En Cali, la capital del Valle, entre el 21 de agosto y el 10 de septiembre, la Asesoría de Paz ha recibido 343 personas.
El drama de los colombianos en Venezuela no es solo de la frontera. Familias caleñas están separadas y solo se pueden comunicar por redes sociales y servicios de mensajería como Whatsapp. Se envían audios y se comparten imágenes, como si quisieran acallar el hecho de estar distanciados.
En la capital del Valle, entre el 21 de agosto y el 10 de septiembre, la Asesoría de Paz ha recibido 343 personas, de las cuales 184 son mujeres (65 niñas) y 159 hombres (48 niños). Todos están recibiendo atención en las instalaciones de la Unidad de Atención y Orientación al Desplazado,UAO.
Felipe Montoya, asesor de Paz de Cali, dice que por lo menos 50 personas han salido del vecino país a raíz del cierre de la frontera. Las demás, llegaron a la capital del Valle escapando de una crisis económica de tiempo atrás, que según ellos hizo insostenible su supervivencia.
Montoya aclaró que, por disposición del Gobierno, solo se está teniendo en cuenta a las personas que aparezcan en el Registro Único de Damnificados que se está diligenciando en los albergues de Cúcuta. Es decir, quienes no estén registradas no podrían acceder a los subsidios de arriendo y a programas de sostenimiento como Familias en Acción.
Jorge* es un caleño de 30 años que llegó hace cuatro meses a la capital del Valle junto a su mamá procedente de Caracas, para acompañar un tratamiento médico de su abuelo. Dejó en el vecino país a su esposa Marta*, una venezolana con siete meses de gestación y con quien comparte un negocio de celulares y tiene un hijo de dos años.
Este hombre, nacido en el barrio Calima y criado en Terrón Colorado, y con más de siete años en la capital venezolana, cuenta que él se fue en 2006 para el vecino país después de terminar su servicio militar obligatorio en Colombia y aprovechando que tenía una tía en el vecino país. Nunca ha estado legal allá y por eso cada tres meses sellaba su pasaporte colombiano para que no lo sacaran del país.
“Iba hasta Cúcuta y cruzaba el puente Simón Bolívar para tener el sello de salida de Venezuela y el de entrada a Colombia, al otro día me devolvía por el mismo puente a hacer lo mismo, nunca tuve problemas pese a que era indocumentado“, cuenta.
Pero dice que la situación de él se complicó en el vecino país cuando el Saime (entidad encargada de la cedulación en Venezuela) organizó una jornada de identificación para supuestamente legalizar a los colombianos en el vecino país.
A ese encuentro, realizado en Caracas en octubre de 2014, acudió con su esposa pero no contaba con que ese día su pasaporte y cédula colombiana iban a ser retenidos por funcionarios de esta entidad estatal, dejándolo indocumentado en un país extranjero.
Las autoridades le dijeron que ya el sellado de cada tres meses no era válido. Lo único que le dejaron para identificarlo como colombiano fue la licencia de conducción, documento válido para que los colombianos manejen vehículo en Venezuela: “Le dije a ellos que por favor no me quitaran los ‘papeles’ porque tenia un niño pequeño que era venezolano y que además estaba casado con una venezolana, pero solo accedieron a que me presentara cada mes en la embajada: para diciembre la Guardia Venezolana empezó a hacer redadas contra los colombianos, desde ahí viene la persecución“.
Denuncia que en Venezuela se vienen realizando falsas jornadas de cedulación para extranjeros y nacionales para deportar o reseñar a las personas que están ilegales en ese país. De hecho, un amigo suyo cayó en estas “redadas”, fue enviado a Cali y hasta el momento no sabe de él.
Hace 15 días, Jorge* se aventuró a regresar al vecino país tomando un vuelo hasta Cúcuta con escala en Bogotá, pero su intentó por volver a ver a su esposa no prosperó pese a tener nuevo pasaporte colombiano expedido en Cali.
“La única forma de comunicarnos es por Whatsapp y para ver a mi bebé por Skype. Yo tengo una vida hecha allá de siete años con mi esposa, tengo mi acta de matrimonio y el registro de nacimiento de mi hijo pero nada vale en ese país“, añade.
Por el momento, este caleño pasa sus días en la ciudad en una casa de un familiar en el norte de Cali a la espera de que reabran la frontera y así poder volver a encontrarse con su esposa y sus dos hijos.
Según el último reporte entregado por la ONU, hasta el momento han retornado de Venezuela 18.619 personas a través de Norte de Santander, Arauca, La Guajira y Vichada, departamentos fronterizos con Venezuela.
De igual manera, la organización alertó que hasta este lunes 7 de septiembre 1467 colombianos han sido deportados desde Venezuela, incluyendo los menores que fueron repatriados.
Las trochas, el único camino para huir
Jhon Hanner llegó a Venezuela hace tres años buscando nuevos rumbos. Cuenta que él, su esposa e hija de trece años salieron del vecino país tras el cierre de la frontera y por el único camino que tenían: La Trocha, un improvisado recorrido que han ‘tallado’ los colombianos para salir de Venezuela a escondidas de la Guardia venezolana.
“Nosotros vivíamos en el estado de Portuguesa, en una ciudad que se llama Acarigua, pero donde la vida se puso difícil para los colombianos porque allá los guardias lo veían a uno y le pedían la cédula en la calle y el que no la tuviera lo empezaban a maltratar“, relata.
Para pasar a Colombia, primero este caleño tuvo que viajar en bus con su familia hasta Ureña, ciudad límitrofe con Cúcuta, a unas seis horas de distancia de Acarigua.
Su paso por el río Táchira con su esposa fue en una tarde de la tercera semana de agosto. Los guardias venezolanos lo tenían presionado y le gritaban paramilitar, a lo que él solo respondía que era “un hombre trabajador” pero ellos insistían: “tú eres paraco”.
“Yo empecé a moverme para ver por dónde me podía meter y pensando en que no me fuera a ‘tirotiar’ el Ejército y la Guardia venezolana o me pidieran plata para pasar, porque eso pasa en algunos casos para los que se tiran por el río“, dice.
Finalmente, por una zona entre Colombia y Venezuela, cerca a Ureña, que se llama La Mulata, cruzaron aprovechando un movimiento de los guardias que habían dejado desprotegida un área del río.
En Venezuela dejó sus corotos y un rancho que tenía con su esposa. También su trabajo como pintor y constructor.
Hanner llegó al vecino país de casualidad. Fue con su esposa a pasar vacaciones donde una tía y resultó quedándose porque le resultó un trabajo como maestro de obra. Dice que su Colombia no lo deja por nada y por eso está de nuevo acá después de tres años y medio.
A las personas que están siendo atendidas en la UAO se les ofrecen cursos cortos de mes y medio en el Sena para que se capaciten en panadería, cocina básica, marroquinería, calzado e informática básica.
30 años en Venezuela quedaron atrás
La de Ómar Hernández también fue una travesía. Este hombre de 58 años, nativo de Corinto, Cauca, llegó a Cali el 25 de julio para quedarse en casa da familiares en la capital del Valle. Sabe trabajar la tierra y el ganado.
Vivió 30 años en Venezuela, de los cuales 17 los dedicó a trabajar en una hacienda donde se tenía que levantar a las 2:00 a.m. para atender a 50 obreros, inseminar el ganado, cosechar y recoger cultivos de todo tipo: “Fue mucha la plata que yo le di a Venezuela y ahora me pagan con esto, allá quemé toda mi juventud“.
Hernández tiene cuatro hijos venezolanos y una esposa. Ellos se quedaron en la Guajira colombiana donde unos familiares de su mujer, pues como él mismo dice, no le alcanzaba sino para un pasaje en bus a Cali tras cruzar la frontera. Pagó $300.000 por el tiquete.
Dice que es residente en el vecino país pero que se vino para Colombia buscando mejorar su situación económica porque la escasez de alimentos y los altos costos de algunos productos afectaron la economía familiar. No quiere que le regalen nada, dice que él sabe trabajar el campo y solo pide ayuda para laborar en la agricultura.
Una refugiada caleña perseguida por la Guardia venezolana
Este es el caso de María Elena Posada, quien vivió en Valencia, estado de Carabobo, durante siete años con su esposo Luis Fernando tras salir de Colombia huyendo del conflicto armado como refugiada de Acnur y Cruz Roja Internacional en Venezuela.
“Durante los siete años que estuve allá hubo cuatro que no me reconocían como refugiada junto a mi esposo, por eso en ese tiempo nos la teníamos que inventar para comprar en las plazas de mercado Bicentenario (del gobierno de Venezuela) porque sin papeles no le venden a nadie“, recuerda la mujer.
Explica que una vez los reconocieron como refugiados les asignaron la cédula de transeúnte para movilizarse por Venezuela sin problemas y darle estudio a los niños. Los problemas vinieron cuando se vencieron los documentos y los pasaportes colombianos no fueron tenidos en cuenta. Los obligaron a regresar a Colombia.
Esta pareja llegó a Cali el 29 de julio y salieron por la frontera con Cúcuta gracias a que familiares les prestaron dinero para los pasajes. Ahora buscan rehacer sus vidas en la capital del Valle.
Dice que allá en Venezuela se quedó todo, “nos vinimos con la ropita y ahora necesitamos colchonetas para que todos podamos dormir porque estamos durmiendo en un solo cuarto amontonados: los niños y mi esposo en el suelo, yo en una cama con mi bebé y el otro niño“.
Y aunque tienen familia en la ciudad se están quedando en la vereda Juntas de Dagua, en Cisneros, sobre la vía a Buenaventura.
Caleña denuncia abuso sexual al cruzar las trochas
“Mi hija de 19 años fue abusada sexualmente por la Guardia venezolana“. Esa fue la denuncia que instauró una mujer a su llegada a las oficinas de la UAO el pasado 21 de agosto, después de cruzar por trocha desde San Antonio del Táchira hasta Cúcuta.
María Eugenia Sánchez, responsable de la UAO explicó que la víctima y su madre llegaron a Cali a la casa de familiares y la joven de 19 años fue remitida a valoración con psicólogas y trabajadoras para recibir valoración sobre el supuesto abuso del que fue víctima.
“Hay algo particular con los casos que hemos recibido y es que la mayoría de familias tienen grupos de apoyo de amigos y familiares acá en Cali. Estas personas han manifestado que su traslado ha sido apoyado por la OIM, la Acnur o por familiares que les dan para el tiquete desde Cúcuta que vale 139.000 por persona“, dice Sánchez.
*Nombres cambiados por petición de la fuente
A través de la oficina Asesora de Paz se les está brindando la oportunidad de concursar por vacantes en empresas de Cali.
Esta semana se espera que el Gobierno Nacional le entregue a la Asesoría de Paz de Cali una ruta oficial para que estas personas puedan acceder a los subsidios de arriendo y programas complementarios como Familias en Acción.
Ver video en http://www.elpais.com.co/elpais/venezuela/videos/video-drama-tres-calenos-tras-salir-venezuela