Ahora los venezolanos acabamos de presenciar las explicaciones que sobre el tarjetón electoral ofreció el usurpador a los electores; y especialmente a aquellos que quieran votar por la opción opositora. En la pedagógica exposición le explicó a la teleaudiencia como debían hacerlo, señalando que deberían marcar -y procedió a hacerlo- una tarjeta que no corresponde a la opción opositora.
¿Podría acaso llamarlo cretino? El cretinismo es un peculiar retraso de la inteligencia, que le sería aplicable si el marcaje que él procedió a efectuar fue realizado bajo la creencia que efectivamente estaba marcando la opción opositora. Le he visto y oído tantas cosas que no me atrevo a afirmar si lo hizo por cretino, o más bien por creerse muy listo y su exposición llevaba implícita la intención de confundir al electorado.
Si acaso resultase que fuera esta última su intención, quizá el calificativo que pudiera corresponderle sería más bien degenerado, puesto que ello supondría una declinación de valor, una degeneración o degradación no solamente de su persona sino del cargo que usurpa. El engaño, la pretensión de confundir estaría dirigida al soberano, al pueblo; y estaría siendo ejecutada-abstracción hecha del calificativo de usurpador que le doy- por la persona en la cual ese pueblo habría depositado su confianza.
¿Queda todavía alguna otra opción para explicar lo ocurrido? Desgraciadamente sí. Existe la posibilidad de que el marcaje televisado no fuera producto de su incapacidad mental para distinguir en el tarjetón una y otra opción; y que no tuviera intención de engañar, pues su despierta inteligencia le advertiría que el pueblo no se tragaría el peine. ¿Cuál es entonces? Estaba actuando, es comediante.