Ciertamente, si se evalúa esa percepción de la población, por los resultados obtenidos en mucho más de dos décadas, esta tiene mucha razón y justificación. La política como conjunto de actividades para darle forma al estado y la organización de las sociedades humanas, ha perdido sentido. Una condición sine qua non de la política, es que se hace a través de la palabra escrita o hablada y uno de sus valores fundamentos es decir la verdad.
En cualquier país, en cualquier idioma, las personas que hacen política, deben decir la verdad, a través de mensajes que se elaboran con palabras, frases y oraciones, que transmitan claramente y sin ambigüedades lo que se quiere decir. Esta verdad no es absoluta, pero si con fuertes pilares y valores tales como: responsabilidad, honestidad, solidaridad, respeto y justicia, se tiende a hacer concreta, en el plano de la acción política.
A este respecto, los partidos políticos se proponen metas de acuerdo con sus valores. Si sus miembros dicen la verdad y hacen lo que dicen, van logrando sus metas. Los partidos políticos deben ser coherentes, no pueden ser ambiguos o “a gusto del consumidor”, solo por quedar bien en una situación determinada. Con entusiasmo, pasión, diciendo y defendiendo la verdad, pueden impulsarse cambios que parecen imposibles.
Si los miembros de un partido político, no creen, no confían en su organización, son susceptible a la frustración por no lograr los apoyos inmediatos, lo que da paso al populismo; que consiste en ofrecer lo que no se tiene o prometer lo que no se está dispuesto a cumplir. Al agotarse los recursos, no lograr las metas, la falta de integridad, decir mentiras y obtener rechazo de la población; el partidismo exacerbado por el fanatismo, hace que la libertad desaparezca y la democracia degenere en tiranía.