Sin peregrinos, no hay Camino de Santiago. Los viajeros comprendieron el mensaje desde el mismo momento en el que se instauró la alerta sanitaria por el coronavirus y todas las rutas se vaciaron a un ritmo acelerado.
La espectacular catedral de Santiago de Compostela (Galicia, noroeste), que es meta final del camino, está cerrada a cal y canto.
Ya nadie saluda por las diversas rutas con el tradicional “buen camino”, la alentadora frase que dio título al documental de Lydia B. Smith estrenado el año pasado.
Es una de las diversas películas que mostraron el camino, en este caso aportando una mirada introspectiva y plural sobre la que es, al menos a sus ojos y a los de los seis protagonistas reales, una aventura de superación, camaradería, hospitalidad y de mucho sentido del humor.
Un total de 347.600 personas realizaron el camino en 2019, según los datos de la Oficina del Peregrino de Santiago, un 6,2 % más que el año anterior. Los caminantes llegaron de todo el mundo, hasta de Fiji o Palau, y entre los latinoamericanos los más numerosos fueron los brasileños (6.025) y mexicanos (4.091).
La Federación de Asociaciones de Amigos del Camino defendió desde el inicio de la crisis actual las consignas de “Peregrino, no es el momento”, “El Camino puede esperar” y “Me quedo en casa”, unidas a un llamamiento en su web en el que apelaban a la sensatez y a “apaciguar las ansias” hasta que todo retorne a la normalidad y se levante el aislamiento social.
Las flechas amarillas que guían a los caminantes, uno de los símbolos más internacionales de esta histórica ruta de peregrinación, a la sazón la más antigua, concurrida y celebrada de Europa, ya no guían a nadie.
SIN PEREGRINOS, CONCHAS NI MOCHILAS
No hay peregrinos que porten las tradicionales conchas, ni las mochilas, ya sea a pie, en bicicleta o a caballo. En la llegada, tampoco están los flashes que captan la magia de pisar con los castigados pies el destino anhelado.
Las instantáneas son muy diferentes, de las que queman la retina. Captan el vacío de la histórica plaza del Obradoiro, ante el monumental Pórtico de la Gloria de la catedral, una joya escultórica del siglo XII.
Y es difícil asumir que una tradición religiosa y secular famosa en todo el mundo se haya esfumado de repente, aunque temporalmente, en un ejercicio de responsabilidad cívica.
También parecen haberse difuminado el Botafumeiro, el enorme incensario, y la tumba del Apóstol, que aunque siguen donde siempre, permanecen en el templo sellado.
La duda más frecuente ahora entre aquellos que desean emprender de cero o retomar esta hazaña, como reflejan las redes sociales, es hoy: “¿En los albergues, ahora sin funcionamiento, habrá algunos cambios?”.
La corriente mayoritaria considera que sí, en el sentido de que podría haber un mayor grado de intimidad, en lugar de tener tantas camas por recámara. Algo que no es incompatible con mantener una vida “comunitaria” durante el día, consideran.
Otra cuestión es que 2021 será -por primera vez desde 2010- Año Jacobeo. Es cuando el festivo de Santiago Apóstol (25 de julio) recae en domingo, y en estos años se abre la Puerta Santa de la catedral y los peregrinos logran la indulgencia, lo que atrae una afluencia mucho mayor al camino.
Por ello, habrá que ver cómo se reanuda la actividad, tanto por la garantía de las condiciones sanitarias de los albergues como en el ánimo de los peregrinos, que pueden ser mayores por ser Año Jacobeo y por todos los viajes frustrados durante 2020. EFE