Gregorio Poleo* lo vivió en carne propia a mediados de noviembre la odisea da sacar la cédula cuando fue al Saime para poder gestionar el cambio por deterioro. Él tenía en la mente que a la oficina de La Trinidad acudía poca gente porque al estar retirada de las vías del transporte público, los interesados prefieren ir ir a lugares como Plaza Caracas o Los Ruices, donde las colas de personas son de nunca acabar.
Por Tal Cual
A las 5:30 am tomó un taxi y llegó al centro comercial La Trinidad, cerca de la zona industrial del referido sector del municipio Baruta. Al llegar, a eso de las 6:00 am, su primera sorpresa fue ver la gran cantidad de vehículos en esas calles que por lo general están vacías, junto a la larga hilera de personas que se extendía alrededor del edificio. Aunque todos tenían su tapabocas, muy poco se respetó el principio de distanciamiento social fuera de la oficina del Saime.
Lo primero que tuvo que determinar Gregorio fue cuál era el final de la cola porque la aglomeración de la gente hacía que se confundiera. Allí supo que no era una, sino dos: la destinada a la tercera edad y la otra para los demás ciudadanos. Luego de caminar y encontrar al último de la fila, se puso a conversar con las personas que estaban cerca de él.
Momentos después un cuaderno apareció entre los que estaban haciendo la cola, para anotarse en una especie de «lista» y así impedir que otras personas se colearan. Al final, ese cuaderno desapareció y no se supo más de él, dejando más de dos centenares de números de cédulas anotados sin saber el destino y el uso que le darán.
Como a las 7:30 de la mañana, un funcionario del Saime empezó a hacer un «reconocimiento» para saber hasta dónde llegaba la cola. Tardó como 20 minutos o más en pasar nuevamente por el punto donde Gregorio estaba, que era como a unos 150 metros de la entrada al centro comercial. Ya para entonces lamentaba no haberse llevado un banquito portátil.
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