En primer lugar, porque la Constitución Nacional me garantiza, mejor dicho, me reconoce el derecho a elegir libremente a quienes habrán de dirigir los destinos de Venezuela.
Porque quiero que se restituya en el país eso que Montesquieu llamó “División de Poderes”, que implica la independencia y autonomía entre ellos, sin sumisión ni complacencia ante los desmanes que se cometen, y que no estén al servicio de una persona determinada.
Porque deben acabarse las violaciones flagrantes a los Derechos Humanos, cuyos ejemplos abundan en nuestro adolorido país.
Para que acaben las eternas cadenas, el lenguaje explosivo, el discurso guerrerista y las ofensas a toda aquél que no piensa idénticamente igual a los seguidores del oficialismo. Porque no se entiende cómo con los precios altísimos del petróleo, sigue aumentando la pobreza de nuestro pueblo.
¿Acaso se desconoce o ignoran lo que ocurre en las colas interminables por medicinas y alimentos? ¿No es del dominio público tan miseria de gentes hurgando en los pipotes de la comida, delincuencia infantil y juvenil, prostitución y tantos otros males de parecida naturaleza?
Insisto, en mi país escasea hasta la muerte natural y nuestra mujeres paren en el piso, como deseando echar a volar a sus críos. A lo mejor allá arriba en el cielo tengan un mejor destino.
Voto para que se ataque la inseguridad con firmeza y decisión; con la suficiente y necesaria voluntad de gobierno; para que se nos garantice el derecho a la vida que es el único que nos permite hacer uso de los demás derechos inherentes a la persona humana.
Para que se respeten las leyes; para que no se incite a su desconocimiento o desobediencia. Para que la corrupción no siga campeando libremente; se acabe la impunidad; se investigue seria y profesionalmente y se castigue a los saqueadores del erario.
Para que se acabe, verdaderamente, el uso discriminatorio, injusto y desde luego inhumano de las nefastas listas excluyentes de tantos compatriotas que se ven impedidos de acceder a un puesto de trabajo o a sacar la cédula, por señalar apenas esos ejemplos. A esto se añade ese otro infame mecanismo de control social, ese detestable modo de apartheid a la criolla que es el mentado “carné de la patria”.
Porque este gobierno nos ha puesto en una situación dilemática: O estamos con él o estamos en contra; además de calificarnos de apátridas, contrarrevolucionarios, escuálidos, entre otros epítetos.
Porque no aceptamos más manipulación usando el hambre, la miseria y las calamidades del pueblo. Porque no debemos permitir la consolidación de un régimen perpetuo, arbitrario, personalista y dominador de todos los poderes.
Porque siguen niños en la calle, cada día más, sin prodigárseles condiciones dignas de vida, y nadie se ha quitado su nombre por su existencia. Porque ser rico es malo; sin embargo, los relojes de marca, los viajes continuos con numerosas comitivas, cumbres y cumbres, y regalos a otros países siguen sin parar. Porque debemos vivir con libertad de pensamiento, sin miedo, pero sin odio.
Porque el país no puede estar dividido en toletes (excusen la expresión), como consecuencia del lenguaje incendiario y de confrontación que se le ha inoculado desde las esferas del poder. Porque no quiero ver más indigentes, madres con niños en los brazos y niños y adolescentes en los semáforos, pidiendo, vendiendo cocossetes, echando candela por la boca o haciendo malabarismos a cambio de unas pocas monedas, mientras el gobierno propicia el hedonismo.
Porque quiero seguir diciendo algo, ejercer mi derecho a expresar mi opinión libremente, a pensar distinto, a desaprobar aquello que me parezca injusto, en definitiva, a ser un ciudadano libre que puede vivir en un país digno, noble, de valores y de principios democráticos.
Yo voto porque paso a paso, se ha ido recuperando la confianza de los venezolanos en el voto. ¿Qué ocurrió después de la lamentable abstención del 2005? Por ese error político yo me pronuncio. ¿Acaso no fue votando que dijimos NO a la propuesta de reforma constitucional de aquel desquiciado milico golpista? ¿Acaso no fue votando que se obtuvo mayoría parlamentaria en diciembre 2015? Que la peste sea bicha es otra vaina.
Porque el voto es un arma moralmente superior y más eficaz que los fusiles de los milicos. Porque soy antichavista desde el 92 del siglo pasado, y antimilico desde que tengo uso de razón. Porque contra la anomia “oficial” -en sus dos acepciones- vale la pena el esfuerzo por Venezuela. Porque mi voto no depende de un hombre, que no dura para siempre, sino de un pueblo, que sí.
Porque mi voto es importante, si no valiera nada, NO se lo robaran. Porque a pesar de las trapisondas de las reptoras para confundir, el país merece que pongamos nuestro hombro. Yo no repto, no me arrastro ni delinco. ¡Yo voto!
Ni brazaletes ni risitas risueñas de reptoras nos harán desistir de votar e iniciar el cambio que el país demanda. Porque es una forma, además, de demostrar el fraude que cometen los delincuentes electorales.
Amigo lector, imagina a un nuevo presidente de Venezuela con la mayoría de gobernadores demócratas, comprometidos con el futuro de Venezuela y su recuperación. Sabes bien que el país necesita el concurso de todos, y votando podemos aportar mucho en los propósitos de enmienda y rectificación.
Contra la podredumbre en que la peste chavista ha convertido la administración pública. Contra el festín que se ha hecho del erario bajo el amparo oficial. Contra la pillería y malandraje que hoy tristemente se observa en el país. Contra esta pesadilla dieciochoañera coloreada de un rojo alarmante, votaré.
Contra ese terrible ejemplo de gobierno hedonista, vulgar y corrupto; de incapaces y violadores de los DD. HH. Yo voto porque ganamos haciéndolo; absteniéndonos no ganamos nada.
Yo voto porque es una oportunidad más, y la verdad no sé si sea la última. Sin más vueltas, sabemos quienes nos des-gobiernan y esa triste realidad la podemos cambiar con votos. Yo tengo el mío y funciona.