Juan Carlos Rubio Vizcarrondo: La opción inesperada

Juan Carlos Rubio Vizcarrondo: La opción inesperada

Hay un ruido persistente en Venezuela, una sensación que se nos escapa al tratar describirla. Aún así, está presente como el gas de una estufa que se ha dejado prendida: pesa en el aire y su mal olor es inconfundible. El hastío ha hecho ebullición en la vida nacional y el azufre ha impregnado a cada una de nuestras instituciones. Todas nos huelen. Todas son acreedoras de nuestro resentimiento. La apabullante abstención en la elección del 10 de diciembre muestra a un venezolano desmarcado de la clase política imperante y que se siente sin opciones reales. Estos comicios, que solo hubiesen tenido concurrencia si en el país existiese el voto en blanco; grafican claramente una realidad: los movimientos políticos que marcaron la pauta en los últimos veinte años lucen quebrados y pareciesen infértiles hacia el futuro.

Esta situación, tan parecida aquella de 1998; implica que la nación siente que tiene pocos interlocutores legítimos. Ahora bien, siendo que estamos en otro contexto, uno mucho peor para decir lo menos; en el que se está bajo un régimen neo-totalitario y narcoterrorista, no puede dejar de sorprender que algunos demócratas estén igual de desprestigiados que los opresores. Tal realidad demuestra que en política, incluso en tiempos atroces; los que capitalizan son aquellos que conducen el vehículo del sentir nacional. En tal sentido, el desprestigio y la incapacidad con que el pueblo categoriza a una gran parte del sector político es correlativo a la disparidad entre los objetivos de la dirigencia y los del ciudadano. No se requiere mayor prueba de esto cuando se considera que la dirigencia partidista ha llegado a la desconexión con sus propios militantes de base, la abstención y la falta de testigos electorales en los pasados comicios son muestras de ello.

En este panorama tan oscuro queda una esperanza que se cuela entre el ruido: la disidencia silente que conforma a la mayoría del país. Sus elementos y estructuras están emergiendo sin mayor atención de las fuerzas políticas en pugna o del pueblo menguado, pero así es como empiezan todos los movimientos destinados a cambiar el rumbo de un país. La gestación de esta disidencia es fruto de un status quo que no tiene las bases materiales y morales para seguir sosteniéndose, que silencia a todo aquel que discrepe y que carece de credibilidad. Por tal razón, el colapso, tal como ocurrió hace ya casi dos décadas; es inevitable. El pueblo quiere lo que se le incumplió: la Venezuela nueva, la Venezuela próspera.

Como se dijo anteriormente, las estructuras de la disidencia están cayendo en sus lugares respectivos. El volante está conformado por quienes no fueron escuchados, por aquellos que todavía no han sido vistos y, sobre todo, por la convicción de no tener que elegir entre el menor de dos males; el motor por la frustración y la impotencia que une a todos los venezolanos; los espejos por el aprendizaje sobre lo que no ha funcionado y los cauchos por las nuevas estrategias ante el avance totalitario. Estos elementos a su vez no son cosas aisladas, cada uno está llamado a interactuar con el otro con miras de la lucha organizada y eficiente.

Lo que definirá el éxito de este gran carro, además de la suma de sus partes; es el hecho de poder prenderlo. Necesitamos una llave, una nueva inspiración, en definitiva; un nuevo liderazgo que energice y unifique en torno a si. Con esto no quiere decirse un mesías o un salvador, la llave no significa nada si no se tiene el vehículo con que arrancar. De lo que se habla acá es de un líder que inyecte pasión y brío al espíritu de los venezolanos, uno que nos haga recordar que juntos podemos lograr un futuro mejor. Este líder tiene que ser diferente a lo que hemos conocido hasta ahora, tiene que reflejar la alternativa al ciclo ruinoso que hoy vivimos.

Muchos lectores podrán decir que peco de idealista con estas palabras, pero quiero aclarar que no las digo por idealismo sino por observación. La historia contemporánea de nuestro país está moviéndose hacia su momento más convulsionado en el 2018 y los actores políticos predominantes revelaron su pequeñez en el 2017. No siento temor en equivocarme al afirmar que la nación venezolana, incluyendo la totalidad de sus sectores; suplica por una alternativa de poder que de resolución a la crisis. Al no estar la respuesta en el régimen plagado con convulsiones internas ni en la oposición formal sin una visión clara de país, la misma estará en lo que hoy no estamos viendo: la tercera vía, el borde de la moneda, la opción inesperada.

@jrvizca

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