Miles de ciudadanos huyen de una crisis que obliga a las familias a dedicar el 83% del presupuesto a comprar comida en plena escasez. Muchas jóvenes se prostituyen e incluso venden su virginidad para comprar un billete con el que emigrar, publica El Mundo
DANIEL LOZANO/El Mundo
“Hola, soy una chica venezolana mayor de edad. Por la situación de mi país quiero emigrar, buscar un empleo, surgir… Por eso acudo a este medio para ver quién podría ayudarme y brindarme un apoyo para sacar el pasaporte y pagar el pasaje para trasladarme y salir de acá”.
La protagonista de esta historia sólo tiene 18 años, pero ya conoce de primera mano los golpes que da la vida aunque haya nacido, ya en revolución, en el país con mayores reservas petroleras del planeta. Hace cuatro meses, aconsejada por una amiga que emigró a Colombia en parecidas circunstancias, lanzó el anuncio que abre esta crónica, “cansada de comer yuca, que es lo único que hay”, en una red de contactos y encuentros sexuales en el país vecino.
“Es una decisión muy angustiante, pero aquí el día a día está regido por quién logra sobrevivir. No creerás la cantidad de correos que me llegan, tres o cuatro al día desde la propia Colombia, Perú, Ecuador y México. La gran mayoría quieren sexo o peticiones extrañas, me piden fotos desnuda, y yo sólo busco una pequeña contribución económica. Me toca apelar al corazón de la gente”, desvela la joven, estudiante de Medicina, dispuesta a lo que haga falta mientras no sean “cosas extrañas”, también “limpiar, cocinar, lo que sea con tal de irme de acá”. Hoy la joven está a punto de viajar en autobús hasta Cúcuta, en la frontera, para seguir su camino desde allí a Medellín, la ciudad elegida.
Ya ha conseguido el dinero. En el camino quedarán propuestas para tener sexo durante varios días, para participar en orgías, para ser esposa y madre, para ser prostituta en un club… “La que más me ha gustado es la de un señor que se encargaría de enamorarme y de hacerme sentir una reina. El único detalle malo es que quería que estuviera con él un tiempo prolongado, ahí se acabó la magia”, rememora. “Empobrecimiento agresivo de la población”Casi todo vale para huir de un país asfixiado por la recesión económica.
La hiperinflación (subida de precios por encima del 1.000%) amenaza con tomar Venezuela antes de final de un año en el que su Producto Interior Bruto caerá cerca del 14%, pese a que el precio del petróleo regresó a 50 dólares por barril. “Empobrecimiento agresivo de la población”, como lo define el economista Asdrúbal Oliveros, quien calcula que las familias dedican el 83% de su presupuesto a comprar la poca comida que se encuentra. Ante la demolición de los servicios públicos y de la calidad de la vida, casi todo vale para la huida, incluso ofrecer la virginidad.
“Soy morena, delgada, bella, inteligente, educada, seria, honesta y responsable. Vendo mi virginidad vaginal y anal por urgencia económica. No es un juego, aspiro a obtener al menos 15.000 dólares”, reclama otra joven venezolana, que no quiere saber nada de su moneda, los bolívares que se devalúan cada día.
Precisamente, el lunes la Procuraduría General de República Dominicana desarticuló una red de proxenetas que mantenían a ocho venezolanas ejerciendo la prostitución. El país caribeño es otro de los destinos de la diáspora criolla, que se ha extendido sobre todo por Colombia, Ecuador, Perú, Panamá, Chile, Brasil y Argentina, además de Estados Unidos y España.
“Nunca lo había hecho, ni siquiera imaginado, pero es la única forma de sobrevivir aquí y de, además, enviar dinero a mi madre a Caracas”, confiesa Luna, nombre elegido por esta venezolana de 21 años para ejercer la prostitución en Medellín. Según ‘The Economist’, al menos 4.000 venezolanas están ejerciendo este oficio en Colombia, lo que ha provocado incluso incidentes con las putas locales en Cali y otras ciudades. “Sí, somos muchas, incluso transexuales”, reconoce Luna, quien en Caracas compaginaba sus estudios universitarios con tareas administrativas. Su familia, de profundas raíces bolivarianas, ni imagina a qué se dedica su hija. Eso sí, sobrevive gracias a sus envíos quincenales.
Indigencia en Colombia
El éxodo es tan masivo en Colombia que cifrar el número de venezolanos llegados al país vecino es de una complejidad imposible. La regularización emprendida por el presidente Juan Manuel Santos en verano legalizó a más de 60.000 personas, una pequeña parte de los 350.000 que Migración calcula de forma oficial. En cambio Tony Vitola, líder del colectivo criollo en Medellín, eleva la cifra hasta el medio millón, al contabilizar sus paisanos con doble nacionalidad y los que han cruzado la frontera sin sellar su pasaporte. Otros, como la Asociación de Venezolanos en Colombia, dispara sus cifras al millón de emigrantes. Una cosa sí tienen muy clara los que huyen de su país: atrás dejan unos problemas, ahora comienzan otros. Las situaciones de indigencia en la propia Medellín crecen cada día, incluso un deportista que jugó en la selección nacional de softball ha dormido 20 días en el polideportivo de Envigado.
Desiree Escobar, de 23 años, es una periodista de raza, llegada hace un año “después de que me robaran cuatro veces a mano armada y de comprobar que mi trabajo en las televisiones no me servía ni para comprarme un par de zapatos”. La joven ha vivido en primera persona la llegada de una marea de compatriotas a Medellín, incluso ella misma ha alternado sus trabajos como ‘community manager’ en redes sociales con trabajos de camarera o vendiendo perritos calientes con un carrito.
En Navidad volvió a su Cojedes local en un viaje que de inmediato le devolvió a la realidad de su país: su padre, que la había recogido en la frontera, fue secuestrado y asesinado para robarle el coche tras dejarla a ella en su casa. Como si su propio país le quisiera confirmar que su decisión de partir fue lo mejor para su vida.