El mundo de Zarevitz Camacho Materán era su familia, amigos y un nuevo trabajo. Un “simple” desmayo acabó con la vida que llevaba hasta el 29 de abril de 2011: cayó sobre los rieles del Metro de Caracas, estación El Silencio. “Cuando abrí mis ojos vi como el tren me pasaba por encima, perdí mis piernas”.
Marian Chávez / Panorama
Para esta caraqueña y licenciada en administración de recursos humanos no hubo tiempo para la negación, mientras desalojaban la estación pudo ver el estado en que le quedaron las piernas. “Eso me ayudó a digerir lo que venía. Todo habría sido distinto si hubiera cerrado los ojos y al despertar no hubiera visto mis piernas, pero el hecho de estar consciente me ayudó mucho”, contó.
Comenzó un largo y duro camino, sin embargo no sucumbió. Confiesa que los momentos de aceptación fueron los más duros, porque al principio se negaba a salir de casa, señala que le daba pena que la gente la viera con su nueva condición: “Quería evitar las miradas incómodas, porque aquí en Venezuela tener una discapacidad es básicamente ser como un extraterrestre, ¡te miran como que si fueras de otro planeta!.
El trágico accidente conmocionó tanto a su familia que mucha veces a Zarevitz le tocó darle ánimos a padres y amigos, y decirle “estoy bien”. Con su “tragedia” comprendió que la condición no solo la adquiere el paciente, sino también sus seres queridos.
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