“Hoy es más rebelde vestir una franela
de Donald Trump que una del Che Guevara.”
Plática de tertulia
El reciente ingreso de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y las elecciones presidenciales de este domingo 27, pueden constituir un parteaguas en la historia contemporánea del hermano país.
Desde hace algún tiempo la economía colombiana buscaba las sendas del primer mundo, fortaleciendo arduamente su capacidad manufacturera y agroindustrial. Ya es notable la competitividad y diversificación que han alcanzado sus exportaciones. No menos significativa es su incorporación a la Alianza del Pacifico, promisora iniciativa de integración comercial en esa gran cuenca de negocios. Hoy, Colombia es admitida finalmente en la OCDE y se adhiere a los estándares económicos del mundo desarrollado, la lucha contra el cohecho, la gobernabilidad de sus empresas publicas, la calidad mundial de sus productos. Colombia ha ingresado al club de los países ricos.
Si la elección favorece a Iván Duque como Presidente de la República, se consolidaría el rechazo a la guerrilla guevarista y a los espejismos populistas de la vieja izquierda. Esa que dejó de ser revolucionaria para convertirse en añoso status quo. Continuaría como ardua tarea la pacificación de lo que aun resta de la furia guerrillera, así como la guerra al narcotráfico -originalmente plantado por los carteles regionales de la droga- pero incorporado como financiamiento primordial de la revolución comunista. La FARC, al igual que la Cuba castrista, reemplazó los rublos por la coca cuando perdió el padrinazgo soviético en 1990. Así, sin sonrojarse, como pauta la ética revolucionaria que justifica cualquier medio. Ese mismo modelaje que alienta a nuestros guevaristas criollos, aunque aquí los narco dólares nutren más los bolsillos de la jerarquía que los ideales de la revolución.
El despegue de Colombia y la desgracia de veinte años de chavismo nos alejan cada día más de nuestra hermana república.