A la sede principal del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería, en la avenida Baralt de Caracas, llegan todos los días personas que residen en la ciudad y también en el interior del país, debido a que las explicaciones sobre retrasos de entregas de documentos están centralizadas. Todos piden respuestas sobre el estatus de su pasaporte porque en las regiones se repite un argumento desde septiembre del año pasado: “No hay material. Quizá se resuelva en marzo”, publica El Nacional.
En años anteriores solo se necesitaban cinco días hábiles para que el documento estuviera en las manos del usuario. Sin embargo, en la actualidad otorgan las citas después de dos días de ser solicitadas a través de su página web. Y así, día tras día aumenta la lista de espera.
El miércoles personas de Margarita, Maracay, Cumaná y Caracas le exponían sus problemas a los funcionarios de esa sede para que les permitieran entrar y que les explicaran o que les dieran un pasaporte provisional porque debían viajar. Susurraban que les pedían 500.000 bolívares para entregarles el documento de forma inmediata, un trámite que cuesta 12 unidades tributarias (2.124 bolívares). Otros aseguraban que la gestoría se la cotizaban en 1.200.000 bolívares. Y otros, más indignados, decían que les cobraban en dólares. Ninguno se atrevió a asegurar si eran empleados o gestores foráneos, pues la estrategia es abordar a los usuarios a la salida de cada recinto.
En diciembre el director del Saime, Juan Carlos Dugarte, alegó guerra económica para excusar la falta de material y aseguró que al menos 60 personas fueron detenidas por cobrar para entregar el documento. Tampoco aclaró si eran empleados del ente ni cuándo se resolvería el supuesto sabotaje.
Pasaportes provisionales. Judith es madre de una niña de 11 años de edad. Tramitó su documento en noviembre porque su hija tiene dos años con un problema neurológico que en Venezuela no le han podido diagnosticar con precisión. Su última opción es irse a Estados Unidos apelando a que su hija es también ciudadana americana, para conseguir otras opiniones médicas. Luego de tres meses no ha podido salir de Venezuela y su hija continúa con convulsiones. Entregó sus informes médicos y una carta esta semana. La promesa es que en dos días podría tener su pasaporte y que la niña saldría del país.
Óscar Schlenker también fue uno de los que pudo viajar para solucionar problemas familiares. Apeló a su doble nacionalidad para que le dieran un permiso de salida, dado que entregarle el nuevo pasaporte renovado se tarda al menos tres meses, según cálculos que empleados les dan a usuarios de forma aleatoria. La objeción es que solo podía tramitarlo un día antes del viaje en la sede central.
El 17 de enero hizo una cola de 20 minutos para entrar y luego otra de 40 minutos para que le dieran un número para ser recibido. Lo atendieron junto a otros ciudadanos que tenían doble nacionalidad, personas con problemas de salud que debían hacerse tratamientos y diagnósticos en el exterior, y otras con compromisos de estudios y deportivos. Esperó por más dos horas y media hasta que una funcionaria les informó a todos que podían llevarse sus papeles de identidad porque en el aeropuerto sabían que tenían permiso para salir del país. No hubo ni un papel que certificara el permiso provisional. Debieron solo tener confianza en la palabra.
La agonía siguió al día siguiente cuando llegó a Maiquetía y en Inmigración le dijeron que no estaban anulando los pasaportes vencidos, pues se sabía de la contingencia por falta de material. Ese día Schlenker venció la burocracia y la crisis que ahora afecta hasta el derecho a la identidad. Ahora espera que pueda entrar nuevamente a su país.
Cuando Schlenker salía de Venezuela, otra mujer reclamaba al Saime el retraso en obtener su pasaporte, pues su viaje tenía prioridad. Esperaba desde octubre su pasaporte, pero ese día no pudo resolver el problema con los funcionarios ni tampoco obtuvo otra opción. Los usuarios desconocen qué criterios se usan para permitir la salida del país en medio de la escasez.
Estudian elevar costos
De forma extraoficial se supo que en diciembre llegó un lote del material policarbonato que se importa de Alemania para hacer el pasaporte en Venezuela, pero no cubre ni la mitad de la demanda que hay. “La prioridad es salud, estudios y compromisos deportivos. Mientras este documento cueste 2.000 bolívares seguirá la alta demanda. Entiendo que es un derecho, pero la realidad es que solo viaja la mitad de las personas que piden el documento”, dijo la fuente.
Elaborar un pasaporte en el país cuesta 22.000 bolívares y el usuario paga 2.124 bolívares. Una de las propuestas que se está evaluando es que el documento de identidad tenga un costo de 16.000 bolívares.
Una comisión presidencial se encuentra en Alemania resolviendo la importación, pero antes de marzo no habrá pasaportes en mano.
Se solicitó una entrevista con el director del Saime. Se comprometieron a dar respuestas la semana próxima cuando la comisión presidencial que se organizó llegue a acuerdos de importación de material.
Empieza la dificultad para sacarse la cédula
Desde que comenzó 2017 sacarse la cédula también implica un recorrido por sedes del Saime para saber cuál está tramitando el documento, pese a que el año pasado el ciudadano lo obtenía en 30 minutos en los operativos especiales que se hacían diariamente en cada parroquia. Las unidades móviles no estarán disponibles hasta que empiece el proceso para sacar el Carnet de la Patria y hacer el censo que dará la oportunidad al venezolano para obtener una bolsa de comida a través del Comité Local de Abastecimiento y Producción. Se cree que mientras dure el censo se podrán hacer ambos trámites, pero aún se espera la información oficial.
En los Valles del Tuy no hay material para sacarse la cédula, mientras que en Los Ruices, en Caracas, les dicen que el documento se entrega luego de ocho días. El portero grita a quienes están en la cola: “Falla crítica de material. Ocho días, ocho días”. A su vez, en el Saime de Las Mercedes se tardan un solo día pero por problemas con la máquina para plastificar.