Esta sensación de que nos caemos cuando estamos en la cama es el fenómeno conocido como “sacudida hípnica” y puede ir acompañado de una alucinación visual. Puede que haya oído llamarlo “sobresalto del sueño”, “sacudida hipnagógica” o “sacudida mioclónica”, pero para no complicarnos nos atendremos a la primera.
La sacudida hípnica se produce cuando los músculos, por lo general de las piernas (aunque puede observarse en todo el cuerpo), se contraen rápidamente de forma involuntaria, casi como un tirón o un espasmo. Aunque no se conocen con exactitud las razones para ello, la perspectiva evolutiva da a entender que cumple al menos dos funciones relacionadas entre sí, la primera de las cuales conserva su importancia en la actualidad.
En primer lugar, este despertar brusco nos permite vigilar por última vez nuestro entorno, nos brinda la oportunidad de asegurarnos de que es realmente seguro dormirnos, creando una respuesta similar a un sobresalto. A fin de cuentas, es posible que nos hayamos quedado dormidos sin querer en un sitio peligroso.
Otra función evolutiva de la que se ha hablado es que nos permitía –o al menos les permitía a nuestros primeros ancestros– comprobar la estabilidad de nuestra posición corporal antes de dormir, en especial si empezábamos a adormecernos en un árbol. La sacudida nos permitía comprobar nuestro “punto de apoyo” antes de entrar en la inconsciencia.
La otra teoría principal es que la sacudida hípnica es un mero síntoma de que nuestro sistema fisiológico activo cede por fin, si bien en ocasiones de manera reacia, al impulso de dormir, pasando de un control motor activo y volitivo a un estado de relajación y, finalmente, de parálisis corporal.
En esencia, la sacudida hípnica puede ser una señal de que por fin se está pasando del sistema activador reticular del cerebro (que usa neurotransmisores excitatorios que promueven la vigilia) al núcleo preóptico ventrolateral (que utiliza neurotransmisores inhibitorios para reducir la vigilia y propiciar el sueño).
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