Han sido tan extremadamente aberrantes y sangrientas las circunstancias en las que han perdido la vida decenas de jóvenes a manos de los cuerpos represivos del dictador Maduro y de sus íntimos colaboradores, el vicepresidente y sirio-venezolano El Aissami y el general de la Guardia Nacional Bolivariana Néstor Reverol, que no les ha quedado otro recurso que arremeter contra los medios de comunicación y los sitios web para “maquillar” estos “asesinatos en serie” y engañar a la opinión pública.
Y decimos que presuntamente son asesinatos en serie porque las características de quienes han perdido la vida en estas manifestaciones pacíficas conforman un patrón constante: son mujeres y hombres jóvenes, no portan armas de fuego como sí lo hacen los colectivos paramilitares del madurismo y salen a protestar para que se cumpla un objetivo específico democrático y constitucional, el derecho al voto.
Matarlos no es una forma de diálogo sino de un fusilamiento por otras vías más expeditas que un paredón, como ocurrió en Cuba, la Unión Soviética y en China. Cuando el dictador toma el micrófono y llama al “diálogo” lo hace para que entren al patio de la cárcel donde serán juzgados y condenados sin derecho a la defensa. Por eso han salido a la calle para que la tragedia venezolana y su entrega vergonzosa al régimen cubano, al narcotráfico internacional y al terrorismo de Hezbolá se detengan para el bien de Venezuela.
El vicepresidente El Aissami tiene una larga lista de señalamientos públicos referidos a su actuación como gobernador del estado Aragua, que incluyen operaciones policiales de alto alcance represivo, violación de los derechos humanos, ataques a los medios de comunicación y prisión de dirigentes de la oposición. No es pues una blanca paloma de la paz, sino un rojo halcón que le gusta cazar a los más débiles y saborear su sangre.
Cuando dice que los medios, y en especial El Nacional Web, han trucado el video de la muerte del Neomar Lander nadie le cree como tampoco le compra una verdad a Maduro con los billetes de cien bolívares. Nuestro deber como periodistas es decir la verdad, y como es lógico y humano podemos equivocarnos, pero no al punto de manipular lo que presuntamente encaja como un asesinato de los tantos que ha cometido el oficialismo en los últimos días.
Nosotros, los periodistas, no somos como usted, que disfruta arrellanado en la comodidad de un despacho y tiene tiempo para pensar y armar sus mentiras para justificar la carnicería que llevan a cabo a diario. Pero se equivoca con los periodistas, y en este caso en particular con El Nacional, que no necesita mentir y deformar los hechos para mantener su cómodo estatus.
Para la inmensa mayoría de los periodistas salir a la calle es un riesgo, esquivar los disparos asesinos de la Guardia Nacional Bolivariana, de la Policía Nacional y de los colectivos malandros bolivarianos financiados por el oficialismo es sin duda desafiar a la muerte.
Entonces cállese, mantenga la boca cerrada, no se escude en la cobardía de una mentira para tranquilizar su conciencia, si es que la tiene.