El balance anual de gestión presidencial no se dio durante el discurso de Nicolás Maduro en el hemiciclo; empezó antes, incluso, de las palabras del presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup. El resultado de la administración de Miraflores en 2015 fue un decreto de emergencia económica y la publicación parcial de las cifras del Banco Central de Venezuela.
El mismo presidente definió las cifras como “catastróficas” sobre la hiperinflación del país. Las cifras no son del todo una sorpresa: los acontecimientos económicos desarrollados en 2015 demostraron el déficit imparable de la economía venezolana. Dinero inorgánico, aumento del gasto público en un año crucial electoral, la caída del precio del petróleo, escasez generalizada fueron solo algunos elementos recurrentes y deplorables en el círculo de autonomía económica venezolano. El otro indicador: las colas. Y el malestar. Y la violencia a raíz del desabastecimiento y desespero.
Con sus fallidos planes y mucha retórica para intentar aliviar el descontento ciudadano, el gobierno venezolano no logró que la inflación mermara. Aun cuando, las cifras del BCV no incluyen de octubre a diciembre cuando hay más gasto y aumento de precios, el balance sigue siendo un año trágico en materia económica y alimenticia para el país.
El mandatario nacional, aún no reconoce abiertamente la culpa que tiene el gobierno de semejante “catástrofe”, direccionando el odio, a pesar de las evidentes fallas legitimadas por los mismos ciudadanos, hacia factores externos. En lo que sí tiene razón fue en catalogar su balance económico, cubierto con el proyecto socialista, como catastrófico.