William Anseume: Sartén sin mango

William Anseume: Sartén sin mango

La fantochada electoral vivida el domingo, sumada a los alardes discursivos con fechas límites de llegada final al régimen, dan la clave política del momento en el país: sin asidero alguno. La dictadura carece de respaldo popular y los factores democráticos no logran amalgamar la vía reconstructiva de la esperanza de mejoras para el futuro.

Anclados en esta deriva, colmada de incertidumbres, llegamos al fin del año sin una perspectiva razonablemente clara para enfrentar el atolladero. Unos se pusieron la fecha determinante del 10 de enero, sin poder real vislumbrado para revertir en algo la situación. Por ejemplo, el anuncio de algunos países de desconocer el mandato de Nicolás Maduro desde esa fecha puede convertirse, sin dudas, en acciones contundentes, como tal vez ocurrirá: retiro de embajadores, ruptura de relaciones, impedimento comercial, por mencionar algunas realidades que podrían significar una amenaza real más para este despotismo rojo.





Sin embargo, del lado adentro de nuestras fronteras y muy a pesar de esa contribución internacional que podría ser muy importante para que se produzca el definitivo y anhelado quiebre en la muy custodiada e infranqueable, hasta ahora, Miraflores, no se aprecia la construcción de acciones políticas dirigidas a reafirmar lo que desde fuera pudiera ser otro freno a las ideas de continuidad de la tiranía. Los voceros, al garete, expresan ideas límite sin consulta o acuerdos previos siquiera entre los partidos, menos aún con la sociedad civil. Vuelvo a preguntar: ¿Qué pasará el 11 de enero, el 12, si no hay montado el tinglado de la sustitución? ¿O es que se trata de frotar la lamparita para que aparezca el genio complacedor de deseos?

Otro asunto que no contribuye en nada a la amalgama de una intencionalidad fáctica de salida a la situación desesperante de los venezolanos lo constituye sin dudas esta dispersión infinita de partiditos con un líder minúsculo o medio crecido con alardes ambulantes, sin concretar entre ellos mayores alternativas, porque todos, por su lado, aspiran y se creen, engreídos, en capacidad, en solitario, además, de hacerse del poder y de manejar las situaciones según su criterio. De este modo la negociación previa tiene que ser entre esos micropartidos para que se produzca, no por arte mágico, sino por arduo trabajo de negociación, un entendimiento que nos permita vislumbrar alguna alternativa seria y capaz. Esa actividad política de juntura de ideas y de acciones no se percibe siquiera cercana.

De otro lado, la verdad es que el régimen está aferrado al poder y orgulloso muestra sus asideros internacionales también: el apoyo decidido de Rusia, el de Turquía, más los exiguos resultados electorales le dan una crecida política en la imagen, que acrecientan la leve y muy posiblemente pírrica creencia de arraigo en la colectividad.

Por lo pronto, entraremos en un 2019 cargado de frustraciones, de incertidumbres y de manifestaciones firmes del sojuzgamiento contenedor de pasiones y de acciones. Si no se evalúa con criterio de estadistas, con responsabilidad, con gallardía en el ceder espacios en función de la meta, alcanzable, lamentablemente, una vez más, con oportunidad dorada en medio, esta situación de ahogo de las tendencias democráticas tampoco permitirá resultados comprobables el próximo año. Esto sería nefasto para la sobrevivencia más inmediata de las posibilidades de cambio.

Los líderes de los micropartidos alardosos tienen la obligación de una revisión profunda, de contribuir, con la mayor humildad y sencillez, al reconocimiento de los errores, a la construcción entre varios, múltiple, pero a la vez real y creíble, de una alternativa multifacética de poder. Se requiere generosidad y entrega. Del resto, la solidificación, aunque exangüe, del enemigo mortal que dirige estas riendas dislocadas, no se aprecia quebrantada con facilidad.

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