De los escenarios a las clases en línea, así se reinventan estos músicos venezolanos

De los escenarios a las clases en línea, así se reinventan estos músicos venezolanos

El flautista y profesor Daniel Richardson llegó junto a su esposa y también flautista Flor Elena Ruiz, a Urabá, Colombia, en febrero de 2020. Llegaron para consolidar lo que ya venían haciendo de manera intermitente desde 2018, pero los confinamientos obligatorios los forzaron a las clases a distancia, en línea, por primera vez y ahora la sigue a ella en el nuevo empeño.

Por Luis Felipe Rojas / voanoticias.com

“Hemos tenido que levantar un grupo de niños desde un nivel de conocimiento muy elemental, hasta comenzar a cumplir objetivos de repertorio en pocos meses y a través de internet. Nos ha cambiado a todos”, explica.





Richardson, oriundo de San Cristóbal, en el occidental estado Táchira en Venezuela, estudió en el Conservatorio de La Chaux-de-Fonds en Suiza y sirvió como docente en la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET).

Aunque han tenido resultados halagüeños en Colombia, no todo ha sido color de rosa, añade. “Nos hace mucha falta la clase presencial, nos afecta la mala calidad de la conexión, el retraso en el audio o la desconexión aleatoria”.

Sin embargo, el músico asegura que están “muy orgullosos de los niños, que se han aplicado a participar de cada proyecto”, y como reto han tenido que aprender desde fotografía, a edición de video.

El proyecto infantil de la Orquesta Sinfónica de Urabá es un sueño que acaricia como un tesoro junto a las demás coordinadoras Yilmar Vivas (violín y viola), Atamaica Ruiz (violoncello) y Flor Elena Ruiz (flauta traversa).

“Utilizamos Zoom para todas las clases”, pero también han generado material educativo “para aquellos que no tienen esa posibilidad o la disponibilidad horaria” y lo publican en su canal de YouTube.

“Nosotros somos cuatro profesores atendiendo a cientos de niños en toda la región”, explica orgulloso, y concluye: “Son muchas puertas que ellos mismos abrieron, y que nos servirán para llegar a ellos de manera más significativa y dejar un aprendizaje mucho más completo”.

Una cosecha impensable

Manuel Rojas proviene de Barquisimeto, estado de Lara y el recorrido desde el sistema nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles lo ha llevado a ser hoy día uno de los flautistas más reconocidos de Venezuela, pero ya “vivía” desde 2012 de impartir la docencia por internet, ofreciendo incluso clases magistrales.

Lleva dos años en Houston, Texas, allí se afincó junto a su esposa y dos niños cuando viajaba junto al cuarteto experimental Ensemble Garrufío y decidió enrumbar su vida, desde Estados Unidos.

“Los últimos dos años, antes de venir, vivíamos de las clases online. Yo tenía alumnos de todo el mundo, de Europa, América; tenía doce o catorce alumnos (…) para como estaba Venezuela… vivíamos tranquilos”, rememora.

Se preguntó qué podía hacer en este país, dudó de volver a tocar la flauta.

Manuel acaba de grabar un disco con un bandolista paisano suyo, tiene un puesto en la prestigiosa Houston Latin American Philharmonic, dirige el campus de una escuela de música cristiana y la popularidad de las clases en línea le ha abierto más puertas.

“Esta pandemia para mí ha sido muy beneficiosa. Como músico ha sido de las mejores cosas que me han pasado este año”, dice sin rubor, ríe a carcajadas.

Dice que cuando inició sus pasos como maestro por internet no creían en él.

“Los flautistas me decían, ‘tú estás loco, nadie va a querer clases online’”, pero asegura que hoy le llueven las invitaciones a festivales internacionales: “Me he conectado con ochenta y cuatro flautistas de seis u ocho países”, en una Masters Class.

Está seguro de que la dinámica entre los músicos y los melómanos, y los profesores y los alumnos van a cambiar definitivamente después del nuevo coronavirus.

“El mundo ya no va a ser el mismo, nos obligó a escoger: o lo haces o tu hijo no puede seguir estudiando, además nos demostró que era mucho más fácil de lo que imaginábamos”, concluyó Manuel.

Llevar alegría a la gente

El cuatrista Henry Linarez contó hace unos meses a la VOA cómo llegó a Estados Unidos. Se estableció en Miami y, junto a su esposa Rebeca Linarez, montó un estudio de grabación en su propia casa en la ciudad de Miramar.

Para esta ocasión hizo un aparte, entre sesiones de grabación para un nuevo disco.

Ya daba clases por internet, a lo que ha unido conciertos y charlas con otros profesores, pero dice que se ha convertido también en el consuelo para “alumnos y amigos que han estado muy tristes por esta pandemia”.

“¿Tú sabes qué es lo más fuerte de esta pandemia? Que no hay abrazos, no hay alegría”, reflexiona, mientras recuerda cómo los cierres de negocios y escuelas y los mismos confinamientos le trajeron la idea de ampliarse y continuar.

Actualmente, Linarez tiene entre una docena y 15 alumnos distribuidos por EE.UU. y otros países. Su vida, dice, está llena de nuevos proyectos y maneras distintas de seguir en lo que ama, la música.

“Aun en medio de la dificultad, de la incertidumbre, de la poca relación de contacto con las personas, hemos estado creando desde casa, componiendo canciones y les hemos estado llevando a la humanidad algo que nos obligó a los músicos a encerrarnos en un laboratorio para sacar un resultado que esperemos sea favorable”, se anima a decir.

Linarez no tiene duda de que el regreso a lo que se está llamando “la nueva normalidad” hay un cambio significativo en el modo de ofrecer y disfrutar la música.

“Hay un nuevo producto con nuevas herramientas que fueron creados en este momento. Eso hace que la humanidad renueve su sentido auditivo con nuevos sonidos, nuevas tendencias y eso a los melómanos nos encanta porque vamos a sentirnos rejuvenecidos”, concluye.