Los manifestantes heridos en la ola de protestas en Venezuela contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro enfrentan dificultades adicionales: cómo recibir tratamiento en un país golpeado por la escasez de antibióticos y analgésicos, reseña Reuters.
En lo que va de abril, cifras oficiales indican que 437 personas fueron heridas en manifestaciones. Balas de goma, piedras y latas de gas lacrimógeno han causado la mayoría de las afectaciones, según varios médicos y grupos de derechos humanos.
Las familias han tenido que llevar a sus parientes a varios centros de salud, recorrer farmacias en busca de medicinas y publicar mensajes en redes sociales solicitando donaciones.
Con alrededor del 85 por ciento de los suministros médicos no disponibles, de acuerdo al principal grupo farmacéutico del país, muchos en Venezuela no pueden obtener un tratamiento óptimo o, peor aún, ninguno en absoluto.
La semana pasada, Luis Monsalve, de 15 años, fue golpeado en la cara por un cartucho de gas lacrimógeno. Su familia y amigos desde entonces buscan suministros para la cirugía que le permita volver a ver por su ojo derecho. “Si lo hubiéramos tenido, lo habrían operado el sábado”, dijo su padre, José, de 67 años.
Otros cuentan historias similares.
Raquel Mignoli, de 44 años, enfermó del estómago luego de saltar a las pútridas aguas del río Guaire, que atraviesa Caracas, para evitar una descarga de gases lacrimógenos de las fuerzas del orden. Ella tampoco pudo encontrar medicamentos a pesar de visitar cinco farmacias.
Las lesiones, que también han afectado a los uniformados y hasta a transeúntes, están poniendo más presión sobre los saturados hospitales del país petrolero.
El Gobierno asegura que los manifestantes son los culpables de la violencia que ha asolado a Venezuela y que, hasta el martes, dejaba 26 fallecidos.
Los ministerios de Información y Salud y el Instituto de Seguridad Social no respondieron a solicitudes de comentarios.
Collarines improvisados
Para combatir la escasez, los venezolanos en el extranjero están donando medicinas en ciudades como Miami y Madrid. Y dentro del país, muchos médicos y estudiantes de medicina se ofrecen voluntariamente para atender en las manifestaciones.
En el estado occidental de Táchira, fronterizo con Colombia, los médicos visten ropa civil y usan seudónimos para evitar ser arrestados o atacados por oficialistas. “No tenemos equipos, como máscaras, pero en medio de los gases hemos atendido a los pacientes heridos con perdigones y asfixiados”, dijo un médico conocido como “gitano”.
En Caracas, un grupo de unos 120, compuesto por estudiantes de medicina, médicos y voluntarios, ha revivido un equipo de primeros auxilios creado durante las protestas del 2014.
Si bien llevan cascos blancos con una cruz verde, no tienen chaleco antibala y algunos usan lentes de natación para evitar los efectos de los gases. Casi todo su equipo ha sido donado o comprado por voluntarios. Hasta han tenido que crear collarines improvisados, colocando zapatos y gorras alrededor del cuello.
Cuando un grupo de ellos camina a través de una protesta, los manifestantes detienen sus gritos de “¡No más dictadura!” y empiezan a animarlos con aplausos y vítores de “¡héroes!”.
En un país que atraviesa una grave crisis con una economía en recesión, la inflación más alta del mundo y donde muchos de los servicios funcionan intermitentemente, los médicos voluntarios son vistos como un rayo de esperanza.
“Estamos preparados para (atender a) 200 (heridos), pero llegará un momento en que sean 400”, dijo la voluntaria y estudiante de medicina Stephanie Plaza, de 22 años, al margen de una reciente marcha bajo el abrasador sol caribeño.
“Los heridos son más (que en 2014), porque hay más personas protestando”, finalizó.
Por Alexandra Ulmer/Reuters
Fotos Reuters