Hemos escuchado muchas veces, una expresión sobre como el tiempo de lo político no necesariamente coincide con el tiempo de los ciudadanos. Podríamos decir que en condiciones normales se trata de una forma de explicar lo complejo de la política, cuyo génesis y razón de ser es negociar, arbitrar. En todo caso, el objetivo siempre debe ser el bienestar de los ciudadanos en una sociedad libre y democrática. Sin embargo, en las actuales circunstancias del país, no estamos viviendo una situación de normalidad. No hay el equilibrio de poderes que reclama la Democracia y las velocidades ciudadanas y políticas se apartan. Por lo tanto, el deterioro se exponencia y la incertidumbre sobre una solución racional, democrática se incrementa día a día. En razón de lo anterior, es imprescindible que ambas velocidades se igualen, se apuren en la búsqueda del cambio de rumbo, a sabiendas de un gobierno cuya meta es perpetuarse en el poder.
La etapa actual que vive nuestro país, demuestra como la supuesta revolución -un modelo económico fracasado- tiene como resultado que seamos el país del mundo con la mayor inflación en 2016 que llegaría al 700 % y un estimado para 2017 de 1600 %, el PIB negativo desde 2014, una tasa actual de desempleo del 20% que según proyecciones seguirá aumentando. Todo lo anterior, se traduce en un empobrecimiento continuo de todos, el ejemplo de movilidad social que fue Venezuela, se ha revertido y en vez de generar una clase media mas gruesa esta se reduce aumentando los venezolanos con menos recursos. Un resultado que para muchos se trata de una estrategia calculada que permite ejercer el control social de los ciudadanos desde el gobierno. Cualquier publicación sobre la situación económica, destaca su mal desempeño, la falta de transparencia en sus datos, y las implicaciones de corrupción y de narco trafico que rodean al gobierno venezolano.
Ante todo esto PDVSA continua en su franco deterioro a pesar de las declaraciones de Ministro del Petroleo y Presidente de PDVSA Eulogio del Pino, quien insisten en mostrar un panorama inexistente. La crisis financiera de la petrolera le obliga utilizando palabras del propio Del Pino, cambiar deuda comercial por deuda financiera, esto explica porque empresas de servicios petroleros directamente necesarias para la producción de petróleo han disminuido su actividad en Venezuela, inclusive hay alguna ya decidió irse del país. Hasta la OPEP reporta la caída producción cae en Venezuela, la disminución oscila entre 155 mil bpd y 185 mil bpd para el mes de Junio 16 versus el primer trimestre de este año y el precio del crudo unos US$ 20 menos por barril que en 2015. Luego, el swap de la deuda, al incluir el riesgo país, resulta en un alto descuento por lo tanto genera perdidas que tendrán que asumir las empresas, de allí que no será atractivo para estas. Otro esquema de PDVSA es el pago de sus deudas utilizando contratos tipo beneficios compartidos, que consiste dar en propiedad producción de crudo, estas negociaciones deberían ser del conocimiento de la Asamblea Nacional.
A su vez las proyecciones de precios continúan con el resultado actual, pues se mantiene el llamado “glut”, el exceso de oferta por acumulación de inventarios. Es decir menos producción y menor precio, es fácil entender menos ingresos, menos divisas.
Dado el drama que vive la mayoría es común escuchar; “el ultimo en salir que apague la luz”. Sabemos que todavía falta esfuerzo y presión ciudadana, para lograr la vía que nos permita constitucionalmente salir del retraso que representa el régimen, pero el cambio es indetenible. La agenda por venir debe ser la recuperación del país y la industria petrolera es una pieza fundamental y requiere cambio de paradigmas, un proceso de inversión nacional e internacional. Nos corresponde a los ciudadanos apurar a la política y mantener la luz de Venezuela encendida.
@JFernandeznupa