Para cualquier zuliano, en la antesala de las fiestas decembrinas, marcadas con entusiasmo por la celebración en honor a Nuestra Señora María del Rosario de Chiquinquirá, resulta sumamente grato, hacer un alto en nuestros análisis sobre los diversos tópicos del quehacer nacional, regional o universitario que venimos tratando a lo largo del año, para dedicarle un espacio a quien es nuestra Madre Espiritual.
El fervor y afecto por María constituye para todo cristiano un sentimiento sublime que, cuando se cultiva con sincera devoción, inunda nuestro espíritu de alegría el saber que ella representa nuestro refugio y consuelo en momentos de dificultad y aflicción, nuestra mejor aliada al necesitar su intercesión ante el Señor, Estrella de la Mañana para orientar el rumbo de nuestras vidas cuando deseamos emprender el camino hacia nuestros sueños, si estos están inspirados por objetivos positivos, tal como lo hacemos con nuestra madre carnal, verdadera e incondicional amiga en esta vida, en quien siempre podremos confiar.
En cualquiera de sus advocaciones es la misma, es nuestra Madre: Coromoto, Rosario de Aranzazú para los Ritenses, Divina Pastora, Del Valle o Chiquinquirá, es la Madre de Cristo y madre nuestra a quien los auténticos cristianos debemos venerar con profundo amor, por tratarse no sólo, de ser la mujer que concibió y alumbró a Cristo Nuestro Señor, sino porque María es por excelencia la criatura más grande de la creación, la más humilde y la más obediente. Ella es la portadora de la fe por excelencia, en ella se cumplió la promesa del Señor de que vendría el Mesías, ella en su seno tuvo al Verbo donde se hizo carne, ella es la llena de gracia, en cuyo estado permaneció por amor a su Hijo. En su corazón amaba al Señor y guardaba su Palabra como buena creyente, fue la primera en llevar la Palabra de Dios desde su vientre, transformándose en sagrario de la Santísima Trinidad: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa del Espíritu Santo. En ella vemos el modelo de cualquier cristiano que desde el momento en que dijo “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” Lc 1, 38, obedientemente cumple con la voluntad que procede de Dios, se mantiene dócil a sus Inspiraciones y desde ese momento se hace sierva de Jesús. Con resignación, María sufrió la terrible pena de ver a su hijo escarnecido y recibir la muerte en la cruz. Allí radica el mejor ejemplo y su mensaje para afrontar con fortaleza las dificultades y adversidades que esta vida nos depare y que deben constituirse en factor fundamental para nuestro crecimiento personal y espiritual. La vida siempre será la sumatoria de lo positivo y negativo que nos acontezca, pero dependerá de cada quien, de la forma como administre cada momento, la resultante de su vida puesto que cada quien es libre de construir su destino.
En oportunidades, podemos tener un entorno adverso, cuyo cambio escapa y supera nuestra posibilidad. Por ello, en estos tiempos de dificultades, divisiones y confrontaciones por las cuales atravesamos los venezolanos, es oportuno acudir a ella y pedirle de corazón: Ruega por nosotros madre/ para que reine la paz/ que se superen los odios/ y nos veamos como hermanos/que vuelva a nuestro país, justicia y prosperidad/ Tú no puedes olvidar al pueblo Venezolano. Y tú mi santa patrona/ nuestra querida Chinita/ escucha la petición/ del noble pueblo Zuliano/ que retorne a nuestra tierra/ progreso, alegría, unión /no nos olvides ahora/ y danos tu bendición. Amen
A nuestra madre espiritual, por César Ramos Parra
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