Hoy vivimos en un mundo que apela al consumo para llenar el vacío existencial en las personas. Cada vez más la gente se “llena” de cosas creyendo que con tener la última generación del teléfono celular o de la tablet, o de cualquier objeto electrónico, será mejor persona o va a ser mirado o aceptado entre su grupo de amigos, en el ámbito laboral y en cualquier círculo en el que se desenvuelva. De este modo se vive en una confusión de valores, donde ya nadie, o muy pocas personas, tratan de enriquecerse por dentro, dándole un sentido a sus vidas. Así lo reseña toyfeliz.net
Todos tenemos sueños, aspiraciones y metas y deseamos concretarlos; sin embargo, deberíamos preguntarnos si en esa búsqueda de conseguir un ideal no nos perdemos en la ruta que nos conduce a la trascendencia. Esto no significa que debamos dejar de hacer cosas o de tener o bienes materiales, sino de reflexionar sobre ¿qué beneficios me traerá a mí, o a los miembros de mi familia?, ¿esto nos alejará o nos acercará como familia?, ¿me favorecerá solo a mí o me hará mejor persona para ayudar a otros?, ¿contribuye a mi riqueza espiritual?
El deseo de tener bienes no es malo en sí mismo, sino que puede desviarnos de la mirada de lo eterno y de lo gratificante. El camino que enriquece el ser puede presentarse duro, doloroso o difícil de recorrer, pero revela que si seguimos a pesar de los obstáculos nuestro ser se transformará, y nos va a permitir vernos y descubrirnos como seres humanos capaces de ir en busca de un sentido que va más allá de las cosas que se rompen o dejan de funcionar.
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