Desde su destierro en Buenos Aires, el expresidente Evo Morales sigue teniendo influencia en la política boliviana y en medio de la pandemia apuntala a su partido para las elecciones del 6 de septiembre.
“En este momento cuando Evo Morales está en el exilio, fuera del poder, él se ha convertido en una especie de gran elector”, grafica para la AFP el politólogo y profesor universitario Carlos Cordero.
Dice que Morales (2006-2019) actúa como “gran elector” porque él designó al economista Luis Arce como candidato presidencial del Movimiento Al Socialismo (MAS), mientras otros dirigentes y bases pretendían escoger al excanciller aymara David Choquehuanca o el joven líder cocalero Andrónico Rodríguez.
A pesar de que no tuvo arrastre inmediato en las filas partidarias, Arce figura a la cabeza en las últimas encuestas. Si este apoyo es ratificado en las urnas, el MAS recuperaría el poder un año después de la renuncia de Morales.
Arce supera con 33,3% al centrista expresidente Carlos Mesa (18,3%), a la gobernante derechista interina Jeanine Áñez (16,9%) y a los demás candidatos.
La socióloga y académica María Teresa Zegada indica que Morales es una pieza clave en la presente campaña electoral.
“Creo que él va a seguir en ese rol tan importante, en la medida en que siga constituyéndose en un factor político de polarización en el país, hay sectores importantes que apoyan al MAS y en eso está la presencia de Morales”, dice a la AFP.
El exmandatario, de 60 años, solía convocar a dirigentes del MAS a reunirse con él en Argentina, pero debió suspender esos encuentros por la pandemia. Ahora manda líneas de acción a su militancia a través de las redes sociales.
“Volveremos millones y devolveremos la libertad y la dignidad al pueblo boliviano”, dice un mensaje fijado en su cuenta de Twitter que sus seguidores repiten cual si fuera un mantra religioso.
– “Liderazgo mesiánico” –
Indígena aymara amigo de la Cuba de los hermanos Castro y de la Venezuela de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, Morales renunció en noviembre de 2019 tras una convulsión social en rechazo a su polémica reelección un mes antes, en medio de denuncias de fraude.
Las revueltas se extendieron y los jefes de las Fuerzas Armadas y la Policía le quitaron su apoyo.
Asediado, Morales anunció su renuncia en su fortín político, el Chapare cocalero en el centro del país, y salió asilado hacia México, que envió un avión militar a recogerlo. En diciembre se mudó a Argentina, donde obtuvo refugio que de su aliado Alberto Fernández.
Morales construyó un “liderazgo mesiánico”, por eso su voz sigue con peso a pesar de su exilio, dice Cordero.
“Estos líderes se convierten en profesionales de la política, viven de la política y para la política, y ya no saben hacer otras cosa que política (…). Su vida es simplemente hacer política, ese es el perfil psicológico de estas personas”, agrega el profesor de la Universidad Católica.
Morales se mantiene como principal figura de su partido, cuyos votantes son principalmente indígenas y campesinos, y en las filas del MAS no hay quién le haga sombra.
“Tenemos una figura gravitante, pero al mismo tiempo desgastada, y ya no es la figura que era cuando ocupó la presidencia del país”, dice Zegada, docente de la estatal Universidad Mayor de San Simón.
Explica que el expresidente se ha beneficiado de los errores y escándalos de sus adversarios en el poder, como las supuestas compras a sobreprecio de insumos médicos para la emergencia sanitaria que salpican a funcionarios del gobierno de Áñez.
Tras llegar al poder en 2006 y ser reelegido dos veces con holgada mayoría, Morales comenzó a enfrentar problemas cuando decidió postularse nuevamente.
En 2016 perdió un plebiscito en que buscaba luz verde para buscar la reelección, pero al año siguiente un polémico fallo de la corte constitucional lo facultó para ser nuevamente candidato.
Tras la votación del 20 octubre de 2019, hubo demoras en el cómputo electoral, lo que alimentó denuncias de fraude que gatillaron las protestas en su contra. AFP