Todo este caos que estamos viviendo genera tristeza, rabia, miedo, culpa, deseos de venganza, entre tantas otras emociones. Este torbellino de emociones puede llevarnos a la intolerancia, agresividad, violencia o a desarrollar cualquier enfermedad física y mental.
Por Yolirma Vaccaro /Publicado en Correo del Caroní
Cada venezolano trata de sobrevivir dentro y fuera de su país como puede. Desde hace más de una década hemos estado sometidos a muchísimas pérdidas, las cuales se han acentuado en los últimos cinco años. La más grave de estas es la de la patria, no la reconocemos, ahora es un territorio inseguro, que nos ha llevado a desarrollar el modus vivendi de: toque de queda, hemos hecho de nuestras casas unos claustros, cada día nos desvinculamos más de los viajes, dentro y fuera del país, de las fiestas, de los eventos culturales, las instituciones públicas funcionan muy mal y además con infraestructuras físicas deterioradas y las privadas, para sobrevivir, han bajado la calidad de sus servicios. Ni hablar del sistema de transporte cada día más primitivo, ni del sistema de salud donde los cuatro niveles de atención en salud: promoción, prevención, intervención (diagnóstico y tratamiento oportuno) y rehabilitación no se cumplen como debe ser.
Todo este caos ha sido creado y desarrollado con premeditación y alevosía con la finalidad de controlarnos por manipulación psicológica en primer lugar y/o por la fuerza. Han trabajado a diestra y siniestra para generarnos desesperanza aprendida y la sensación de que no hay salida.
Todos estos cambios han llevado a que cada familia y cada individuo asuma conductas de autoprotección y supervivencia, sin importar, en muchos casos, el daño que se le haga al otro, muchos venezolano han puesto en escena conductas antisociales como el bachaqueo, la venta del efectivo, entre otras y que coloquialmente se interpretan como formas de trabajo y la justifican porque permite ingresos económicos.
No se puede negar que muchos han tomado otras formas de rebusques más sanas y creativas, han puesto todos sus conocimientos y habilidades para emprender actividades que le generen otros ingresos económicos, sin dañar a otros, sin corrupción. Este flagelo ha borrado la empatía, solidaridad en muchos.
Todo este caos que estamos viviendo genera tristeza, rabia, miedo, culpa, deseos de venganza entre tantas otras emociones. Este torbellino de emociones puede llevarnos a la intolerancia, agresividad, violencia o a desarrollar cualquier enfermedad física y mental. Dentro de los trastornos mentales los más frecuentes son la ansiedad, psicosis, trastorno de estrés postraumático y depresión, sin dejar de lado los conflictos de pareja y familiares, ya que la falta de recursos económicos agrava problemas previamente existentes.
La tristeza es la emoción con la cual, generalmente, respondemos a la percepción de pérdida, de dolor psicológico porque también podemos responder con ira o miedo, nos ayuda a guardar energía vital, solicitar apoyo, buscar respuestas y soluciones. La depresión, en cambio, nos paraliza.
La tristeza es desagradable, pero es transitoria. La depresión, en cambio, continúa por un periodo más prolongado e incluye la tristeza, la irritabilidad, falta de interés en las actividades habituales, rabia, culpa, desesperanza, problemas para dormir, comer, sentimientos de inutilidad, ansiedad. La tristeza normal te protege, la depresión te desgasta. Vemos que la tristeza normal ante la pérdida (duelo) comparte muchos síntomas con la depresión, pero en esta, los mismos son más intensos, duraderos y con frecuencia merman el deseo de vivir.
Si la tristeza se prolonga y nos quita la alegría de vivir, debemos ir al psiquiatra o al psicólogo porque lo más probable es que estemos deprimidos y ante la depresión no podemos asumir una actitud pasiva o contemplativa, sino de acción para atacarla tempranamente, ya que la depresión es una enfermedad que pone en riesgo suicida a quien la padece.
Los trastornos de ansiedad crean un estado de tensión permanente, impidiendo vivir el presente en su justa dimensión, por el contrario, se vive adelantado al futuro en forma catastrófica, pesimista y sin esperanzas.
Somos lo que creemos, son nuestros pensamientos los que generan nuestras emociones y sentimientos y éstos la conducta, si creemos que estamos condenados a vivir en estas condiciones y que no podemos quejarnos ni exigir porque nos podemos meter en problemas, o que no tenemos líderes o son unos vendidos, que no le importamos a nadie, vamos a experimentar rabia, tristeza, decepción, frustración y desesperanza, entre otras, pensando así seremos terreno fértil para desarrollar cualquier enfermedad física o mental.
Los venezolanos estamos viviendo, en todos los sentidos, una de las peores crisis humanitarias. El mundo ha logrado un desarrollo tecnológico inmenso, dentro de éstos las redes de comunicación, las cuales son utilizadas más para información o imposición de criterios personales o grupales que para una verdadera comunicación efectiva.
En Venezuela, el oficialismo, los opositores de los opositores y los guerreros del teclado trabajan sin descanso para dividir, desunir, crear desconfianza y romper las esperanzas, esto nos hace más vulnerables y susceptibles a creer que de éste régimen no vamos a salir nunca y aquí es donde tenemos que estar claros que todo proceso lleva su tiempo y necesitamos sumar fuerzas y cada uno de los venezolanos de bien, fuera o dentro del país, tiene una responsabilidad, la cual es personal e intransferible, con la patria, consigo mismo y con el otro de no entrar en conformismo ni en acostumbramiento, sino en visionar el país que queremos y en tomar el camino que nos llevara a él, seguro que será largo y lleno de obstáculos, pero hay que transitarlo. No cabe aquí la impulsividad, la cual busca satisfacción inmediata, tampoco cabe tanta descalificación y crítica a nuestros líderes opositores, que se están jugando la vida, sin negar que ae han cometido errores. Es indispensable confirmar las fuentes antes de divulgar cualquier información, por las redes, entender que estamos ante una bestial narcodictadura, pero somos nosotros, todos los venezolanos, los que tenemos que participar en la recuperación de la democracia. Dicha participación tiene que ser desde la acción, pero no desde el ordenador.
Médico psiquiatra | Magister en orientación sexual | Coordinadora del posgrado Psiquiatría de la UDO Bolívar