“’Maestra, tengo hambre; me duele la cabeza, mañana no vengo’, eso me dicen frecuentemente con fatiga los niños de primer grado que atiendo en la escuela Territorio Federal Amazonas”. Con la crudeza del caso, Jeniffer Palma, docente que labora en el sector Mararito, Ocumare del Tuy, narra lo que vive casi a diario.
Nota de Prensa
Cuenta que de los 35 pequeños que tiene bajo su responsabilidad en el aula de clase, a veces, sólo asisten 15. “En ocasiones tengo que darle de mi comida, porque yo tengo mi hija y en realidad no quisiera que pasara por eso. ¿Cómo comes delante de un niño que tiene hambre?”.
La escuela estadal cuenta con una matrícula general de 424 jóvenes, y ninguno de los cursos escapa de lo que Palma califica de “sufrimiento”: al narrar las escenas de hambre.
“En mi sección y en los otros grados también, tanto en el horario de la tarde como en la mañana, la gran mayoría falta porque no tiene comida en sus casas”, dice la profesional de la educación al tiempo que recuerda que ha tenido que ver a los infantes caer al piso porque no tienen nada en sus estómagos.
Palma asegura que desde que se agudizó la escasez de alimentos, aumentó la ausencia escolar. Dice que hay estudiantes que han faltado hasta dos semanas por hambre y que tal situación además de desmejorar su salud, también pone en riesgo su aprendizaje.
“Cuando no asisten, las maestras comenzamos a preguntar el por qué. La respuesta de los padres es casi siempre la misma: ‘maestra, no mande al niño porque no tengo nada que darle’. La falta de comida y las inasistencias afectan a los niños, porque sin alimentación, ¿cómo estudian o piensan?”, se pregunta.
La maestra de primer grado, detalla que miércoles, jueves y viernes, hay un incremento en las asistencias, puesto que en esos días el Gobierno de Miranda distribuye las meriendas a través del Programa de Alimentación Escolar (Mipae) “Asisten mayormente para poder comer, porque saben que en sus casas no tienen nada”.