El análisis de muestras de agua oceánica para detectar ADN puede revelar con gran precisión la cantidad de peces que viven en los océanos, al menos con tanta exactitud como el uso de arrastreros y redes, lo que abre la posibilidad de mejores formas de gestión y control de la vida marina.
En un estudio publicado este jueves en la revista científica “ICES Journal of Marine Science”, científicos de las Universidades Rockefeller y Monmouth, así como las autoridades del estado de Nueva Jersey (EE.UU.), señalan que una prueba relativamente sencilla y barata de análisis del agua marina permite detectar el llamado “ADN ambiental”, restos de material genético que se desprende de los peces.
Con esa información, los científicos han comprobado que a través de la cantidad de ADN detectada se puede extrapolar con gran exactitud la biomasa de peces que existe en la zona.
El doctor Mark Stoeckle, investigador asociado del Programa de Medio Ambiente Humano de la Universidad Rockefeller de Nueva York y el principal autor del estudio, declaró a Efe que, aunque la técnica del análisis del ADN ambiental se ha desarrollado desde hace años, hasta ahora no se había utilizado para “contar peces”.
“Queríamos saber si el ADN ambiental podía ser utilizado para contar peces o indicar la abundancia de peces en los océanos. Y la respuesta en breve es que sí, nos da una indicación de su cantidad. Lo que hicimos fue comparar la tecnología del ADN ambiental con la forma en que en la actualidad se contabiliza el volumen de peces”, explicó Stoeckle.
Para ello, los científicos estadounidenses recogieron muestras de un litro de agua en las costas de Nueva Jersey, filtraron el líquido para concentrar el ADN, analizaron el material genético de una forma similar a como se hace con el ADN de la escena de un delito, y compararon los resultados con los datos recopilados con el uso de un arrastrero de fondo, que es el principal método con el que se determina la población de peces.
Stoeckle señaló que los peces, y otros organismos, desprenden ADN como caspa, dejando un rastro genético allá por donde pasan, en forma de células de las escamas, heces, orina, huevos u otras formas de residuos biológicos.
El doctor Jason Adolf, coautor del estudio y profesor asociado de Ciencia Marina en la Universidad Monmouth de Nueva Jersey, reconoció a Efe que “el método es bastante sencillo”.
“Lo más básico que todos los ecólogos hacen, incluidos los ecólogos marinos, es contar elementos en la naturaleza. La dificultad es contar peces en el mar: no se puede ver bajo el agua y los peces se mueven en un ambiente tridimensional mientras intentas capturarlos con un red arrastrada por un barco. Esta tecnología es increíblemente sofisticada”, dijo Adolf.
El estudio demostró que el análisis del ADN ambiental en un litro de agua sustituye el trabajo de una arrastrero capturando peces en un volumen de agua equivalente a 66 millones de litros.
Y todo ello a una fracción del coste de operar un arrastrero. Los dos científicos indicaron que un año de análisis de ADN ambiental tiene un precio de 12.000 dólares.
Stoeckle, uno de los pioneros que desarrollaron la tecnología de “código de barras genético” durante la primera década del siglo XXI con la que se identifican especies gracias a pequeñas porciones del ADN, añadió que “las aplicaciones del ADN ambiental en el ámbito marino son enormes”.
“Es una herramienta de bajo coste para controlar la efectividad de las políticas de protección marina o de los esfuerzos para restaurar los arrecifes de coral, por ejemplo. También puede revelar los efectos de las actividades industriales en el mar, como las granjas de molinos de viento o las plataformas petrolíferas o la pesca recreativa y comercial”, dijo.
Adolf destacó que el ADN medioambiental también tiene un gran potencial para identificar vida en regiones oceánicas, donde es difícil el uso de arrastreros y para detectar especies poco comunes sin utilizar una técnica tan destructiva como el arrastre de redes por los fondos marinos.
Tanto Stockle como Adolf reconocieron que la técnica del ADN medioambiental para contabilizar peces tiene que ser refinada para ajustar las diferencias entre las diferentes zonas oceánicas y las características de las especies, ya que, por ejemplo, no todas desprenden la misma cantidad de material genético.
Como indicó el director del Programa de Medio Ambiente Humano de la Universidad Rockefeller, el doctor Jesse Ausubel, “el ADN ambiental hace de los océanos un mar de información biológica”.
EFE