Cuenta el relato de un pequeño pastor aburrido y mentiroso, que con la sola intención de divertirse se cansó de engañar a un pueblo sobre la supuesta llegada de un lobo que devoraría su rebaño y a él mismo. Su gente, harta de tanta farsa, de tanta alarma, de tanto pánico e injusta solidaridad con el bromista, no creyó más y el día que de verdad apareció el lobo, simplemente abandonó a su suerte al pastorcito embustero… Lo demás, es historia!
Ya en nuestros tiempos y durante los últimos veinte años, en Venezuela tenemos a un pueblo entero sometido a los desmanes de la mentira sistemática y obscena promovida desde el gobierno, que en uso y abuso de la sólida hegemonía comunicacional que ha construido a punta de atropellos; ha ensayado entre sus muchas formas de engaño, el cultivo y la construcción de su propio lobo. Y es que no es poca cosa que durante los trece años de Hugo Chávez en la presidencia, se hayan documentado al menos cincuenta y dossupuestos atentados en su contra, eso si, sin prueba. Por el mismo camino va y quien lo duda, el hijo de Chávez, el predilecto de La Habana, quien terminó investido de la gracia del dedo presidencial y quien se convirtió en la peor de sus equivocaciones, cuando lo medimos en cuanto se refiera al bienestar de su pueblo.
Maduro va directo al record de denuncias de atentados en su contra y por desgracia, recién fuimos testigos de algo que podría parecerse mucho a uno de verdad, pues pese a la infinidad de interrogantes y de argumentos que señalan lo inverosímil de la versión oficial, hay dos hechos ciertos que no pueden rebatirse; y es que por una parte en efecto hubo una explosión; y por la otra, la misma ocurrió en las cercanías de un acto donde estaba presente quien tiene bajo su control la Presidencia de la República. En apariencia, esa ecuación, sumada al hecho de un supuesto grupo que asume la responsabilidad de la intentona, no debería dejar dudas sobre la veracidad de lo que denuncia el gobierno como un atentado contra la integridad de los allí presentes; sin embargo, varios detalles llaman la atención, donde la foto es protagonista.
Partiendo de la propia observación de quien esto escribe y apoyado en el viejo adagio de que una imagen vale más que mil palabras, la foto del momento, la de la tarima donde Maduro es cubierto por los escudos desplegados por su primer anillo de seguridad, merece más que un análisis.
En la gráfica, observamos a la llamada primera combatiente, trajeada en su impecable taller Chanel que en nada se parece a un traje de combate, en una posición y actitud que mezcla la incredulidad, la perplejidad y la risa, reflejando una absoluta incomprensión a la desproporción entre lo que originó su sobresalto y la respuesta de los guaruras. Allí mismo, apreciamos a su vez a la gran mayoría de los presentes en una actitud tranquila, serena y sin muestra alguna de sobresalto; lo cual refleja que si bien en efecto hubo una detonación cercana, la misma nunca fue percibida como una amenaza inminente a la vida de los que allí estaban.
Lo anterior, la escena descrita, resulta entonces más que suficiente para que cualquier ciudadano racional cuestione la veracidad de la versión que con tanta seguridad y contundencia brindó pocas horas después quien funge como Ministro de Comunicación e Información, ratificado y ampliado luego por el propio Maduro, al punto de que ambos señalaron responsables sin apenas haber desarrollado una mínima investigación.
Cobra entonces vigencia la historia del lobo representado ahora por un drone; y en este caso, como ocurrió con el pastorcito en el cuento, hay una natural resistencia del pueblo a dar por cierto de buenas a primeras la versión de quien nos tiene acostumbrados al arte del engaño en su accionar diario. Así, la incredulidad está sobradamente justificada y no es otra cosa que la cosecha de las infinitas mentiras sembradas a lo largo de veinte años. Solo la transparencia hará creíble cualquiera que sea la explicación a lo que ocurrió el pasado 4 de Agosto y así lo exige la ciudadanía hastiada de la oscuridad que acompaña todo accionar oficial.
Cástor González
Abogado
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
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