“Nicaragua no olvida, Nicaragua no se rinde”. Marchas, manifestaciones, caravanas, concentraciones, banderas y consignas repetidas. Así amanece el país cada día, como respuesta a las balas y a la sangre derramada de quienes dieron su vida por la causa, de los que murieron por disparar palabras contra los cañones sandinistas.
EFE
Y así continuará la masa popular, que este domingo salió en caravana vehicular por las calles de Managua, hasta ver cumplido su objetivo, que se antoja más un sueño lejano que una realidad cercana, “pero llegará, Nicaragua recuperará la paz, la libertad y la justicia; el presidente Daniel Ortega dejará el poder por voluntad propia o porque el pueblo lo eche”.
Palabras repetidas en cada esquina, en cada casa, en cada manifestación ciudadana día tras día, tal y como explicó a Acan-efe el nicaragüense Manuel Mendo, durante la caravana de vehículos adornados con banderas, que recorrió los barrios más populares de la capital, recordando a los vecinos que “el pueblo no se rinde”.
“Ellos (fuerzas combinadas gubernamentales) tienen balas y nosotros tenemos banderas. No necesitamos nada más para vencer al tirano (Ortega) y solo con eso y nuestras voces, lo lograremos y recuperaremos el país, porque es nuestro, no es de Daniel ni de Rosario”, dijo Manuel, quien a sus 60 años se siente “más fuerte que nunca” para dejar en herencia “el país que los nuestros se merecen”.
Mendo forma parte de ese colectivo de abuelos y de padres que decidieron salir a las calles para apoyar a los estudiantes, artífices de las revueltas populares, y a los jóvenes que cada día derraman su sangre por el país que aman.
La idea transmitida por los mayores nicaragüenses es común: “nosotros ya estamos viejos, que nos maten, ya hemos vivido, pero nuestros hijos y nietos tienen un futuro por delante que ningún dictador les puede robar”, señaló Manuel, quien coincide con las abuelas y abuelos, cada día más numerosos y con mayor protagonismo en las protestas, cuyo único fin es “apoyar a los jóvenes”.
“Nos los están matando y no lo podemos permitir. ¿Por qué no nos matan a nosotros? ¿Por qué no disparan aquí?”, dice señalando su pecho Mendo, mientras reitera que pone su vida a disposición de las balas sandinistas a condición de que dejen de apuntar a la juventud.
Los mayores se unieron a la lucha arrastrados por el instinto de protección, por el amor a los suyos y por dejar una herencia digna a sus descendientes.
Sin necesidad de convocarse a través de redes sociales, a ellos les bastó su fuerza y, como si de una cita se tratase, como si se hubieran comunicado telepáticamente, en los últimos días, los ancianos son más numerosos en las protestas, en las calles en las que están dispuestos de dejar sus vidas por el futuro de Nicaragua.
El Gobierno de Ortega, que no asume que el pueblo se alzase en lucha, sacó a la calle las “fuerzas combinadas” armadas, formadas por policías, parapolicías, paramilitares y grupos antimotines, quienes disparan indiscriminadamente y sin piedad hacia cualquier punto que resulta incómodo para el poder.
Y así, con este proceder, fue como, desde que comenzó la rebelión popular, los fusiles rugieron, segando la vida de más de 285 personas, entre ellas 20 menores de edad, según registros hasta el pasado martes por organismos humanitarios a los que se han sumado más tras los acontecimientos de este sábado.
La población, que no oculta su cansancio, pero tampoco sus ganas de seguir adelante, no está “dispuesta” a rendirse ante las tropelías del Ejecutivo orteguista, que provocó una gran crisis sociopolítica en el país a consecuencia de unas fallidas reformas a la seguridad social.
Esa gestión del Gobierno dio lugar a un reclamo constante que comenzó el pasado 18 de abril, fecha desde la cual el clamor por la renuncia del mandatario, tras once años consecutivos en el poder, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, no cesa. El grito de “Nicaragua no olvida, Nicaragua no se rinde” se ha ganado su espacio en la historia contemporánea”.