El ganador de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este domingo en Ucrania, el actor Vladímir Zelenski, logró convertirse en el hombre más poderoso de su país gracias a la enorme popularidad de una serie de televisión.
“Un comediante puede convertirse en presidente, pero es triste que un presidente se haya vuelto un comediante”, escribió Zelenski en uno de los numerosos ataques al actual presidente, Petró Poroshenko, durante la campaña electoral.
“El servidor del pueblo”, la serie en la que Zelenski es un modesto profesor de historia que llega a la presidencia del país, fue estrenada hace cuatro años y, según todos los analistas, ha ejercido una grandísima influencia en la psique de los ucranianos.
Por ello, apenas unas semanas después de presentar su candidatura, Zelenski, de 41 años, ya encabezaba los sondeos, dejando atrás a Poroshenko y a la experimentada ex primera ministra Yulia Timoshenko.
Los analistas ucranianos y extranjeros se rascan la cabeza en busca de respuestas a la meteórica carrera política del popular comediante y también empresario, que habría sido el protagonista de un experimento mediático sin precedentes dirigido por el oligarca Ígor Kolomoiski, enemigo acérrimo de Poroshenko exiliado en Israel.
Lo comparan con Ronald Reagan por ser un popular actor, al igual que el expresidente de Estados Unidos, y con el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, por su inexperiencia e histrionismo.
Algunos creen que, en realidad, los ucranianos no votaron el domingo a Zelenski, sino al personaje que interpreta (Vasili Goloborodko) y que ha tenido carta blanca en la pequeña pantalla para ridiculizar a todo ucraniano viviente, incluidos los todopoderosos y odiados oligarcas.
“Los ucranianos no apoyan tanto al personaje como el argumento de la serie. Lo ven todas las semanas desde hace varios años. Votaron por que una persona al margen del sistema sea presidente e intente cambiar la política ucraniana desde dentro”, comentó a Efe el conocido politólogo Vladímir Fesenko.
Con todo, ese presidente virtual dejará de serlo en cuanto sea investido, tras lo que tendrá que tomar decisiones que golpearán, a buen seguro, su popularidad, teniendo en cuenta, en particular, que no tiene un partido propio ni un equipo experimentado, y que poco se sabe de su programa político y económico.
Zelenski, al que muchos consideran de origen judío, nació en el este del país, concretamente en la provincia de Dnepropetrovsk, actual Dnipró.
El hecho de que su primer idioma sea el ruso, y no el ucraniano, le ha granjeado el apoyo de los rusoparlantes, que nunca perdonaron a Poroshenko su giro nacionalista.
La mayoría de sus votantes, en particular, los rusoparlantes, esperan que Zelenski ponga fin a la guerra en el revuelto Donbás, territorio que él no tiene intención de reconquistar por la fuerza.
Zelenski ha insistido en que pone “la vida humana” por delante de “un puñado de tierra”, aunque nunca ha renunciado a recuperar Crimea, la península anexionada por Rusia.
De hecho, se ha mostrado dispuesto a dialogar con el jefe del Kremlin, Vladímir Putin -un tabú para Poroshenko y muchos políticos ucranianos-, ya que considera que Ucrania está en guerra con Rusia.
Eso sí, ya ha adelantado que no aprobará un estatus especial para las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, ni tampoco una amnistía para las milicias prorrusas, consideradas terroristas en Kiev.
Apoya la difusión de la lengua y cultura ucranianas, pero se opone a la prohibición del ruso, un tema muy sensible en el que tendrá que hilar muy fino durante los próximos cinco años.
Tiene una relación de amor y odio con Rusia, ya que hizo numerosas giras por el territorio del país vecino en el marco del popular concurso de comedia (KVN) y también actuó en varias películas taquilleras.
Al mismo tiempo, apoyó la revolución del Maidán, realizó varias actuaciones para los soldados ucranianos enviados a combatir en el Donbás y contribuyó a la causa militar con dinero de su propio bolsillo, lo que le costó la apertura de una causa penal en Rusia.
En relación con Occidente, apoya a pies juntillas la integración en la Unión Europea y la OTAN, aunque no ha puesto todavía fecha a la solicitud de ingreso -Poroshenko habló de 2023- y aboga por un referéndum en el segundo caso.
De hecho, ha dejado bien claro que no quiere que Ucrania esté llamando durante años a las puertas de Bruselas, a la que ha pedido que trace una clara hoja de ruta para el país que no despierte falsas ilusiones entre los ucranianos.
Algunos analistas creen que, finalmente, a Zelenski le ocurrirá lo mismo que al personaje que interpreta en la televisión y que será víctima de un proceso de impugnación (impeachment), una posibilidad que no contempla la Constitución y que el futuro presidente ha prometido aprobar en breve.
EFE