El difícil acceso que existe en Venezuela a la gasolina subsidiada hace que choferes de camiones distribuidores de alimentos se inclinen, cada vez más, a comprar combustible a precio internacional o bachaqueado, causando un aumento en el precio de venta de los alimentos. Estas irregularidades impactan hasta tal punto que las tarifas actuales superan fácilmente la lista de precios regulados que emitió el Gobierno nacional.
Por José Daniel Sequera | LA PRENSA de Lara
Así lo explican economistas y transportistas al señalar que la preferencia de comprar el litro de gasolina en estaciones de servicio premium (0,5 dólares por litro) o bachaqueada, que va entre 1,5 y 3 dólares por litro se debe a que para la opción más barata (subsidiada a 5 mil bolívares), es un caos total que representa esperar en colas kilométricas hasta por dos días, retrasando la entrega de los productos a los puntos de venta.
Choferes de camiones 350 que trabajan en Mercabar, en mercados populares o los que realizan viajes para otros estados, afirman que la compra de gasolina “cara” es parte de su rutina de trabajo, porque los 120 litros de gasolina subsidiada al mes que casi nunca logran conseguir, no es suficiente para llevar producto para Trujillo, Zulia o Portuguesa.
Ricardo Gutiérrez transporta pescado en su pequeño camión cava para el Zulia, y en un solo viaje puede gastar hasta 300 dólares en gasolina porque necesita llevar unos bidones full con combustible para ir y venir con tranquilidad.
“Ese dineral que gasto en gasolina se lo tengo que agregar al precio del kilo de pescado. A mí me lo venden en 150 mil bolívares, y me toca venderlo por lo menos en 250 mil bolívares porque si no pierdo. Mis clientes zulianos se quejan del aumento, pero entienden que así es como se está trabajando”, dijo mientras estaba en una cola.
Esa misma realidad la vive Danilo Verde, quien se dedica a transportar plátanos para Barinas. Él dice que normalmente un racimo de este fruto puede costar 70 bolívares, pero con el gasto de comprar unos 40 litros de gasolina a 80 dólares (2 verdes por litro), el precio puede aumentar hasta 90 mil bolívares.
Expertos en economía como José Sivira explican que en las primeras dos semanas que se comenzó a despachar el combustible iraní, no se ha garantizado a los transportistas de alimentos la gasolina subsidiada y es por ello que los choferes han tenido que recurrir a las estaciones de servicio premium o comprarla ilegalmente a terceros.
“A nivel contable, las estructuras de costos cambian, y por eso el precio a los consumidores aumenta a discreción del distribuidor”, analiza Sivira, quien argumenta que la compra de la gasolina a alto precio más la espiral hiperinflacionaria en la que se encuentra Venezuela desde finales del 2017, crean las condiciones necesarias para que el precio de la comida aumente.
Sin embargo, para Gerardo Álvarez, economista y asesor de la Cámara de Comercio del estado Lara, la decisión que toman los distribuidores de alimentos de comprar la gasolina a precio internacional queda “bajo la responsabilidad de cada chofer”, así como el aumento que le hace a los alimentos, porque muchos de esos gastos no quedan registrados aunque aclara que quien sufre los embates de esta problemática no es el conductor sino también el consumidor final.
“Decir un porcentaje de aumento que sufre en el precio la comida que distribuyen estos camiones es difícil porque cada quien adecúa el valor a su gasto en gasolina, pero al final el que se ve afectado es el consumidor que es el que debe llevar alimentos a su casa además de que no se cumple lo que dijo el Gobierno nacional y regional cuando anunciaron que la gasolina subsidiada sería destinada también para el sector alimentos y servicios”, detalló Álvarez.
El aumento del precio ya lo sienten los guaros, pues tras un recorrido realizado por LA PRENSA en mercados populares, bodegones, abastos chinos y supermercados , se evidencia que la lista de artículos regulados quedó en el olvido.
En el caso de las proteínas, según la lista de precios acordados, el kilo de lomito debería estar en Bs. 678 mil 423, pero el precio promedio en la calle es de 800 mil bolívares, mientras que el cartón de 30 huevos está regulado en 624 mil 863 “bolos”, pero se puede conseguir en abastos hasta en Bs. 660 mil.
Tales precios, durante la cuarentena impuesta por la pandemia de COVID-19, se convierten en un dolor de cabeza para los guaros, pues muchos de ellos afirman que son montos muy altos en una época en que casi no hay trabajo y de ingresos insuficientes.
“Iba a comprar una harina PAN, pasta, arroz y frijoles, que es lo más barato, pero llevo tres horas caminando y todavía no he podido comprar ni un producto porque solamente cargo 600 mil bolívares”, dijo con cierta angustia José Benítez cuando caminaba entre los buhoneros de la avenida Carabobo con calle 34.
Benítez y otros guaros consultados como el pensionado Armando Mendoza, apuntaron que si antes de la cuarentena compraban lo necesario, ahora “compramos mucho menos que eso”.
Lo dicho por Benítez y Mendoza fue respaldado por el economista Asdrúbal Oliveros, quien resaltó que, desde que empezó la cuarentena, el Índice de Precios al Consumidor en el rubro de alimentos ha aumentado 197 por ciento.
El experto indicó que este incremento se produce por las dificultades con relación al transporte, a los servicios públicos y el sector agrícola, además de la hiperinflación galopante. “Sólo un porcentaje pequeño de la población puede adquirir todos los alimentos en su contenido calórico ideal”, dijo.