntar. Estaba esperando que volviera el fútbol porque quería volver a dirigir.
—¿Tenía ganas de vivir?
—Sí. Él podía tener bajones como tenemos todos. Pero de ahí a dejarse, la verdad que no lo veo.
—¿Cómo te enteraste de su muerte?
—Estaba en casa. Una persona me mandó un mensaje y yo, sin desbloquear el teléfono, leí: “Están tratando de reanimarlo”. Pero lo que menos me imaginé fue que estuviera hablando de Diego.
—¿Y qué pasó cuando viste que hablaba de Maradona?
—Pensé que iba a zafar. Pero ahí ya no había tiempo, porque Diego ya estaba muerto hacía seis o siete horas. Yo es el día de hoy que todavía no caigo. Sigo pensando que está afuera y que en algún momento va a volver. Por suerte, cuando le tuve que decir que lo quería se lo dije. Y él sabía que podía contar conmigo porque mi teléfono estaba siempre prendido. El otro día estaba pensando en eso.
—¿En qué?
—En que voy a empezar a apagar el teléfono a la noche. Porque yo lo tenía prendido siempre por costumbre, porque sabía que Diego me podía llamar a cualquier hora. Y si él me llamaba a la una de la mañana, a las dos o a las cinco, yo lo atendía. Porque yo mi laburo me lo tomé con responsabilidad. Pero ahora creo que lo voy a empezar a apagar porque ya no me va a llamar.