Todos los días Huang Shunjie viaja media hora desde el centro de Chengdu, en la provincia china de Sichuan, hasta su trabajo en la Base de Investigaciones. Lejos de admirar su contribución al avance de la ciencia y la conservación de la naturaleza, quienes lo conocen le envidian la ocupación y le piden fotos: en las instalaciones de 100 hectáreas en la Avenida Panda Norte 1375, el muchacho de 24 años se gana la vida como cuidador de pandas. Así lo reseña infobae.com
“Lo mejor es que estoy realmente cerca de los pandas bebés, lo que le da celos a mucha gente”, dijo a Time, que contó su historia. “Los abrazo todo el tiempo“.
Ser cuidador full-time de esos cachorros gordos y esponjosos tiene algunos aspectos negativos —arañazos y mordidas que dejan marcas, porque los cachorros de osos no saben controlar todavía su fuerza, y el olor persistente a heces—, pero nada que le importe a Huang: “Si me tomo algunos días libres, me siento vacío por dentro. Si no los puedo escuchar balar, si no los puedo ver, la vida no parece real“, explicó a la revista.
En su sitio, la Base de Investigaciones de Chengdu para la Cría de Pandas destaca que lleva adelante el mayor proyecto de conservación ecológica ex situ de estos animales salvajes propios de China, hasta hace poco amenazados de extinción. Allí viven 184 de los 285 pandas gigantes y pandas rojos registrados que los científicos chinos estudian para tratar de ayudarlos a mantener la especie. En total, en el mundo hay 548 pandas en instalaciones y en la última década los salvajes aumentaron un 17%, a más de 1.800.
A Huang le toca el cuidado diario de 18 de ellos. Les prepara sus comidas de bambú y leche fortificada, controla su crecimiento y su salud y, básicamente, los observa “revolcarse, hacer equilibrio sobre sus cabezas o caminar con torpeza, como niños pequeños y peludos”, describió Time.
“Entre estas crías hay dos agregados recientes que baten records: He-he y Mei-Mei“, un cachorro (Armonía) y una cachorra (Felicidad) de un año, “los únicos pandas gemelos nacidos de un padre salvaje y una madre cautiva“, siguió el texto. Los bebés amplían la base genética de la especie de manera revolucionaria, para mantenerla lejos de la lista de las más amenazadas y conservar su situación como “vulnerable”.
Huang los ve desde otra perspectiva: “Mei-Mei es muy encantadora y apegada, pero su hermano es muy travieso. Es como un bebé salvaje, le gusta hacer lío”. En efecto, según explicó China Daily, en su hábitat natural los pandas se mantienen activos durante muchas horas del día.
He-he y su hermana son estadísticamente comunes: la mitad de todos los embarazos de pandas es de mellizos. “Pero la madre por lo general sólo cuida de uno“, siguió la publicación. “Los investigadores deben tomar al bebé abandonado y alimentarlo con leche. Cada tanto lo cambian por el cachorro favorito, así la madre cuida de ambos sin saberlo”.
La base de Chengdu se creó en 1987 con ese fin: cuidar a seis pandas gigantes que fueron rescatados, muy hambrientos y enfermos. El desarrollo del país había arrasado con los bosques de bambú, y los osos se habían quedado sin comida: son vegetarianos y consumen entre 12 y 36 kilos de bambú por día.
“El enorme incremento de la cantidad de pandas en Sichuan se ha debido sobre todo a los esfuerzos meticulosos de los investigadores para resolver sus problemas de reproducción”, agregó el Daily. Así se pasó de tener un par en un zoológico a abrir al turismo educativo las puertas de una reserva de decenas de pandas.
Huang dijo a Time que uno de los factores más gratificantes de su trabajo como cuidador de pandas es que “despierta la conciencia ambiental y da alegría a millones de adultos y niños en el mundo entero”.
A tal punto es así que, desde que en el siglo VII la emperatriz Wu Zetian envió dos al emperador Tenmu de Japón, China ha utilizado la “diplomacia panda”. Mao Zedong le envió pandas a Richard Nixon cuando sucedió la histórica apertura de los Estados Unidos a China, y recientemente Xi Jinping envió dos al zoo de Moscú. “Es un gesto de especial respeto y confianza en Rusia”, dijo Vladimir Putin. “Cuando hablamos de pandas, siempre terminamos con una sonrisa en la cara”.