Luis Alberto Buttó: Punto de quiebre

Luis Alberto Buttó: Punto de quiebre

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Por diversas razones que confluyen en función del devenir de las circunstancias, en el desarrollo de las crisis políticas que normalmente atraviesan las sociedades a través de su historia, llegan a configurarse lo que con absoluta propiedad pueden catalogarse como puntos de quiebre. La definición de puntos de quiebre viene dada por su condición de ser momentos definitorios y trascendentales, en tanto y cuanto a partir de ellos se alcanza una situación de no retorno, conceptuada ésta porque el sistema político y las relaciones de poder imperantes se transforman de forma tal que se abre la puerta para la entronización de un sistema político distinto y la estructuración de emergentes mecanismos de distribución del poder. Todo esto simbolizado, de una u otra manera, en el establecimiento de una nueva institucionalidad a su vez soportada en una nueva legalidad.

Lo contradictorio del asunto radica en que aunque dichos momentos subsuman en sí mismos indicadores que, en primera lectura darían a entender que pueden convertirse en tales puntos de quiebre, no necesariamente ocurre así, pues, más allá de que aparenten reunir y mostrar características propias del fenómeno referido, su efectiva materialización pasa, de manera ineluctable, porque los actores políticos decisivos, léase los verdaderamente interesados en que la frontera del no más se alcance, comprendan la real esencia de la tarea que tienen por delante y con base en ello hagan lo que tienen que hacer. Aquí la excusa de que se hizo lo mejor que podía hacerse no cabe, no vale, pues sólo es acomodaticia justificación que busca esconder la ignorancia que sobre estos asuntos en general, y sobre la lucha política en particular, se acumulaba en demasía.

En el sentido señalado, lo primero es entender que la estrategia y las tácticas a formular e implementar sobre el terreno para avanzar en la dirección de lograr cambios reales, están obligadas a ser lo suficientemente convincentes; o sea, que el colectivo llamado a respaldarlas las aprecien como capaces de generar con su aplicación victorias, si no seguras, por los menos creíbles. De no ser así, no habrá fervor popular al respecto y sin fervor popular de por medio, los cambios, o no se producen, o no se sostienen en el tiempo. Lo que previamente se acuerde hacer, y lo que al final se haga, no puede estar signado por medias tintas que escurran la transparencia y la frontalidad. Es vital no mentir ni crear falsas expectativas que contrabandean fines ocultos. Si la posibilidad de triunfo es real, es perentorio evidenciarlo. De lo contario, es improcedente, por no ético, engañar a la gente. El tema de los lapsos también es vital. Los que se manejen y establezcan deben ser digeribles para la comunidad. Vale aclarar, que puedan ser transitados pese a la cuota de esfuerzo que implique andarlos.

En segunda instancia, el liderazgo responsable de dirigir el proceso, dado el caso que posiblemente asumirá posiciones de poder relevantes en el sistema a edificarse, debe haber dado muestras convincentes de que constituye la mejor opción, la opción más válida, para enfrentar la conducción del régimen establecido, una vez desmontado el desfasado y herrumbroso andamiaje existente. Los «líderes» previamente fracasados, los de evidenciada insinceridad en su actuar, los que con su conducta sólo resumen contradicción, devaneos y acomodos constantes, los siempre temerosos de acercarse al sitio donde las papas queman, no son los llamados a encabezar la marcha porque en ellos nadie, o muy pocos, creen. El que no genera confianza está invalidado para reclamar apoyo; sépase de una buena vez. En tercer lugar, es una soberana estupidez malgastar el tiempo que ha de dedicarse a empujar los cambios, en promover y llevar adelante falaces y baladíes disquisiciones acerca de las herramientas preponderantes. ¿Cuáles medios valen en la coyuntura? Los que estén al alcance. No hay más. Punto.

A veces, las cosas son más sencillas de lo que parecen, pero así no se entiende. No olvidar, por ejemplo, que estar en el andén no siempre significa subirse al tren.

@luisbutto3

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