El camino hacia adelante, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

El camino hacia adelante, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

 

El año 2018, en lo político, es uno que puede ser interpretado de dos maneras. Como uno de parálisis, por una parte, y como uno de profunda reflexión, por otra. A los efectos de este artículo preferiré considerar al tiempo transcurrido como uno de aprendizaje, pues, si para algo nos sirvieron estos meses, fue para ejercer la crítica necesaria y expresar los resentimientos legítimos.

En definitiva, sobre el año que fenece, lo dicho, dicho está, por lo que ahora nos toca el reto de pensar, discutir y proponer cómo es que la ciudadanía y los actores políticos y sociales, en todas sus manifestaciones, podemos promover y construir un año nuevo que desemboque en cosas distintas. Sabemos que no estamos bien y conocemos las razones por las cuales estamos donde estamos, entonces… ¿ahora qué?

Viene siendo el momento de una variedad de acciones que den dirección al más del ochenta por ciento de los venezolanos que les duele, en cuerpo y en alma, la ruina total de nuestra nación. La época de las masas desconsoladas debe terminarse en este 2019. Este continúo flotar en la nada, rezando perennemente que algo cambie a pesar de nuestra inercia, no es aceptable si consideramos la gravedad de los retos que tenemos por delante.

¿Por dónde empezamos? El inicio de esta cruzada está en la restauración de la integridad de la casa del pueblo, la Asamblea Nacional, cuyo status como único poder legítimo será ratificado ante la investidura espuria del usurpador de la Presidencia. La nueva Junta Directiva de la Asamblea y su Presidente tendrán en sus manos dos enormes labores, cuya concreción dependerá plenamente de cuánta confianza el Legislativo pueda recuperar en torno a si.

Sobre la base de la restitución de la autoridad moral de la Asamblea es que ésta, en primera instancia, debe reconectarse con los venezolanos para poder efectivamente convocarlos y conducirlos y, en segunda instancia, debe transformarse en el sitio de encuentro, sin distingo y sin excepciones, de la totalidad de las fuerzas auténticamente pro democráticas, tanto a nivel doméstico como a nivel internacional.

A los efectos de lograr esa alza de confianza tan necesaria para los prenombrados objetivos, el Legislativo, a través de su Presidente y en la instalación de la Junta Directiva, debe realizar un discurso dirigido a la totalidad de los venezolanos, estén donde estén. En el mismo, esté debe realizar un acto de contrición con propósito de enmienda, donde le pida disculpas a la población por las incoherencias y los fracasos y explane, claramente, el cambio de dirección de la Asamblea. Corolario a esto, el Presidente debe fijar, de una buena vez por todas, la posición del Congreso respecto al plebiscito del 16 de julio de 2017, clarificar si lo ejecutará tal como se planteó o, si hay bemoles al respecto, explicarlos.

Una vez que haya una base mínima de confianza, la Asamblea debe ser el centro organizativo de LA OPOSICIÓN, así en mayúsculas. No más cogollos, no más sectarismos, no más politiquerías. El momento histórico actual llama a todos los venezolanos a la acción y, en consecuencia, la multitud de movimientos (políticos, sociales o económicos) en pro de la democracia deben tener sus representantes en una Gran Concertación por la Libertad de Venezuela. Sé que esto se dice fácil, mientras que la labor de organizar a tantas fuerzas, que en determinados casos son hasta antagónicas entre sí, es de suma dificultad, pero debe realizarse, ya que la causa venezolana no puede seguir estando plagada de esfuerzos difusos que se anulen entre sí.
Con esa clase de organización es que debe trabajarse en lo más difícil: la instauración de unos criterios mínimos sobre la situación que enfrentamos. En tal esfuerzo es que deben establecerse los parámetros para una perspectiva común que todos, a pesar de nuestras ideologías, podamos acoger. Ahí es que puede forjarse una unidad de propósito que transcienda a los intereses particulares y que, simultáneamente, se traduzca en lo que nuestra oposición siempre ha carecido: eficacia en el cumplimiento de sus metas.

La construcción de LA OPOSICIÓN no es algo sencillo, pero es la única manera de poder cuajar una liderazgo civil poderoso que tenga la capacidad de resucitar a la lucha ciudadana que, en paralelo con las presiones internacionales y las inseguridades de los militares, pueda exacerbar las contradicciones inherentes del régimen y, por lo tanto, llevarlo a su quiebre.

Lo anterior es fundamental porque podremos tener colapso económico, descontento militar y sanciones internacionales, pero esos elementos son, al fin al cabo, pura pólvora. La chispa para que todos esos aspectos se traduzcan en una explosión yace, irónicamente, en quién en un contexto opresivo se le presume como el más débil: el pueblo.

Nosotros no somos los segundones, somos los actores fundamentales sobre nuestro propio destino. No obstante, para poder actuar efectivamente necesitamos estar bien organizados y de eso es lo que LA OPOSICIÓN debe encargarse.

El camino hacia adelante, hacia la Venezuela nueva y el país posible, puede empezar a ser transitado por la Asamblea Nacional. Esto es la condición necesaria para poder emprender el cambio de curso. Sin embargo, nunca olvidemos, lo único que bastará para terminar de llegar al tan anhelado puerto seguro es que nosotros no permitamos que el barco en donde estamos termine de hundirse.

La historia está por juzgar a la Asamblea Nacional.

La historia está por juzgar a todos los venezolanos.

¡Sé que somos más que capaces de dar la sorpresa! ¡No tengamos miedo!

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