El virus no ha trastocado las ancestrales alcantarillas de la Villa y Corte. Incluso con mascarilla en ristre los círculos capitalinos han vuelto al rastrojo. Uno de los temas de conversación y aún de conjetura es el “oro de Venezuela”.
En este sentido, la causa judicial abierta contra Raúl Morodo, embajador en su tiempo de ZP en Caracas, puede deparar mucha información (sorpresa, ninguna) acerca de las docenas de interrogantes que sobrevuelan una relación altamente inquietante entre los sátrapas bolivarianos del país caribeño y renombrados prebostes de la izquierda española. Zapatero, en efecto, se ha desvinculado de toda actividad delictiva de su poncio, pero es un hecho cierto que José Bono guarda un silencio atronador, máxime cuando es el perejil de mil y una salsas.
PSOE y Podemos, es decir, Sánchez e Iglesias, han evitado que el Congreso de los Diputados reprobara la última decisión de Nicolás Maduro de expulsar de Venezuela a la embajadora de la Unión Europea; el dictador caribeño acompasó su despido con insultos a la UE –“colonialista”,”supremacista”- . Mientras, el socialista español Josep Borrell, ex ministro de Sánchez, hoy jefe de la diplomacia europea, pone el grito en el cielo sus correligionarios en Madrid avalan al régimen chavista.
No se ha olvidado el “Delcygate” porque no se puede olvidar. El ex jefe de la inteligencia bolivariana, general Hugo Carvajal “El Pollo” se fugó en Madrid ante las narices de los agentes de seguridad española (CNI y Policía) y así lleva muchos meses sin que haya noticia alguna acerca de su paradero.
Aquí hay mucho intríngulis que podría esclarecerse cuando la DEA y el FBI interroguen en breve al testaferro de Maduro recientemente apresado en un país africano. Resulta enternecedor el silencio de un gobierno europeo que parece estar atado de pies y manos ante la mera posibilidad de cabrear a los narcotraficantes herederos del comandante Chávez.
Olvidan que, al final, todo se sabe…
Este artículo fue publicado originalmente en El Confidencial el 4 de julio de 2020