Caroline Vumbunu cree que ejercitarse entre los muertos le ayuda a prolongar su vida. Todas las mañanas, la mujer de 59 años trota por el cementerio de Warren Hills en la capital de Zimbabue y no está sola.
El camposanto se ha convertido en el escenario favorito para ejercitarse debido a la escasez de gimnasios en muchos vecindarios de Harare. Vumburu no solamente trota en medio de hileras de lápidas sino también pasa junto a una cantidad de gente que practica gimnasia.
Un día reciente a las 5 de la mañana, las bien mantenidas secciones musulmana y judía del cementerio desbordaban de actividad. Los entusiastas de la preparación física tienden a evitar otras partes del cementerio, fundado en 1957, que están mal mantenidas, con lápidas a punto del desplome y caminos agrietados.
Decenas de hombres y mujeres se dividieron en grupos para seguir las indicaciones de los instructores e hicieron los ejercicios en un camino del cementerio bordeado por incontables lápidas.
“Vamos, seis más”, ordenó el instructor Stewart Chipato a un grupo de mujeres jóvenes.
“Quiero bajar esto”, dijo Chido Chindomu, una muchacha de 23 años, señalándose el vientre. Agregó que una amiga le habló sobre los ejercicios en el cementerio después que se quejó de los silbidos y comentarios que provocaba entre los hombres cuando trotaba en su vecindario.
Antes de concurrir a su empleo como entrenador personal en gimnasios en suburbios más acaudalados, Chipato dirige en el cementerio un grupo de gimnasia integrado mayormente por sus vecinos.
Los concurrentes que se ejercitan entre más de 20.000 tumbas disfrutan del lugar apacible. Hay pocas distracciones aparte de los ocasionales vehículos de servicio o los deudos que visitan el lugar de descanso de sus seres queridos.
“El único sitio donde puedo ejercitarme sin problemas es aquí en el cementerio”, afirmó Vumbunu. “Por casa es demasiado ruidoso. Tengo que parar para saludar a la gente a cada rato”.