Apenas semanas atrás, se cumplieron 60 años del Pacto de Punto Fijo (o Puntofijo, nombre de la casa donde fue suscrito). Por tal motivo, la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar (APUSB), promovió y abrió las puertas de la casa de estudios para realizar un foro alusivo, junto a la Fundación Ciela.
La tentación es la de extenderse sobre los pormenores del evento que contó con la valiosa asistencia del estudiantado de pregrado, añadida la didáctica intervención de la Prof. Carolina Guerrero, coordinadora del área de Ciencias Políticas; o la de hacer un rápido balance en torno a las coincidencias y diferencias con el no menos valioso panel con el que compartimos, lo propio y también cortés de todo ejercicio académico. Empero, deseamos subrayar una significativa circunstancia.
Olvidado el aniversario por la Asamblea Nacional, ésta escenificó recientemente una sesión que resultó noticiosa por la aprobación de un Proyecto de Acuerdo mediante el cual, cuestiona las gestiones realizadas y por realizar de José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela, declarándolo indeseable. Conformada una importante mayoría que dejó constancia de los suyos, fueron escasos y pobres los argumentos en defensa del peninsular, como numerosas las maniobras para evitar el debate, y algunas voces deploraron falazmente que fuese ocasión dizque para dividir a la oposición.
El asunto fue planteado por la Fracción16 de Julio, durante cuatro largas semanas, suficientes para que los defensores de Zapatero afinaran sus alegatos, en lugar de postergar y tratar de evitar la discusión, por cierto, herramienta que explica toda faena parlamentaria. Por ello, si alguna noticia llega de Puntofijo, el promedio de la dirigencia opositora sólo intentará imitarlo, aunque fuesen harto diferentes el momento histórico, la existencia y peso de los actores políticos, como la confrontación con un enemigo, hoy tan terriblemente perverso.
Convertido el siglo XXI en una cruda y amarga experiencia, son otras, inéditas y mayoritarias las fuerzas sociales, deseosas de una distinta representación política, las que deben pugnar y pugnan por darle soporte a una era del post-socialismo que se haga también lección universal de recuperación republicana, increíblemente quebrada – por ejemplo – la potencia petrolera que alguna vez fuimos. Hay instrumentos asamblearios que deben allanar el camino para un compromiso de profundo aliento histórico, unos inmediatamente más eficaces que otros para aglutinarnos, actualizarnos y consensuarnos: el solo y movilizador planteamiento de una Ley de Defensa de la Autonomía Universitaria – otro ejemplo – es más útil y provechoso que el de una Ley de Semilla o del BCV, cuando todavía son escasas las horas y posibilidades mismas de sesionar.