Si les pides que recuerden, sus relatos siempre están relacionados con la “revolución”; ese leitmotiv que los venezolanos nacidos después de febrero de 1999 ven como un yugo cuya carga incluye una altísima dosis de violencia y las privaciones que sufrieron debido al desastre económico.
Gianfranco nació el 4 de febrero, dos días después de que Hugo Chávez (1999-2013) se hiciera con el poder y pusiera en marcha su utopía socialista que, 20 años más tarde, tiene al país sumido en la peor crisis de su historia y a la mayoría de sus ciudadanos viviendo en la miseria.
Sus padres le cuentan que el día que llegó al mundo, ya ese mundo estaba bajo la euforia revolucionaria de aquel comandante que, en una suerte de homenaje al nacimiento en cuestión, ofreció la que sería la primera de miles de alocuciones transmitidas de forma obligatoria por todas las estaciones de radio y televisión.
El joven es hijo único y siempre ha vivido en Venezuela. Al mirar atrás en su corta y “revolucionaria” vida, evoca como si tuviera más edad al echar de menos pequeños placeres que asegura fue perdiendo conforme pasaban los años y arreciaban las políticas del gobierno chavista.
“Cuando tenía 13 años mi vida era más fácil que ahora (…) No estábamos preocupados por la comida del día a día, -ahora- estamos muy preocupados que si por el medio kilo de queso de la semana”, simplifica a Efe el estudiante de Ingeniería que ha participado en protestas antigubernamentales.
De ser un niño “apolítico”, Gianfranco pasó a la primera línea de batalla contra el chavismo en 2017 cuando se lanzó a las calles a pedir la renuncia del presidente Nicolás Maduro, al que ve como un “inepto” y le responsabiliza por los males de su país.
Cuando intenta hacer cuentas de los amigos que ha despedido en medio de la crisis actual, rápidamente calcula que solo en los últimos dos años una decena de amistades cercanas abandonaron Venezuela empujados por problemas como la escasez generalizada, el deterioro de los servicios públicos y la inseguridad.
“Hace cuatro días me robaron, fue a mano armada, y hace seis meses me robaron también, me han robado como tres veces (…) en mi círculo de amigos no hay una persona que no la hayan robado, no hay uno que se salve”, apunta sobre el tema.
Quizá por eso es seguridad lo primero que pide para reconciliarse con su país, ese que quiere ver próspero y donde espera encontrar oportunidades de desarrollarse profesionalmente para retribuir a sus padres la educación brindada.
Unos motivos muy similares conminaron hace casi dos años a Sofía a dejar Venezuela e irse a España, donde estudia Medicina y sigue atenta los acontecimientos relacionados con su patria, que atraviesa ahora mismo una ebullición en las calles con bandos que reconocen al jefe del Parlamento, Juan Guaidó, o a Maduro como presidentes.
La aspirante a médico cumplirá sus 20 años este mes y se dice una persona “más consciente” tras vivir de cerca y durante 18 años la revolución que, reprocha, la alejó también de más de una decena de amigos que ahora están desperdigados por el mundo y forman parte de ese “éxodo forzoso” que el Parlamento estima en unos 5 millones.
“Seguridad y libertad de tomar decisiones” son los requisitos de Sofía para considerar un retorno a su patria pues, rememora, antes de emigrar fue víctima de dos asaltos con arma de fuego cuando tenía 7 y 17 años, eventos de los que pudo escapar con vida gracias a la providencia.
Juan, por su parte, arribará en unos días a su segundo piso de vida y se mantiene en Caracas pero con la “opción siempre abierta” de irse del país, aunque esto incluya abandonar sus estudios de Ingeniería Química que ya lleva por la mitad.
Aunque al joven también lo han asaltado “varias veces” -incluyendo una ocasión en que ladrones entraron a su casa y robaron pertenencias- y ha despedido a una decena de amigos que optaron por buscar “mejores oportunidades” en otros países, su preocupación mayor es otra.
Uno de sus hermanos es alérgico y la escasez de medicinas en Venezuela, que está por encima del 80 % según estimaciones, mantiene a toda la familia en una búsqueda incesante de los fármacos para esta enfermedad.
Todos se frustran por las carencias en su patria y, pese a ello, mantienen un pie aquí con la esperanza de que las cosas mejoren.
EFE