Un familiar estaba allí recluido. No había atención médica en ningún lado y al parecer, estaban atendiendo. Afuera la luz era pobre, ya había oscurecido.
De pronto, salieron molestas unas mujeres, enfermeras y doctoras. Decían entre ellas que estaban cansadas. Al parecer ya no querían atender a ningún paciente.
-Disculpe ¿Me daría una entrevista? Soy periodista y creo que hay que mostrar esto.
Ella me miró, con desconfianza como si fuera una espía, con mucha rabia y se levantó…
Me acerqué a otra enfermera y entre el desespero le dije: imagínese, todos estamos cansados… Yo ya no aguanto más (llorando), la semana pasada estuve buscando antihipertensivos para mi mamá y mi abuela, ellas en crisis y yo sin poder hacer nada. Quién aguanta esto. Por eso lo digo ¡Hay que hablarlo! ¡Decirlo!
-Tienes razón, yo te daré la entrevista.
– Genial, pero vamos a cambiarnos de lado. Póngase para allá, es de noche y la luz no ayuda. Quiero una buena toma. Ahora el problema es el sonido, caen muchos cohetones aquí. Ya estoy nerviosa…
-Es el 23 de enero, qué más quieres.
-Bueno. Dígame ¿Por qué el paro? ¿Qué pasará con los pacientes?
-Es que trabajamos con las uñas, ya no podemos así. No tenemos guantes. Esto es un CDI, se supone que tendríamos todo eso. Estamos en el lugar más chavista del país y no hay nada…
Booom! Sonó un cohetón muy cerca… Continúe.
-Los pacientes morirán… No por nosotras, sino por ellos.
Pero las explosiones eran muy seguidas y muy cercas. De repente cayó una bomba o algo parecido justo al lado de nosotros que rompió una de las paredes del recinto; como estas eran de muy mala calidad no aguantaban un sólo cohetón de esos. De pronto uno cayó en el techo. Todos nos miramos como sabiendo lo que pasaba. Había algún espía. Alguien dijo lo que sucedía. Seguramente fue algo como: allí hay enemigos, allí están conspirando.
Cada quién se resguardó como podía. En aquél hospital improvisado (en realidad era un apartamento que fue modificado para hacer de hospital por “si alguien atacaba”) las paredes eran de yeso, las sillas de metal, no habían mesas y los colchones estaban ocupados de enfermos. Yo me coloqué detrás de dos paredes. Pensé que allí no me golpearía nada pero el ataque arreció en tan sólo 5 minutos.
De pronto, unos niños se acercaron, como quien juega en diciembre con fuegos artificiales y lanzaron por la ventana algo que me rompió el tímpano cuando explotó, iban a lanzar más de esos, así que como pude salí por un techo, pero ya me habían visto así que empezaron a lanzarme cosas. Yo corrí de techo en techo. Detrás de mí estaban los niños, como jugando al escondite, con esa cara de maldad como si fueran a ganar algo muy grande por conseguirme. Corrí, tanto como pude.
Me sentí acorralada en medio de aquella fatal oscuridad. Temía que algún disparo me tocara. Me escondí en un hueco, al lado de un perro pero éste empezó a ladrar, casi con la misma furia que los niños tenían en su mirada. Me levanté y seguí mi camino. Ya estaba aclarando el día… Caí en la última casa, era un comando de estrategias; sólo podía escuchar sobre tácticas militares, enemigos, batallones, guerras… Traté de no hacer ningún ruido pero me escucharon.
– Corriste bastante pero de aquí nadie se escapa.
Hice un paneo con mi mirada. Algo debía haber en aquel lugar parecido a un edificio en construcción que me sirviera de defensa. Salió un niño tras de mí, me agarró el pie y asustada, muy asustada, logré despertar.
La verdad es que no se si estos sueños, estas pesadillas (bastante posibles en este sistema totalitario) son producto de la incesante apología a la guerra que tiene el desgobierno. Que si la guerra, los enemigos, los batallones, el Estado Mayor, los milicianos, la invasión, el FAES con su cara tapada en pleno corazón de Petare, la Dgcim, los ojitos… En fin y siguiendo a Orwell “La guerra es la paz”; así pretenden tenernos, bajo la zozobra de que viene alguien, un monstruo y un enemigo. Por un lado tienen razón, porque viene la esperanza y esa es la enemiga del miedo.
Heisy Mejías
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela
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