Emilio Nouel: ¿Es una buena idea Prosur?

Emilio Nouel: ¿Es una buena idea Prosur?

El presidente chileno, Sebastián Piñera, recientemente ha propuesto una organización internacional que sustituiría a esa entelequia que lleva por nombre UNASUR. La nueva se llamaría PROSUR.

Para ello ha convocado a una reunión en Santiago, que tendría lugar el 22 de Marzo, y Piñera define al ente propuesto  como “foro democrático de diálogo”.





Allí estarían presentes, en principio, los presidentes de Brasil, Argentina, Paraguay, Colombia, Perú y Ecuador.

Como se sabe, UNASUR fue una idea originaria de los brasileños, que luego Hugo Chávez la asumió y la empujó para que se concretara.

Inicialmente, se llamó Comunidad Sudamericana de Naciones y se constituyó en 2004, en el Cuzco, Perú. La conformaron los países de la CAN, los de Mercosur, Chile, Guyana y Surinam.

Allí se habló de que la organización serviría para el diálogo y convergencia política, el libre comercio, la integración física y energética. En pocas palabras, se trataba de una instancia integradora. ¡Otra más!

Pero 4 años después cambia de nombre y se redacta un nuevo tratado. El  objetivo de este: “construir una identidad y ciudadanía suramericana y desarrollar un espacio regional integrado”.

No se entiende porqué se modificó la denominación, se dice que fue Chávez quien lo propuso. En cualquier caso, parecía que una vez más los latinoamericanos hacíamos gala de una enfermedad crónica en esta materia: por un lado, el refundacionismo perenne, y por otro, el nominalismo.

Creemos que cambiando el nombre de las cosas o recomenzar una y otra vez los proyectos, sin finiquitar los anteriores, se modifica automáticamente su naturaleza o los resultados.

Lamentablemente, la integración en nuestra región, durante décadas, ha adolecido de ese nefasto defecto, del que pareciera que en los últimos tiempos las elites políticas comienzan a tomar conciencia.

La performance de UNASUR y de quienes la manejaron ha sido lastimosa. Fue una organización al servicio de una ideología. La de sus creadores: Lula, Kirchner, Chávez y Correa, entre otros. Una camarilla de populistas de izquierda.

Quizás no pudo ser otro el resultado obtenido, habida cuenta de sus aspectos de fondo estructurales y organizativos.

No podía entonces contribuir con el fortalecimiento del comercio regional y otros temas materiales que hubieran creado lazos poderosos entre los países, ni conducir a una verdadera y pragmática integración. Se concentró en lo político e ideológico, y por tanto, al servicio de un grupo de gobernantes populistas. Lo mismo que ocurrió también en Mercosur, que lo llevó a su estancamiento y desprestigio, y también lo sucedido con otra entelequia que pretendió manipular el mismo grupo político, la CELAC.

La creación de UNASUR no se justificaba desde ningún punto de vista. Era innecesaria al existir ya otras instancias integracionistas, que debían cumplir con sus objetivos para luego confluir en una integración mayor y de carácter hemisférico.

A su descrédito e inutilidad, UNASUR sumó la deshonra de colocar a su cabeza, a uno de los políticos más corruptos del continente, a quien luego erigió una estatua a la entrada de su sede en Quito: Néstor Kirchner. (Afortunadamente el actual presidente de Ecuador, ha dicho que la quitará).

No sabemos a ciencia cierta qué se pretende con sumar otra sigla más a nuestra región. El contenido preciso y la naturaleza de lo que se propone, más allá de algunas ideas generales, no lo conocemos.

Es muy probable que el presidente Piñera tenga la idea de una organización pragmática, flexible y abierta.

Según su canciller, Roberto Ampuero, el Presidente desea reactivar la integración, y se ha dado cuenta de que Unasur tenía fallas muy difíciles de subsanar, particularmente, porque se “sobreideologizó”; y eso no la hacía avanzar. En tal sentido, quiere crear una instancia integradora que aprenda del pasado y que, por lo tanto, no sea ideológica, con una estructura  muy liviana, poca burocracia, no onerosa y con tareas concretas.

No obstante, cabe expresar dudas respecto de si sea necesaria y conveniente la creación de esa nueva organización, cuando ya disponemos de otras para el diálogo hemisférico y regional, y en el ámbito de la integración económica, como la OEA, Mercosur, CAN y Alianza del Pacifico.

En muchas ocasiones he dicho que el camino de la integración latinoamericana se parece al mito de Sísifo. Es un eterno recomenzar, de refundaciones de organizaciones, de cambios de nombre, y el resultado ya lo conocemos.

El mundo de hoy nos conmina a no seguir pensando en marcos de relacionamiento internacional estrechos, latinoamericanos o suramericanos. Los modelos de integración cerrados geográfica y arancelariamente ya no tienen sentido. Los países de nuestro continente deben de una vez por todas avanzar audazmente hacia la integración global, acelerando a la vez la integración hemisférica.

La preocupación del presidente Piñera es legítima y su invitación debe ser atendida.  Sin embargo, vale la pena pensar detenidamente si una nueva organización es necesaria y si ella aportaría fuerza al impulso que precisamos para la integración global.

EMILIO NOUEL