Venta de alimentos: El comodín de muchos en la frontera frente a la cuarentena

Venta de alimentos: El comodín de muchos en la frontera frente a la cuarentena

Recorrer San Antonio del Táchira, en época de cuarentena, es toparse con algunas aceras, o bajo la sombra de un árbol, con puestos de venta de alimentos improvisados, una alternativa para muchos en un escenario con pocas opciones.

Por Jonathan Maldonado / lanacionweb.com





En la vía que da hacia Peracal, hay varios tarantines acomodados por vecinos para ofrecer sus productos de primera necesidad. Todos usan tapabocas y guardan su debido distanciamiento. La mayoría de los artículos son traídos de La Parada, en Colombia, por los llamados caminos verdes.

Luz Marina Pinzón, de 53 años, tiene pocos días con su puesto. Otrora, era vendedora de café junto a su hija y esposo. “Llegábamos hasta la avenida Venezuela”, dijo quien ha surtido su tarantín de chucherías, refrescos, harina, azúcar y arroz. “Es muy poca la gente que compra, pasan sin dinero”, lamentó la dama.

Pinzón se instala frente a su casa a las 9:00 a.m. y a la 1:00 p.m. ya está recogiendo la mercancía. “Solo espero que las ventas mejoren un poco, pues lo que uno hace es para medio comer”, apuntó.

“Hay que tener paciencia”

Elisa Martínez, habitante del barrio Simón Bolívar, se traslada todos los días a Cayetano Redondo para vender pan y leche frente a la fachada de una vivienda cuya familia le dio el permiso. “Hay que tener paciencia, poco a poco se van vendiendo las cositas, pues con la cuarentena ha aumentado este tipo de ventas”, dijo.

“Mi esposo la compra en La Parada, él va por las trochas y la busca. Él se va bien tempranito, cuidándose siempre. Va una o dos veces a la semana. Vendo la leche a 2.500 pesos y la bolsa de pan también. Llego a las 9:00 a.m. y me voy antes de la 4:00 p.m.”, explicó.

Un kilómetro más abajo del puesto de Martínez, se encuentra Loida Manrique, de 60 años. “Llevo un mes ubicada acá. Tenía mis ahorros y viendo que no sabemos hasta qué tiempo va durar esto, entonces invertí el dinero en estos productos, para poder sobrevivir”, acotó.

Con una Biblia en mano, Manrique recordó que antes de la pandemia se dedicaba a «carruchear» en el tramo binacional. “Este es el momento de la mañana y aún no he vendido ni un kilo de arroz. Ahorita estoy leyendo la palabra de Dios, ya que esto, lo que hago, es para el sostén de mi familia”, remarcó la sexagenaria.