Gustavo Tovar-Arroyo: Los carteles de Chávez: Flores, Soles…

Gustavo Tovar-Arroyo: Los carteles de Chávez: Flores, Soles…

thumbnailgustavotovararroyo¿Cartel de soles o de Flores?

Nicolás Maduro (el “chunior”), en las borracheras con sus panas, pontifica que Hugo Chávez (el “chunior”) fue rechazado siempre por su padre porque tenía una incontrolable adicción a las drogas, y uno con suspicacia venezolana se pregunta: en su problema de adicción, ¿a quién le compraría las drogas el hijo del Embalsamado?

¿Al cartel de los Soles o al de los Flores?





La intestina relación que sostenía Cilia Flores con Hugo Chávez (el sátrapa), el uso que hicieron ambos del “boy toy” Maduro (el sucesor amado) y el descarado nepotismo de los “Flores” en el seno de la narcorevolución indican que la coca más pura, la más deseada, la consumida en La Casona, la propinaba el cartel de los Flores. No hay duda.

De ahí el socialismo nuevo rico en su máxima expresión, los yates, los aviones, las mansiones, pero sobre todo el descaro malparido de esa manada de vagabundos controlando de manera inconcebible todos los poderes públicos de la república hasta PDVSA.

Me disculpo por esa muestra de rabia africana que llevo en el pecho, pero si no me pronuncio yo quién se atreve a denunciarlos como merecen.

No son sólo los “narcosobrinos” es la “narcoplaga” chavista (y sus cómplices) la responsable de nuestra devastación.

 

El Ilícito de Moisés Naím y la primera revolución “pirata” de la historia

Uno de los libros cardinales en temas de políticas públicas del siglo XXI lo escribió -no por casualidad- uno de los más lúcidos y globales venezolanos de todos nuestros tiempos, me refiero a “Ilícito” de Moisés Naím.

Ese magnífico libro, que discierne y descifra con una claridad meridional -profética en el sentido más apocalíptico- la influencia del mercado negro (“Ilícito”) de traficantes (en todas sus calañas), contrabandistas, corruptos y piratas (falsificadores) en la economía mundial y su previsible toma del poder político para “legitimar” sus fechorías y crímenes, fue un repaso anticipado de lo que sería un gobierno chavista: la primera revolución “pirata” de la historia de la humanidad.

Cuando leí “Ilícito” por primera vez quedé estupefacto, un frío paralizante recorrió mi cuerpo y entumió mi espíritu. El impacto estaba acompañado de una cachetada de realidad: el chavismo.

Naím de manera sorprendente daba con el mayor y más pérfido dilema que enfrentaríamos en el siglo XXI: la lucha contra mafias globales de narcotraficantes, contrabandistas, corruptos y piratas, no aisladas o escondidas, sino instaladas y acuarteladas en el poder político, que, como era de suponer -como en el caso de Venezuela y el chavismo- secuestrarían a las naciones, las devastarían y llevarían a su ruina.

No por razones casuales -insisto- un venezolano como Naím tuvo la lucidez y la perspicacia de advertir una naciente plaga de esta envergadura, él como Ministro de Fomento en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez logró notar como nadie lo que se avizoraba, el cielo se encapotaba de criminalidad económica y anunciaba una implacable tempestad, como la nuestra.

Lamentablemente, otro Moisés, esta vez enclavado en el siglo XXI no logró ser profeta en su tierra. Eso sí, el éxodo de talentos y de decencia venezolanas ha sido inevitable.

 

Las diez plagas chavistas

Desde la noche del 3 de febrero y la madrugada del 4 de febrero de 1992 las plagas del chavismo nos mostraron sus fauces y no fuimos capaces ni de observarlo ni de anunciarlo.

Sólo pocos como Naím y su apocalíptico “Ilícito” o Vargas Llosa y su premonitorio “El suicidio de una nación” advirtieron y anunciaron esa ruina que hoy somos.

Un orgía de estupidez y una epidemia de ceguera se apoderaron del espíritu venezolano: “intelectuales” aplaudieron y dieron la bienvenida a los Castro; políticos (Caldera y otros) perdonaron a asesinos en serie como Chávez, Cabello, Ameliach y ese largo etcétera de malandros; empresarios rechazaron el libre mercado y la libre competencia, prefirieron rascarse su monopólico ombligo; periodistas lapidaron con banalidad e inmoralidad a la más hermosa creación venezolana después de la Independencia, la Democracia, y auparon a un comandante felón y asesino.

Venezuela se envaneció y abrió las puertas a criminales, narcotraficantes, corruptos y piratas para que asumieran el poder.

La peste chavista y todas las plagas de la postmodernidad encarnadas en familias de mafiosos a un tiempo devastadoras y terribles: los Chávez, los Flores, los Maduro, los Cabello, los Rodríguez, los Chacón, los Aissami, se instalaron en el poder y convirtieron a nuestra amada patria, a nuestra Madre de madres, Venezuela, en esta calamidad.

Lo escribo más afectado por la tristeza que por una rabia que se me atraganta y que quisiera agarrar por el cuello al chavismo hasta asfixiar su perversidad y verla desfallecer en mis manos.

Pero no soy como ellos…, no somos como ellos, no puedo…, no podemos estrangular a la narcorevolución aunque sepamos que es un sentimiento a coro entre la mayoría de los venezolanos, tenemos que optar por la justicia republicana para interrumpir y castigar su daño.

Y lo haremos, en eso estamos, poco a poco, pero en eso estamos…

 

¿Pablo Escobar o Hugo Chávez?

Otra vez con estúpido oportunismo e inconcebible banalidad se intenta exculpar a Chávez de todas las plagas que hoy sacuden a Venezuela.

Uno no entiende un carajo. ¿Qué pasa? ¿Por qué no acusan a quien hay que acusar?

Es inaudito que aún haya “asesores” políticos -¿asesores o traidores?, los he llamado serpientes trepadoras por su sinuosidad venenosa- que urjan a miembros de la oposición a no llamar las cosas por su nombre, a no acusar al principal responsable de esta demencial ruina histórica: Hugo Chávez.

Es desconcertante pero es la realidad, nuestra realidad y hay que enfrentarla con conciencia e ímpetu. Al menos yo lo haré sea correcto políticamente o no. Me tiene sin cuidado.

Se habla de Pablo Emilio Escobar Gaviria como el mayor narcotraficante de todos los tiempos, pero no lo fue. Sin duda ese patético galardón se lo lleva Hugo Chávez y la larga lista de carteles de narcotráfico con que asoció su régimen: los Flores, los Soles, las Farc, los Castro, los del Golfo, etc.

No es un hecho aislado lo que nos sucede, no son los “narcosobrinos” ni los “narcorevolucionarios”, no es este escándalo de corrupción o aquel otro, es una plaga de criminales, contrabandistas, corruptos, narcotraficantes y piratas, de mercaderes de lo “ilícito” que se instaló y secuestró nuestro país.

¿Los erradicamos?

Ese es el dilema de este siglo, nuestro dilema, yo lo he asumido y urjo a que lo hagas tú también. Los criminales me han perseguido, acusado y hasta robado mis bienes, pero no han podido doblegarme ni podrán. Golpean como quien golpea al agua, hasta que se les canse el brazo.

Lucho por ti y contigo, por tus hijos y por los míos, lucho porque ni me canso ni me rindo.

Lucho porque juntos en la resistencia y en la futura libertad seremos una mejor Venezuela.

Ya la estamos siendo…