Hay una grave crisis en la MUD. Mantener en armonía a siete partidos no es fácil. El equilibrio entre los tres de mayor fuerza se alteró cuando AD pasó a tener cuatro, PJ una y VP ninguna. Una ventaja a la hora de primarias presidenciales.
Los resultados del 15 de octubre golpearon las expectativas opositoras. Aunque incrementó de tres a seis el número de gobernaciones, la MUD disminuyó su caudal electoral y fue sobrepasada por la votación de un oficialismo que logró una alta eficacia para atraer a sus votantes.
La primeras reacciones mostraron contradicciones entre quienes impulsaron la línea calle/calle versus la salida electoral. La negociación se maneja vergonzosamente. La presión, interna y externa, que debería ser considerada complemento de cualquier política, se convierte en una divergencia.
La reyerta arrastró tras de si a toda la Unidad y no es seguro que todos puedan devolver la película. La crisis exige a las direcciones políticas madurez para contener la batalla de egos entre sus jefes. Esperemos que venza la convicción de que la desunión, pasiva o belicosa, fortalece la perpetuación de Maduro en el poder.
La crisis brinda la oportunidad de introducir cambios en el agotado esquema MUD y redefinir una estrategia que pase del juego de truco a la mejor competencia en los tableros que ha señalado John Magdaleno. Sin ganar la simultánea, las victorias aisladas pueden evaporarse con facilidad, como ocurrió con las parlamentarias.
La dirección opositora no ha terminado de descifrar los cambios introducidos por la macolla del poder en su tecnología para controlar la sociedad y liquidar la oposición. El uso del Clap y del carnet del hambre revelaron la sofisticación de los mecanismos de control del populismo totalitario.
Una seguidilla de errores, inexcusables en gente que ha puesto pecho al régimen y bregado ante un adversario que no concede espacio a opciones democráticas, exige otra práctica política en los partidos y en un liderazgo obligado a promover la unidad antes que las agendas propias.
Pero la MUD no ha podido cuidarse de sí misma. La fantasía de ganar solos, las descalificaciones de baja estofa, la negligencia para ejercer la Unidad y los enfrentamientos sin nobleza, son un aliciente al desaliento y a la desafiliación de los ciudadanos a la oposición. Ese proceso ya está emergiendo.
Hay que levantarse y volver a proporcionar orientación a un país que necesita conducción clara y propuestas para resolver las trabas que le impiden vivir bien. Quizá hace falta que cunda un gran miedo en las direcciones políticas para que admitan que sin su reinvención vamos a un fracaso colectivo.
Sin una trompada estatutaria de los ciudadanos, algunas veces situados por encima del nivel dirigente promedio, a las seguridades dirigentes, no parece que éstos puedan abandonar sus fantasmas del pasado y acometer una renovación competitiva con el desempeño político superior que el oficialismo ha tenido este año.
El gran susto está aquí. Lo sentimos respirar el pasado 15 de octubre.
@garciasim