Los habitantes de Puerto Ordaz, una ciudad en el sur de Venezuela, disfrutan de la maravillosa vista de los ríos Orinoco y Caroní y están a media hora en auto de una de las centrales hidroeléctricas más grandes del mundo.
Aun así, sufren de constantes cortes de agua y electricidad.
La ironía es evidente para Marelis González, dueña de un abasto. Está cansada de los constantes cortes de energía que apagan sus refrigeradores, calentando las bebidas y amenazando con pudrir la carne.
“Nosotros deberíamos ser a los que menos electricidad nos faltara, al igual que el agua”, dijo González una calurosa mañana de abril en la zona de clase media Villa Brasil. “Si así estamos nosotros, imagínese los que están más lejos aún”, dijo a Reuters.
Del otro lado de la acera, Arcelia Leandro, de 82 años, esperaba paciente la llegada de la luz y el agua para cocinar para sus nietos. “Es fatal. Todos los días se va el agua. Tres meses ya. Jamás hemos vivido una situación como ésta”.
Los problemas en el suministro de agua y electricidad en Venezuela se han incrementado en las últimas semanas; otro dolor de cabeza para la nación miembro de la OPEP, que además sufre una recesión económica, la inflación más alta del mundo y escasez de bienes básicos y medicinas.
El Gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro asegura que atraviesa una mala racha coyuntural y una muy mala suerte.
Después de que el colapso de los precios del petróleo, el combustible de la economía, hundió los ingresos del país en más de la mitad en el último año, llegó el fenómeno climático de El Niño a provocar largas sequías que llevaron al principal embalse El Guri a cerca de sus niveles críticos.
¿De quién es la culpa?
Opositores afirman que el Gobierno está usando a El Niño como una conveniente excusa para ocultar su incompetente gestión del sector eléctrico: falta de inversión, pobre mantenimiento, corrupción y un fracaso para diversificar El Guri, que proporciona dos tercios de la electricidad de Venezuela.
Maduro fijó en abril un extenso plan de racionamiento que incluye cortes de electricidad por 40 días y dictaminó que los trabajadores públicos sólo trabajen dos días a la semana. Pero la mayor esperanza del país es el retorno de las lluvias en el sur del país que empezaron, tímidamente, en mayo.
En el 2009, por orden del fallecido presidente Hugo Chávez y luego de otra severa sequía, también se racionó la electricidad y el Gobierno vertió millones de dólares en nuevos proyectos termoeléctricos, precisamente para evitar otra crisis.
El diputado opositor Stalin González, quien preside la Comisión de Administración y Servicios de la Asamblea Nacional, dijo que han sido adjudicados 21.000 millones de dólares para el sector eléctrico desde el 2010. “¿Qué se hizo durante todo este tiempo?”, se preguntó en el parlamento.
Las políticas oficiales de ahorro energético han sido rechazadas rotundamente por la oposición, incluyendo el cierre temprano de los centros comerciales y hasta la sugerencia a las mujeres a que disminuyan el uso de sus secadoras de pelo.
“Es humillante”
En otro lado del país sudamericano, en lo alto de las empinadas y estrechas calles de Petare, una de las barriadas más grandes de Sudamérica situada en Caracas, el servicio de agua potable fue cortado hace un año y siete meses. Desde entonces, los habitantes tienen que pagar cada vez más para conseguir el preciado líquido.
Irónicamente el sector se llama “El Tanque”, en honor a un contenedor de agua gigante al tope de la colina que se levanta sobre las casas endebles, pero que ha estado vacío por años.
Los niños van serpenteando las callejuelas cargados de bidones de agua, que los residentes purifican con vinagre y reúsan de la cocina al baño.
Cuando tienen dinero, las familias se juntan para comprar un camión de agua, pero el precio se ha disparado. Algunos canalizan lluvia desde sus techos hacia los recipientes por medio de tubos de metal.
Expertos afirman que la falta de agua aumenta los problemas de salud, uno de ellos, la sarna.
“Somos un país petrolero y mira la pobreza”, observó Yunny Pérez, una trabajadora comunitaria de 46 años, quien confesó que solía respaldar a Chávez, pero que ahora está desconforme con Maduro y cambió su apoyo hacia la oposición.
“Yo me siento abandonada. Es una humillación. Esto no es vida”, añadió Pérez, explicando que su familia ahora tiene que tomar decisiones dolorosas entre el gasto en agua o medicamentos para un niño con discapacidad. “O es el agua, o es el niño”.
Por Andrew Cawthorne y Carlos García Rawlins/Reuters