Quedan cortos Florentino y el Diablo con su contrapunteo cuando se comparan con el toma y dame de Caputelos y Montescos. Como toda guerra, la inmediatez impera, qué hace uno para responder el otro y así van, en una reducción al absurdo, en un continuo vaivén de sandeces sin que se vislumbre algún final.
Mientras los que ostentan el poder escenifican su parodia bélica o se matan entre sí, el vulgo observa atónito, desde la miseria cómo las balas frías le caen encima. Nadie sale airoso, nadie sale limpio. A todos, alguna bala ya penetró sus vísceras. La oscuridad los ha tocado y la ceguera provocada por la pólvora incesante impide ver algo.
Se camina como zombie, a la intemperie. No existen padres, no existe Dios. Es la orfandad lo que acompaña la supervivencia y las cosas que antes eran básicas, hoy son lujos. La lucha por la vida, amenaza la lucha por la existencia. No se piensa, se trabaja y se come o medio se come… No se piensa, se administra minuciosamente lo poco que se tiene. Hay que sobrevivir, aun a costa de existir.
Unos huyen, tienen cómo y sin embargo, nadie se ha escapado del todo. El que se va, quedó más acá que allá. Vive pendiente de lo que sucede en la balacera, y se perturba al saber que algún familiar sigue en el trágico lugar.
La muerte de ambos es inminente. Algo tiene que pasar dicen las víctimas. ¡Basta ya! lloran los padres ¡Tengo hambre! Dicen los niños. Los súper héroes también murieron, lo hicieron cuando atacaron la esperanza puñal en mano.
Así muere el hombre en la guerra. Así muere su voluntad de poder, viendo cómo Montescos y Capuletos se disparan a mansalva, y asesinan, cerebro a cerebro lo poco que pueda quedar, la libertad de pensamiento.
@HeisyVisionaria