Una derrota internacional de enormes consecuencias recibió el régimen forajido cuando la vicepresidenta ejecutiva usurpadora trató de colarse furtivamente en España y fue descubierta bajo el faro iluminador de la verdad y la justicia. Con la llegada del felón militar intergaláctico al poder, inauguró el adefesio conductual arbitrario y personalista, violador de los Derechos Humanos, como es el “porque me da la gana”, que utilizó a discreción el mandón como mandarria opresora para derrumbar el edificio republicano construido en el ejercicio de 40 años de práctica ininterrumpida de democracia.
Este modelaje pervertido vertió aguas abajo y se hizo moneda de uso entre sus secuaces, se fue sedimentando como conducta sistemática y terminó conformando la corporación criminal que ejerce su furia contra la población y se ha convertido en muralla interceptora de la soberanía popular.
Acostumbrados al ejecútese del “porque me da la gana”, la señora se fue a España donde la claque tiene prohibido ingresar al igual que en los demás países de la Unión Europea y puso en aprieto al gobierno aliado y frágil de Pedro Sánchez, sostenido por “Podemos”, partido que nació putrefacto con dinero sucio proveniente de la corrupción abrasadora del régimen. La incursión ha destruido la reputación del gobierno español que mostró debilidad y complicidad al no deportarla. Como suele suceder con los lances del destino, la operación de la zurda conducta, opaca y clandestina, contrastó con la apoteosis vivida en Puerta del Sol por el presidente interino venezolano. El episodio terminó en otro descalabro internacional del régimen repudiado.
Por cierto, qué dirán los impostores y usufructuadores del ideal bolivariano con esta perla: En 1824, para frenar la corrupción administrativa que veía venir a pasos agigantados, El Libertador decreta la pena de muerte para “todo funcionario público, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de 10 pesos para arriba”.
Venezuela atraviesa una crisis humanitaria compleja y estamos desguarnecidos para enfrentar, Dios no lo quiera, cualquier epidemia como el coronavirus.
Llegó la hora de superar la valla de la interceptación de la soberanía popular y que el primer doliente decida por sí mismo: actuando directamente la ciudadanía no investida de autoridad, expresando su voluntad inequívoca por medio de una consulta vinculante, sin CNE, que no se requiere en este caso.
El desalojo de la usurpación pudiera lograrse mediante esa consulta popular; verificado el objetivo, el mundo libre desconocerá al régimen sin la necesidad de misiles, solo rompiendo relaciones. Contra una nación invadida un mundo liberador.
Corresponde a los venezolanos decidir directamente porque somos la encarnación de la soberanía popular.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!