El Alcalde Metropolitano de Caracas y actual preso político, Antonio Ledezma, le envió una carta al Ministro de la Defensa, General Vladimir Padrino López, en la que le pide actuar apegado a la Constitución y le recuerda que su cargo lo obliga a defender la integridad de los venezolanos.
Nota de prensa
“Le escribo respetuosamente, consciente de su altísima responsabilidad en estas horas dolorosas, trágicas y cruciales para la historia de nuestra República (…) Y lo hago con esa atribución política y moral ante quien detenta el indudable poder de las armas y los ejércitos de la República y podría decidir sobre el destino de nuestra Patria. Una responsabilidad que lo sitúa al frente de una encrucijada definitoria para la historia de la República y sus treinta millones de habitantes. Tenga presente que todos, tarde o temprano, debemos dar cuenta ante la historia”, escribió.
En la misiva el Mandatario Capitalino le recuerda también al Ministro, que los crímenes de Lesa Humanidad no prescriben.
“Tenga presente que todos, tarde o temprano, debemos dar cuenta ante la historia. Y los crímenes de Lesa Humanidad son demasiado poderosos como para pretender ocultarlos a la conciencia de quienes nos sobrevendrán”.
A continuación la carta dirigida al Ministro Padrino López:
CARTA AL MINISTRO DE LA DEFENSA DE LA REPÚBLICA BOLIVIANA DE VENEZUELA, GENERAL VLADIMIR PADRINO LÓPEZ
Sr. General:
Le escribo respetuosamente, consciente de su altísima responsabilidad en estas horas dolorosas, trágicas y cruciales para la historia de nuestra República. Me siento autorizado para ello en mi atributo de ciudadano venezolano, en la actualidad Alcalde Metropolitano de la ciudad capital, electo por casi ochocientos mil ciudadanos y político al servicio de nuestra Patria, que ha ocupado algunos de los más altos cargos de elección popular: He sido diputado en varias legislaturas, alcalde y gobernador de la capital de la República, a la que he servido con honor y sacrificios desde mi más temprana juventud. Y lo hago con esa atribución política y moral ante quien detenta el indudable poder de las armas y los ejércitos de la República y podría decidir sobre el destino de nuestra Patria. Una responsabilidad que lo sitúa al frente de una encrucijada definitoria para la historia de la República y sus treinta millones de habitantes. Tenga presente que todos, tarde o temprano, debemos dar cuenta ante la historia.
Soy, como también lo es Usted, un servidor público, sin haber esperado de tal servicio, que ha ocupado gran parte de mi vida, otra recompensa que la paz, el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo, de cuyos humildes orígenes provengo. Incluso dispuesto a aceptar los mayores sacrificios que hayan podido derivarse de mi profundo amor y respeto por nuestros compatriotas y el honor, el prestigio, el respeto y la honra de la República. Fiel a los sagrados y altos predicamentos que nos legaran nuestros padres fundadores, y muy en especial nuestro Libertador Simón Bolívar, considerado, con razón, progenitor de nuestra Patria.
También como Usted, soy un padre de familia con esposa, hijos, hijas y nietos, que constituyen mi mayor felicidad y mi más honda preocupación. Constituyen la permanente referencia de la historia que somos y de un futuro que debemos legarles como testimonio de nuestra devoción a Venezuela. No me imagino mi vida ni la de ellos extirpados de nuestras raíces. Tampoco quisiera imaginármelas aherrojadas por un régimen dictatorial, incluso despótico y tiránico, servil a una nación extranjera, cualquiera ella sea, violador de nuestros más sagrados derechos humanos, indigno de valía en el concierto de las naciones, despreciado por su vileza y carencia de dignidad y grandeza.
Venezolano como usted, no soportaría vivir bajo un régimen que desconociera nuestras tradiciones culturales, religiosas, civiles y militares. Que hiciera escarnio de nuestra nacionalidad. La que ha sido durante más de dos siglos nuestra única forma de existencia. Ser señalado por los padres de nuestra Iglesia por haber incumplido mis obligaciones, haber traicionado mis deberes, haber contribuido a mancillar el nombre de Venezuela en el mundo. No aguantaría cargar con la imborrable vergüenza de haber tolerado que mi Patria se hubiera sometido a dictados extranjeros, a la sevicia de malos dignatarios, a la vergüenza universal de haber permitido ser subyugada, expoliada y saqueada por facinerosos al servicio de ideologías ajenas y contrarias a nuestra idiosincrasia, forjada en las luchas de nuestros Padres Fundadores.
Como usted y yo lo sabemos de nuestra formación intelectual y moral, la historia es implacable. A pesar de las tragedias ocurridas a lo largo de la historia de nuestra humanidad, que han costado tantos millones y millones de víctimas debidas a guerras, conflagraciones, desastres, revoluciones, desórdenes y motines, de los que también abunda nuestra historia, siempre ha terminado por vencer el bien sobre el mal, la justicia sobre la injusticia, la libertad por sobre la esclavitud, la democracia sobre la dictadura. El siglo XX vivió las dos formas más aterradoras de regímenes totalitarios: el comunismo y el nazi fascismo. Hitler y Stalin creyeron que sus regímenes sobrevivirían por miles de años. El de Hitler duró trece años y terminó en el estercolero del terror y el Holocausto. El de Stalin a los setenta años de campos de concentración y su brutal y sangriento despliegue policiaco, implosionó como si no hubiera existido.
El destino del hombre, lo demuestra la historia, es la libertad. La esclavitud fue erradicada tras milenios de existencia. Y maravillosos esfuerzos de humanitarismo y generosidad sin límites. La ambición, la impiedad, la crueldad y la incuria de sus malos hijos no basta para extirpar de los espíritus la bondad, la generosidad, la grandeza por las que sacrificara su vida el más grande de nuestros hermanos: Jesucristo. Hitler, Stalin y todos los tiranos que en el mundo han sido se encuentran hundidos en el fango del desprecio. Sus asesinatos, sus crímenes e iniquidades se impusieron en la memoria de los hombres por encima de sus logros.
Jamás hubiera creído que Venezuela, dotada por Dios de tantas y tan abundantes riquezas, podría llegar a la crisis humanitaria en que se encuentra. Que violando y desconociendo la sagrada palabra de nuestro Libertador, las armas de la república podrían ser usadas no para defender la soberanía y la honra de nuestra Patria ante invasores extranjeros, sino para asesinar a sus propios hijos, en insólita obediencia a esos mismos invasores. Un quid pro quo que nos pesará a los contemporáneos por los siglos de los siglos. Pues la historia, como acabo de recordarlo, es implacable. Y los crímenes de Lesa Humanidad son demasiado poderosos como para pretender ocultarlos a la conciencia de quienes nos sobrevendrán.
Es por ello, Sr. General y Ministro de la Defensa, que me permito recordarle, sabiéndolo el mayor responsable ante la historia de las acciones u omisiones que pudieran cometer las fuerzas uniformadas bajo sus órdenes, nuestras mutuas y recíprocas obligaciones en bien de nuestra bien amada, sufrida, ultrajada y escarnecida Patria. Le confieso que me satisfizo leer sus declaraciones en las que, ante el planteamiento de convocar una Asamblea Constituyente desde el Poder Ejecutivo, Ud. asegura que “solo un proceso “universal, directo, secreto, y libre”, tiene “el respaldo indiscutible”. Porque también coincido con Ud. en que “Amar, respetar, y defender la Constitución, esa es una tarea indefectible de la FANB”. Y hay ante los ojos de todos hechos ciertos que indican que se está rompiendo el hilo constitucional, tal como lo ve el pueblo que protesta en las calles reclamando acatamiento a su voluntad soberana expresada el pasado 6 de diciembre de 2015 y ahora indignada alza su voz defendiendo la soberanía de la Asamblea Nacional que integro eligiendo con sus votos los diputados que son mancillados. Así lo ha visto la Fiscal General de la Republica, Dra. Luisa Ortega Díaz, así lo ven desde la O.E.A, desde la O.N.U y también desde los parlamentos del mundo.
Reciba mi mayor disposición a colaborar por el bien de nuestros compatriotas. Siempre he tenido una relación respetuosa con sus compañeros de armas, las tuve en mi condición de parlamentario, gobernador, alcalde y también en mi situación de prisionero político en la Cárcel Militar de Ramo Verde.
Y volviendo a esgrimir el sagrado nombre de nuestros padres fundadores hagamos cuanto esté a nuestro alcance por salvar a nuestra República. Por devolverles a nuestros compatriotas el derecho a la paz, la unidad, el bienestar y la felicidad de sus hijos. Y recibir el mayor don al que puede aspirar un servidor público: el agradecimiento desinteresado y honesto de sus ciudadanos.
Con honda preocupación; se despide de Ud.;
Antonio Ledezma
Alcalde Metropolitano
Preso Político
Caracas, Mayo 2017.