Cifras alarmantes invaden nuestra diaria realidad en Venezuela, mientras constatamos con hechos en nuestra cotidianidad, que el impacto de esas cifras es de lejos aún más demoledor en la vida real que en la amarillista distancia de los 280 caracteres en la que nos sumergimos con obstinada frecuencia.
Somos testigos, protagonistas y víctimas de una situación muy compleja, pues poco importa desde donde se haga la aproximación a la solución de un problema, siempre viene y salta otro aún más dramático y de mayor impacto que hace que el anterior luzca como algo insignificante. Y es que el análisis de la diversidad de factores de la crisis que hiciéramos hace apenas poco más de dos meses, ya de por si dramática, queda minimizado frente al resultado de la aceleración de las circunstancias y de la eterna omisión de quienes están llamados a conducirnos a superar este trance, lo cual nos permite sospechar con justa causa, que dicha omisión e ignorancia es más que deliberada.
Basta apreciar el deterioro del poder adquisitivo, de las condiciones de salud, del acceso a las medicinas, el desabastecimiento de lo más básico, la depauperada infraestructura y la galopante inseguridad, para entender el atolladero en el que estamos sumergidos y la urgencia que hay en superarlo, pues cual agujero negro, la condición devora lo que encuentre a su paso.
Si las proyecciones que invaden los titulares de la prensa escrita de un día como hoy suenan escandalosos en cuanto se refiere a la espiral incontrolable de hiperinflación, donde se habla de cientos de miles por ciento acumulados en el periodo de un año, más fulminante y aterrador aún es revisar en una de sus gavetas o encontrar en algún bolsillo los recibos de consumos de apenas hace unos meses, para así caer en cuenta que ni aún el cielo es el límite cuando se trata del alza de precios que nos fulmina y descoloca cada vez que ante un mostrador consultamos el precio de cualquier cosa.
La solución al descontrol y a la vorágine de irracionalidad que ha arrasado con esa Venezuela que aún está fresca en nuestro recuerdo, está muy cerca, aunque de tanto arar en el largo camino de 19 años, pareciera uno de esos espejismos típicos de los desiertos. Pese al esfuerzo derivado de esa ignorancia deliberada y destructiva puesta en práctica por el Madurismo, los venezolanos resistimos y nos negamos a acostumbrarnos y aceptar el destino que injustamente quieren forjar y por ello, nos esforzamos en superarlo y en enrumbarnos al siglo 21. De hecho, lo cercano del cambio político es tan obvio, que pareciera deslumbrar y enceguecer a la dirigencia política opositora que ahora como nunca está obligada a actuar de forma coordinada y armónica, colocando al bienestar del país por encima de cualquier aspiración personal o partidista, para alcanzar el objetivo. La debilidad del régimen y la fractura de sus cimientos está allí y es tan visible que muchos se resisten a creerlo y a actuar en consecuencia.
La fractura definitiva y el inevitable derrumbe del entramado perverso que mantiene secuestrada a Venezuela, requiere entonces de la firme determinación de la dirigencia opositora, combinada con su accionar articulado y coherente, sumado al apoyo y convicción de la mayoría de los venezolanos de que si es posible y de que estamos en el remate. Ya dimos un gran paso el pasado 20 de Mayo al dejar a Maduro con los crespos hechos y la mesa servida, negándonos a ser víctimas de la emboscada. Ya la comunidad internacional hizo lo propio y dio muestras claras e inequívocas de que no se hace comparsa a la farsa y seguirá en la misma línea profundizando y ampliando el alcance de su respuesta. Falta entonces que la dirigencia logre alinearse con el interés ciudadano y que los ciudadanos reconozcamos y respondamos al llamado, pues el cambio político está allí, justo a la vuelta de la esquina!
@castorgonzalez