Victor Jimenez Ures: La comunidad internacional no está resolviendo… ¿y entonces?

Victor Jimenez Ures: La comunidad internacional no está resolviendo… ¿y entonces?

No se trata de que la población sea estúpida ni de memoria corta, sino que todos, en lo más profundo de nuestro ser, tenemos la necesidad de creer y soñar; por tanto nos damos permiso de confiar, una y otra vez con renovado denuedo; y he allí donde la mala praxis de la política hace su aparición: Cuando quienes la ejercen (la política) se burlan de esa sagrada confianza y alimentan sus apetencias mofándose de quienes depositaron su fe en ellos.

Sucedió en Nicaragua, y sucede ahora en Argentina. Los demagogos populistas tienen un atractivo incuestionable a los ojos de las masas; emotivas, nobles, enamoradizas y, en buena medida, inocentes. Justamente, la existencia de esos importantes (y preocupantes) precedentes, cuando menos, enciende las alarmas respecto a lo que sucederá el día después de que los factores democráticos tomen las riendas del país. ¿A pesar de todo lo que hemos sufrido, en diez o veinte años la población volvería a votar por el chavismo?

No lo olvidemos, la democracia es frágil e imperfecta, por eso mismo se hace tan susceptible de sufrir descalabros que pongan en riesgo su existencia; de allí la importancia de que los sistemas democráticos generen en su propio seno los mecanismos jurídicos que les permitan auto-preservarse de los peligros que les amenacen, toda vez que, en líneas generales, las democracias mueren desde adentro, las matan sus hijos…





No podemos olvidar además ¡Y vaya que lo sabemos los venezolanos! Que la democracia y la libertad cuestan ríos inconmensurables de sangre, y resulta extremadamente difícil lograr un pacto social que equilibre la balanza de poderes estamentales, de modo que se alcance plenamente la ansiada paz social que conlleva al bienestar y al progreso tan largamente anhelados.

Todas las democracias sólidas y maduras del mundo occidental están cimentadas en el martirio de sus héroes, en el sufrimiento esperanzado de sus padres, y en las luchas (muchas veces clandestinas y anónimas) de los visionarios que se atrevieron a alzar sus voces en contra de la tiranía. El valor de la democracia no puede medirse solamente por su existencia en sí misma, sino por el laborioso proceso de su creación, de allí que su precio no deba regatearse, ni su defensa relajarse.

Todo lo anterior nos lleva a cuestionarnos: ¿Debemos tolerar la existencia del chavismo como corriente política cuando haya acabado esta pesadilla? Puede que la pregunta suene a retórica triunfalista, pero entraña un profundo debate ético dentro de las filas demócratas venezolanas. Al fin y al cabo la valoración de la respuesta se ve supeditada a una verdad abrumadora: Si no contamos con ayuda militar internacional, para cambiar de sistema político es necesario que quienes detentan el poder colaboren (dado que nunca tuvimos las armas para desplazarlos por las fuerza) y no podemos pretender que los jerarcas del chavismo cooperen con la instauración de un sistema que les excluirá y perseguirá. Entonces… ¿tenemos otra opción? Sí, solamente nos quedan el dialogo y el pragmatismo.

¿Y quién es culpable, Juan Guaidó o la comunidad internacional?

Si nos atenemos a la Teoría de la Causalidad, los verdaderos culpables fueron los millones de venezolanos que en su momento votaron por la opción chavista, pero esa es otra historia. Acá analizamos la resolución del problema, no sus causas, que deben estudiarse muy a profundidad.

No hay dudas, la comunidad internacional ha alzado su voz contra de la dictadura venezolana, pero nada más… los votos de censura, las declamaciones de los Jefes de Estado y las constantes condenas en los diferentes organismos internacionales si bien son fuente de importantes victorias para la clase política opositora, no menos cierto es que se trata de victorias etéreas para una población sufriente y necesitada de elementos palpables.

Es innegable que la dictadura se ha visto asediada de continuo en el plano político, y que ha sufrido una derrota tras otra, pero no menos cierto es que sigue detentando el poder de Facto, y lo demuestra constantemente, como sucedió el sábado al impedir la entrada del presidente de Guatemala, mandando un mensaje claro de “quien manda” dentro del país.

El grupo de Lima nos apoya, pero millones siguen muriendo de hambre… la Unión Europea nos apoya, pero la población padece por falta de medicinas… tenemos innumerables victorias diplomáticas, pero los colectivos y la GNB siguen amedrentando y asesinando a sus anchas; Donald Trump ha arreciado con las sanciones internacionales… pero la burguesía roja sigue viviendo a todo lujo. Así es, se lee chocante y mal agradecido, pero: La comunidad internacional no está resolviendo el problema de Venezuela ¿Entonces?

Bueno, en honor a la verdad, las sanciones y el asedio político internacional si bien no son suficientes para derrocar a Maduro, al menos fungen como convincentes elementos de disuasión que motivan a la cúpula roja a negociar. Mientras tanto, forzados por la necesidad, los factores democráticos tienen que sentarse cara a cara con sus represores… no tienen otra opción. Si aquello no fuere suficiente malo (e indeseable), encontramos a una opinión pública dividida por los tristemente célebres opositores de la oposición, que se aprovechan sádicamente de la natural exasperación de la población, arrojando invariablemente saldos de desencuentro, desesperanza, contradicción y derrotismo. Una carga demasiado pesada sobre los hombros de Juan Guaidó y las maquinarias partidistas que aún le plantan cara a la dictadura.

Amigo lector, la culpa de que no se haya solucionado el problema definitivamente no es de Juan Guaidó, ni de los partidos demócratas (aunque hay más de uno por ahí bastante cómodo con su papel de opositor eterno… Stalin Gonzalez por ejemplo); forzados a jugar en un tablero con demasiadas desventajas; la solución del “final feliz” o el “final de película” no recae en manos de la dirigencia política democrática, sino en las tropas extranjeras que nunca llegaron. Ahora que sabe eso, deje de seguirle el juego a la dictadura, y ayúdenos a resolver este asunto, solos, porque en la práctica así estamos, nos guste o no.

Dios bendiga a Venezuela.

@VJimenezUres